Hemos normalizado tanto que los “viejitos” no tengan criterios para ingresar a UCI, que le cuesta a la sociedad escandalizarse con lo que sucede en Italia y acá aún no le tomamos importancia a las solo 200 camas que tenemos para un panorama que puede exceder los miles.

Hemos normalizado tanto entre los “progres” hablar que el acceso a la salud, a la educación, al trabajo digno, al techo es un “privilegio” de los caviares cuando es un derecho que todos y todas deberíamos gozar.

Hemos normalizado tanto que la sanidad pública haya sido destartelada por la seguidilla de gobiernos, que por eso ahora todos tienen el chip de creer que el privado podría responder mejor. La realidad nos salta en la cara, pero es tarde.

Hemos normalizado tanto el corporativismo entre los profesionales de la salud, que de lo único que nos hemos ocupado es en ganar “bonos” para saciar el “sálvese quién puede” antes de haber velado por reconstruir un sistema público universal, gratuito e integral y habernos ganado a pulso la no empatía de la población.

Hemos normalizado tanto que los privados especulen con nuestras vidas y futuro (AFP, EPS, seguros de vida), que ahora ante la evidencia nos damos cuenta que nuestros aportes se hacen humo y ansiosos queremos cambiar de fondos y no reflexionamos que es el sistema el que falla.

Hemos normalizado tanto el abuso del privado, que ante la ausencia de instituciones públicas que nos defiendan solo tenemos las redes para denunciar la especulación de LATAM, la oprobidad de Chinalco, los despedidos arbitrarios de las empresas y la serie de ministros al servicio del Gran Capital.

Hemos normalizado tanto los slogan cliché de “lávense las manos”, cuando no nos detenemos a decir que a nivel nacional el 60% de la población carece de acceso al agua potable.

Hemos normalizado tanto el maltrato al medioambiente y a los animales, el individualismo, el enrejarse, que si hay actos contrarios a estos nos llama la “atención”.

Y en momentos así es que no creo que sea el sistema, el neoliberalismo, la derecha, los que nos estén ganando (vamos, es claro que está en crisis el sistema, que teniendo la comida suficiente para solucionar la pobreza a escala mundial no lo hace), sino que nosotros como sociedad somos los que estamos perdiendo al no indignarnos, al no cambiarlo todo.

Así que, si después de esto me dicen que todo volverá a la “normalidad” (a las guerras, a las invasiones de un país a otro, a las muertes por hambruna, al mundo de la especulación, a las muertes por TBC y mil cosas más), no me es esperanzador nada de nada.

Foto de portada: Selena Merino.