Estamos en tiempos destituyentes. La señora K se sabe perdedora, hoy ella pelea no por la presidencia, sino por su libertad. Como muchos tuiteros aseveran, el presidente Vizcarra tiene un traidor dentro de su gabinete, a quien debería alejar del premierato por haber osado incitar una reunión con la líder de la fuerza número 1, en la que ella le exigió la renuncia de la ministra de Salud, Silvia Pessah, por el tema de los octógonos para la alimentación saludable. Está claro que a Keiko no le importa el país ni los niños con anemia que su Ley Mulder ha perjudicado, ella destruye todo lo que encuentra a su paso. Si se enloda, quiere meter al mismo charco a sus adversarios.

Aquí no pretendemos defender al presidente Vizcarra, ni a su gobierno en piloto automático, sino a las reformas esenciales que propone. La ladrona cree que todos son de su condición, y no por ello sus infamias y medias verdades deben pasar. Muchos columnistas afines a la señora Villanella sugieren a Vizcarra un cogobierno, son capaces de poner a Cipriani de mediador. Pero nuestro mandatario tiene que demostrar de qué están hechas las gónadas de su gobierno e impulsar los cambios básicos que propone contra los corruptos. Tiene que establecer una cuestión de confianza antes que lo vaquen, antes que Mercedes Aráoz y sus enemigos internos lo quemen con el fuego amigo y lo saquen de Palacio.

Y para ello tiene que haber un cambio en el gabinete. César Villanueva ya no puede seguir en el cargo de la PCM, él fue quien impulsó la vacancia para sacar a Kuczynski de manera no gratuita muy probablemente (pese a que el intento de vacancia y posterior renuncia de PPK fueron hecho justos y con argumentos sólidos), y el que sugirió la presencia de filofujimoristas como Salvador Heresi y el actual ministro del Interior. Y es capaz de echar por la borda los planes de referéndum del presidente y de contradecirlo públicamente. El presidente ya no puede dormir más con su enemigo.

En estas épocas turbulentas, donde más de la mitad de los electores no quieren ir a votar, donde se revitalizan los discursos xenófobos, donde predomina también la endofobia (o autoxenofobia, como bien explicó Juan Manuel Robles), donde los empresarios, pequeños y grandes, se aprovechan del subempleo para explotar venezolanos, donde nos quieren hacer creer que la culpa de nuestros males son de los foráneos y no del sistema económico, es que se deben tomar medidas radicales. Que vengan de la raíz, valga la redundancia. Señor Vizcarra, no se amilane, no desmaye, dé ese golpe de timón que los peruanos necesitamos para reconstruir a la patria. No basta con volver al Senado e impedir reelecciones: hay que cambiar la Carta Magna. Hay que regenerar la vida pública.

Si usted se deja guiar por los cantos de sirena de aquellos que piensan que solo la fuerza naranja le da estabilidad, la pagará muy caro, y su destino será igual o peor que el de su antecesor. Ya no estamos en tiempos de medias tintas ni de indefiniciones: hay que llegar al Bicentenario limpios de toda mugre, percudidos de toda pus, con un Estado social de derecho fuerte, con una economía disciplinada fiscalmente, pero basada en la solidaridad y en una competitividad no excluyente, que proteja a las poblaciones en situación de vulnerabilidad como las personas con discapacidad, LGTBI, y extremos pobres. Solo el pueblo salvará al pueblo, señor Vizcarra. Tome el control y denos la oportunidad de votar más pronto que tarde y sacar a la mafia de las instituciones.