A través de su cuenta de twitter, nos enteramos que la actriz Karina Calmet, conocida por su papel de Isabella Picasso, una mujer de alta sociedad en la teleserie “Al fondo hay sitio”, renunciaba a la actuación. Según ella, todos estos años su carrera actoral se había visto perjudicada por su “prototipo de mujer blanca”, razón por la cual todos los papeles que interpretaba eran de “mujeres frívolas”. 

Un mensaje tan “extraño” puede hacernos sospechar que esta renuncia está motivada por algún tipo de actividad política que iniciaría muy pronto a puertas de las próximas elecciones municipales y regionales, ya que señala que se dedicará “a servir”, aunque aparte de la actuación, haber sido Miss Perú, y conducir un par de programas de deportes y espectáculos, a Calmet no se le conoce ninguna otra actividad profesional o relacionada al servicio público (no, hacer actos de “caridad” tampoco es servicio público); lo que sí la ha hecho muy conocida es su apoyo incondicional al fujimorismo…

… por las acusaciones de que sus compañeros de trabajo en “Al fondo hay sitio” le hicieron bullying con la ley del hielo, es decir, que evitaban hablarle y estar con ella:

… o el proceso judicial que le está siguiendo a su excanal acusándolos de violar a sus derechos laborales, como miles de peruanos que no van a conseguir ni la reposición de sus empleos, ni el pago de haberes nunca pagados, ni ningún tipo de justicia porque no tienen voz.

Pero más allá de sus cuitas laborales o sus afinidades con la mafia fujimontesinista, el problema de lo que ha dicho Calmet radica en su frivolidad, no en la acusación de interpretar mujeres frívolas. Es frívolo, en un país terriblemente racista, en donde las mujeres andinas suelen ser representadas como sucias y tontas, y los pocos papeles que interpretan en televisión y cine son de empleadas de servicios, mujeres pobres o con algún tipo de déficit o carencia, y las mujeres afrodescendientes sufren una continua hipersexualización y el limitado acceso a todos los servicios ciudadanos, que alguien se queje por ser blanca, y que esa condición le haya quitado oportunidades.

No hace mucho, diversos establecimientos de servicios solo permitían la entrada a personas blancas reservándose el “derecho de admisión” hasta que empezaron a denunciarlos y a ponerles multas, y cuando leíamos anuncios de trabajo en los periódicos estos pedían personas de “buena presencia”, lo que significaba blancas. No es extraño señalar que cuando eres una persona no-blanca, tus oportunidades laborales son menores, porque a la vista (racista o prejuiciosa) de tu posible empleador, no serás considerado capaz de desempeñar determinadas tareas.

Lo que Calmet no entiende es que todas las oportunidades que ella han tenido han sido justamente por ser blanca, y si en toda su vida actoral solo ha representado a mujeres frívolas es porque no daba para más. Si ella hubiera buscado papeles que sintiera que llenaran sus expectativas, su blancura la hubiera ayudado a conseguirlos, porque en un país racista, se entiende por blanco a una personas que lo puede hacer todo, que tiene talentos especiales, que seguramente es inteligente, que tiene todas sus capacidades y que es mejor que otros de piel más oscura. 

Calmet no piensa ni siquiera un momento en que quienes viven una verdadera discriminación por el color de su piel son todos los que no son como ella, es decir, todos los blancos y de clase media alta sin acceso a medios de comunicación ni amigos poderosos. Y defiende a su “minoría racial” como si esta hubiera sido atacada, perseguida, esclavizada, esterilizada o desaparecida en un país como el Perú, en donde todos lo que vivieron esa violencia no se parecen a Calmet ni en uno solo de sus cabellos. 

Calmet no ha interpretado a personajes frívolos, ella es un personaje frívolo incapaz de ver que lo que dice no tiene sentido, que su victimización cae en el vacío, y que su esfuerzo para que nos enteremos de que ahora se va a “dedicar a servir” apelando a la discriminación racial solo tiene razón de ser si el objetivo es otro, porque si no, ¿por qué una persona haría un comentario tan frívolo para anunciar que deja la actuación?, ¿por qué alguien apelaría a algo que no ha vivido para justificar un retiro?, ¿por qué usaría el racismo para reivindicar sus decisiones? Su objetivo es político.

Y es político porque lo que nos está diciendo Calmet es que ella representará a un sector de la población que no está siendo representado, colocándose como adalid de una causa ligada al racismo, pero que es todo lo contrario a la lucha contra el racismo, porque justamente lo que ella ha dicho es lo que esta lucha combate, que alguien por su color de piel sea privilegiado, como lo han sido los blancos en toda la historia del Perú y de la humanidad teniendo acceso a TODO, mientras los demás solo veíamos como disfrutaban de la fiesta y se comían el pastel.

Calmet quiere representar a los blancos y tiene todo el derecho de hacerlo. Todos los demás tenemos derecho a decirle que representará el privilegio, la frivolidad, el sinsentido, el vacío, la insensatez, y que se sumará a todos aquellos que han retrasado el progreso de la humanidad por abanderar causas injustas. Al final, Calmet nunca dejará de actuar, su renuncia es un acto performativo que anuncia que seguirá actuando, pero ahora no servirá a una productora de telenovelas, sino a sus propios intereses. 

El dato

Recordemos a algunas actrices que interpretaron papeles frívolos por ser blancas:

Natacha. Maricarmen Regueiro interpretó a una empleada doméstica un tantito rubia en la novela peruana más exitosa de los 90.

Gorrión. Marisol Aguirre interpretó a una adolescente pobre que se disfraza de hombre para trabajar en una bodega y así mantener a su familia.