La poeta africana Warsan Shire señala en uno de sus versos: “nadie abandona su hogar a menos que el hogar sea la boca de un tiburón”, cuánta razón tiene. La gran mayoría de migrantes latinoamericanxs, africanxs, asiáticxs, etc., que han llegado a España, o a cualquier otro país europeo, tienen como razón de su movimiento migratorio a su acercamiento o enfrentamiento con dicho “tiburón”.

Este “tiburón” puede ser la guerra, el terrorismo, la delincuencia, el poco trabajo, el bajo nivel de educación, la violencia machista, etc., sea cual sea la razón, el objetivo es el mismo: tener una vida mejor. Conseguir este objetivo tiene un alto precio, puesto que como moneda de cambio se tiene que dejar la tierra, la familia, lxs amigxs, el trabajo (si se tuvo), la comida, la cultura y todo lo que algún día se tuvo. Todas las personas que llegaron a España pasaron por esta reflexión, por este difícil análisis costo-beneficio, y la respuesta para ellxs fue migrar

Hablar de este “beneficio” no es tan fácil como parece, al menos que provengas de una clase privilegiada. Solo el proceso de llegar a tierras españolas es complicado, ya conocemos las historias de las personas africanas y sus duros recorridos en patera por el mar Mediterráneo, el largo camino de lxs refugiadxs, las mentiras en migraciones para que se ingrese como turista o con algún tipo de visa temporal, etc. Luego, si llegaste vivo, dependiendo del país de origen, te enfrentas a las barreras del idioma, al difícil ingreso al mercado laboral (formal o informal), que en su gran mayoría es precario, a la violencia interseccional contra las mujeres, al racismo y al clasismo en todas sus formas. Y la cosa se complica más cuando llega el momento de encontrarte en “situación administrativa irregular”, si es que desde un principio no se estuvo así.

¿Por qué viniste?, ¿por qué no te regresaste?, ¿por qué hiciste eso (en relación con las vueltas a la ley que se hace para poder seguir dentro del país)?, ¿por qué okupaste (en relación a tomar posesión de un predio deshabitado)?, etc., son algunas de las preguntas que se hacen a las personas migradas. Mil razones darán, pero solo una respuesta seguirá siendo la transversal: tener una vida mejor”. ¿Cómo se podría juzgar eso? Sería conveniente para quienes no experimentan estos sucesos y los cuestionan, realizar una autorreflexión sobre la posición en la que encuentran. Quien hace el cuestionamiento posiblemente no sabe qué es tener frío y no solo pasarlo, sentir hambre por más de un día, tener que salir a buscar alguna pileta para tener agua en el hogar, estar sin luz o internet o vivir en apagones, vivir con la incertidumbre de no saber a dónde se tendrá que mover antes que llegue la policía para aplicar la desocupación, porque estás viviendo en un lugar donde no vive nadie, pero le pertenece a un banco, sentir ansiedad al no saber por dónde pasará el agua de la lluvia en tu habitación durante la noche, o pensar en que algún día puede suceder un incendio por las paupérrimas conexiones eléctricas que cuestan mucho arreglar, etc. En resumen, a pesar de que el recorrido migratorio de las personas es diferente, algunos mejores o peores que otros, en general, se pasará un buen tiempo para que la vida de las personas sea una “vida vivible” y el costo de ello regularmente es alto, este “beneficio” que señalé en un principio: tener una vida mejor, lo vale.

Las prácticas de reexistencias, como señalan algunos autores, son esas formas de elaborar dispositivos que se crean para enfrentar la realidad desde sus propios cuerpos, bajo la premisa de resistencia/vida. Esto hacen lxs migrantes en España, prácticas de reexistencias día tras día. Pero algún día, cuando “la tortilla se vuelva”, como dice Víctor Jara, y vivamos en países más justos y sin “tiburones”, posiblemente lxs actuales migrantes dejarán de migrar por necesidad. Mientras tanto, lxs migrantes serán ciudadanxs del mundo que enfrentan tiburones.