“Voy a ir y voy a dar mi vida por mi patria”, fueron algunas de las últimas palabras del joven Inti Sotelo Camargo, quien fue asesinado en una de las protestas políticas ocurridas en noviembre del 2020 a causa del golpe de Estado que ocurrió en plena pandemia. Recordando sus palabras, me pregunto: ¿qué sería de nuestro país si nuestros políticos pensaran de esta manera?.
A pocos días de las elecciones peruanas 2021, hemos escuchado y observado los debates presidenciales, los cuales más que mantenernos críticos y analíticos frente a los planes de gobiernos que nos proponen los diferentes partidos, nos han llenado de risas irónicas y también de frustración, ambas emociones debido al alto nivel de ignorancia que se escuchaba por parte de las y los candidatos que dicen que quieren un Perú mejor, ¿qué tan cierto es eso?, ¿qué tanta verdadera vocación para servir al pueblo está presente en sus discursos?
Enrique Dussel nos hacía reflexionar sobre la fetichización del poder, de ese poder que se delega desde el pueblo, pero que finalmente se desconecta de él. Los partidos de derecha que se postulan al próximo gobierno del Perú han demostrado claramente esta fetichización vinculada a sus intereses de clases, y también a sus intereses personales, lo cual es una bomba atómica para la ya débil democracia que tenemos en el país.
A estos partidos se les suma su tradicionalismo católico, que ha dejado mal parada a la misma religión que profesan, como fue el caso del candidato del Opus Dei, Rafael López Aliaga, con sus afirmaciones sobre su autoflagelamiento y su extraño deseo por la virgen María.
Se le agregan, además, los claros tintes clasistas y xenófobos, como lo reflejó Hernando de Soto en sus comentarios contra las personas pobres y migrantes. Se suma al paquete derechista la presencia machista, como es el caso del exfutbolista George Forsyth, quien además ya presenta irresponsables antecedentes de gobiernos distritales incompletos. No podía hacer falta la presencia de candidatos con problemas académicos administrativos y con serias dudas sobre la legalidad de sus ejercicios profesionales, como es el caso de Yonhy Lescano. Finalmente, no podían faltar los representantes de la corrupción, como es el caso del partido fujimorista y muchos más.
Por otro lado encontramos a partidos de izquierda, los cuales hacen un enorme esfuerzo para tener votantes, ello debido a los estereotipos negativos que se presentan frente a esta propuesta política. Cabe señalar que no solo se han logrado posicionar a partidos de izquierda, sino que algunos de ellos tiene lideresas femeninas, lo cual significa un enorme cambio político y social.
Sean cuales fueran los resultados de las elecciones de este año, es innegable las expresiones de esperanza que se reflejan por parte de muchos ciudadanas y ciudadanos frente a la necesidad de un partido que dignifique la vida. Noam Chomsky señalaba: “Si asumes que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas”. Boaventura de Sousa Santos nos indicó hace unos años la importancia de reinventar la emancipación social, por lo que sugiere continuar con la búsqueda de formas alternativas para lograr una vida mejor. Qué sería de nosotros y nosotras sin esa esperanza y búsqueda de la emancipación social, sin motores como la libertad, la justicia y la igualdad dentro de un país que lo necesita y lo grita día tras día. Escuchemos la voz de nuestros pueblos, que en ella está no solo el poder del cambio, sino las soluciones vitales para el desarrollo de nuestro país. El pueblo no es una clase, el pueblo no es una raza, el pueblo no es un solo sexo, el pueblo es “todas las sangres”.