Escribe: José Ramos López*

Debido a los embates de la suma de problemas estructurales tales como la corrupción, desigualdad, discriminación y violencia, la precariedad de los establecimientos de salud se han normalizado en prácticas de atención violenta. El acceso a la salud en los establecimientos públicos ubicados en los sectores rurales amazónicos presenta aún grandes brechas debido a la escasez de equipos, especialistas e infraestructura.

El pasado 5 de enero del presente año, una madre matsigenka de la comunidad nativa de Camavenia (distrito de Santa Rosa, provincia La Mar, Ayacucho) fue dada de alta después de tener complicaciones en el embarazo. Su peregrinaje para el acceso a la atención médica fue largo debido a que pasó por tres establecimientos de salud: el Puesto de Salud de Santa Rosa, el Hospital de San Francisco y, por último, el Hospital Regional de Ayacucho debido a la ausencia de condiciones para el parto. Al llegar al Hospital de San Francisco (a cuatro horas de su comunidad), tuvo que dar el parto en las instalaciones destinadas para el nosocomio. De acuerdo con las afirmaciones de los familiares, la derivaron al Hospital Regional de Ayacucho para su recuperación.

El acceso al sistema médico para las comunidades nativas es una travesía larga, ajena y costosa debido no solamente a las distancias geográficas, sino también a la vigencia de las distancias culturales que generan discriminación y violencia. En el imaginario social médico, las comunidades nativas presentan casos recurrentes de anemia, desnutrición crónica y embarazos continuos debido a la ignorancia y a su cultura “retrasada”. Es decir, la responsabilidad es individualizada a un colectivo ancestral por sus modos de existencia y no se repara en los derechos de acceso a la salud con pertinencia cultural.

Medio mes después, la madre matsigenka presentó sangrado oscuro y fétido. Nuevamente tuvo que realizar el tránsito por las tres instalaciones médicas a nivel distrital, provincial y regional por recurrentes negaciones de atención y su derivación al hospital con mayores servicios y especialistas. En el Hospital Regional de Ayacucho se detectó la presencia de la placenta en el útero en estado de descomposición y que comprometió el sistema reproductivo, razón por la cual decidieron extraer el útero. Después de la intervención médica, la madre matsigenka estuvo en estado crítico, mientras que su esposo, Raúl, realizó las denuncias ante la Defensoría del Pueblo por negligencia médica.

La negligencia médica se produjo en el Hospital de San Francisco y en el Regional de Ayacucho debido a que no realizaron la atención médica de acuerdo con los lineamientos existentes. Sin embargo, es necesario centrar la mirada en la normalización de la negligencia médica debido a la precariedad del sistema de salud referidas en frases de “así es lo público” o incluso aquellas que culpan a la mujer por su situación tales como “tu culpa por parir”.

No solamente obedece a la paralización de la obra de mejoramiento del Hospital de San Francisco o las limitaciones en infraestructura y especialistas del Hospital Regional de Ayacucho, de nivel III-1, sino a la interiorización de un sentido de superioridad y deshumanización frente a poblaciones indígenas.

De acuerdo con Ipsos Perú (2019), un 22% de ciudadanos identifican a los centros médicos y hospitales como una institución donde se sintieron discriminado. A ello, se suma los discursos de desprecio y misoginia calificando su maternidad de las mujeres indígenas como “irresponsable, sucia y atrasada”.

Por otra parte, los impactos que tiene esta negligencia médica para las comunidades nativas no solamente afirman la peligrosidad del sistema médico occidental (“si vas al hospital sales muerto”), sino que retroalimenta la sensación de deshumanidad, violencia y distanciamiento con las prácticas de los “colonos”. Una institución diseñada para velar el cuidado de la salud y atención oportuna se convierte en una institución que protege prácticas de negligencia sin tener una responsabilidad de investigación interna ni implementar los lineamientos de atención más aún a poblaciones históricamente excluidas como los pueblos amazónicos de Ayacucho.

Por tanto, Ayacucho tiene un reto de frenar y denunciar la violencia médica para restituir los nexos con la población rural. Además, es necesario implementar las políticas interculturales en la atención médica a poblaciones indígenas y originarias tales como los quechuas, asháninkas y matsigenkas presente en la región. No solamente se trata de directivas e informes sino un cambio de actitud, humanidad y servicio.

*Antropólogo UNSCH.