No aprendemos nada. Cada cinco años escuchamos los mismos cuentos, vemos bailar a los mismos personajes al mismo ritmo. Nos prometen salud, educación, seguridad, trabajo, estabilidad; en fin, una vida digna. No importa el cómo, solo importa que mientras más grande sea la promesa y más grande sea la sonrisa para la foto, más confianza le ponemos al candidato de turno.
Por supuesto, los infaltables rituales de rigor. La visita a los mercados populosos, donde el candidato nunca en su vida compró ni medio kilo de papas huairo, la subida al cerro más alto y empinado de la capital para prometer agua para todos; comer cebiche, chanfainita o chicharrón de la tía veneno; asegurarse de tomarse varias fotos con indigentes, ancianitos sin pensión y bebitos cara sucia.
Pareciera que los peruanos y peruanas, lanzamos un volado un minuto antes de ir a las urnas a ejercer nuestro voto, alguno pocos investigan la vida política o académica de su candidato predilecto. Porque claro, tenemos tantas cosas en qué pensar; la familia, el trabajo, el sueldo que no alcanza, la salud de nuestros niños, la pensión miserable de nuestros jubilados… y ahora, sumado todo esto atravesando la pandemia.
¿Por qué hasta ahora no logramos descifrar el patrón del engaño? ¿O es que ya lo sabemos, pero, el cansancio nos gana? Colega peruana y peruano, ¿vas a regalar tu voto otra vez a un miserable que quiere poder para robarte legalmente y asegurar su futuro y el de sus hijos y nietos? Y sabrás que no solo te roban en soles, sino que también te roban la posibilidad de un mejor futuro para ti y para los tuyos. Lo que te roba son tus sueños.
Perú, donde los pobres importan menos que nada y los políticos de turno solo gobiernan para intereses económicos hegemónicos. País que apesta a corrupción desde antes de llamarse Perú.
La pandemia ha modificado la campaña electoral, no solo por la nueva forma en la que iremos a votar, sino también la manera en que se lleva a cabo el show mediático de los 34 precandidatos, ahora ya conocidos, aspirantes a la presidencia de la República.
Entonces, ¿ya sabes por quién votarás el 11 de abril?, ¿no? Bueno, cambio la pregunta, ¿ya sabes por quién NO vas a votar el 11 de abril?
Yo sé que no votaré por George Forsyth, porque alguien que deja un proyecto municipal en medio de una gran crisis, solo por arrogancia, no será capaz de enfrentar el reto país, de seguro, estará más ocupado en divorciarse y posar para los medios faranduleros.
Tampoco le daré mi voto a Daniel Urreti, quien ha hecho gala de su machismo y violencia en reiteradas ocasiones, eso sin mencionar que está enfrentando nuevamente el cargo de presunta coautoría del delito contra la vida, cuerpo y salud en la modalidad de asesinato del periodista Hugo Bustíos. Además, es acusado de violación sexual por parte de una de las testigos.
Así de impensable es también darle mi voto a Alfredo Barnechea, un hombre que tiene aires de virrey, que tiene claras muestras de misoginia, que habla del Perú como extranjero, que no tiene idea de cuánto es el sueldo mínimo, vamos, que no tiene idea ni siquiera de cuál es el nombre de su partido. El rechazo del chicharrón es lo de menos.
Otra certeza es que ni en esta ni en mis siguientes vidas podría votar por Keiko Fujimori, primera dama de la dictadura. Quien siendo congresista tuvo más de 500 días de ausencia en el hemiciclo, con licencias y viajes pagados por el Estado. En toda su vida jamás se le ha conocido un trabajo, sin embargo, su partido le deposita sus 10 mil soles mensuales. Y no olvidemos sus nexos con el narcotráfico, sus entripados por el lavado de activos, su falta de apoyo hacia su madre torturada, su cercanía ideológica con su padre y con Vladimiro Montesinos. Su falta de palabra. Recordemos que dijo: “en el 2021 no habrá ningún candidato que se apellide Fujimori”. En fin, toda una joyita.
El panorama se pone color de hormiga mientras más se acerca el día de las elecciones generales, pero, que los capítulos de la telenovela de la vacancia de Vizcarra no nos obnubilen el juicio. Coleguitas, estos aspirantes a presidente no tienen poder, nosotros, el pueblo votante somos quien decide. Nosotros tenemos la sartén por el mango.