El 5 de abril, Alberto Fujimori y su cómplice, Vladimiro Montesinos, tomaron el poder del Perú. Se hicieron con el Poder Legislativo y desde ahí pergeñaron una serie de decisiones con consecuencias que aún seguimos pagando.

Los más de 100 mil muertos por coronavirus son el legado del desmantelamiento del sistema de salud pública; la usura de las clínicas privadas, capaces incluso de quitarte tu casa para que pagues las astronómicas cifras por entregarte un muerto luego de dos días de atenciones básicas es otra; la pérdida de dos años educativos por la pandemia, sin alternativas de solución, sin tecnología, sin internet, sin nada para los niños y niñas más empobrecidas también es parte de su legado.

Esa herencia, escrita en la Constitución de 1993, y protegida por todos los gobiernos de derecha, incluso los que se hacen llamar de centro, se ha hecho del poder en cada gobierno, directa (PPK) o indirectamente (Humala) manteniendo un sistema económico que precariza a la mayoría de peruanos.

Cada cinco años, los peruanos tenemos que vivir un nuevo intento de hacerse del poder del fujimorismo con caras más o menos descaradas, en esta ocasión tenemos una fila de candidatos de derecha, unos peor que otros, desde George Forsyth, que en el camino se fue desinflando, pasando por el nuevo intento de la hija del dictador en volver a arruinar el país como ya lo hizo cuando estaban en el Congreso, el intento también del que se hizo rico lucrando con la educación, hasta Rafael López Aliaga, un fascista que no tienen ningún problema en que le digan cerdo, pues su alias preferido es Porky. En el medio de estos dos personajes está Hernando de Soto, candidato que aumentó sus votos frente a los evidentes vacíos/delitos de sus contrincantes.

Los votantes de derecha, desesperados por las claras muestras de incompetencia de todos su candidatos, buscan un salvavidas en el egomaniaco y mediocre economista, acusado de diversos plagios, es decir, de robarse las ideas de otros, y que no ha tenido ningún problema en aconsejar a dictadores, como a Fujimori. Con un plan de gobierno de dos hojas, con propuestas primariosas para resolver los problemas más graves del Perú, frente a los demás, parece un genio, pero lo que se avecina con él es un gobierno más desastroso que el de PPK, pues con De Soto llega Francisco Tudela, otro representante del fascismo en el Perú, y su hija Adriana, quien sigue su legado fanático.

Cada cinco años vuelven los cinco de abriles