Escribe Mario Arijan Cereceda

Castillo y Bellido terminaron pidiéndole la renuncia a Héctor Béjar. No por asuntos de corrupción o de falta de idoneidad para el puesto, sino por un asunto de censura de los medios, la Marina y la ultraderecha, por unas opiniones del exministro de Relaciones Exteriores, que hiciera unos meses antes de aceptar el cargo. Esto no es un asunto de poca monta. La terrible muestra de debilidad del gobierno frente a los periodicazos y los inaceptables pronunciamientos de la Marina contra el ministro, sin siquiera tener en cuenta al Ministro de Defensa, han hecho que el gobierno de Castillo se precarice aún más.

Lo que dijo el exministro Béjar, sobre los actos de terrorismo de la Marina en los años 70 están completamente documentados. La Marina no puede decir que esas cosas no sucedieron. Todos los peruanos medianamente informados lo sabemos. Y menos puede la Marina hablar de su sagrada institución, y que cualquier crítica es una falta de respeto, en primer lugar, porque hace poco acabamos de ser testigos de un nuevo escándalo en la Base Naval con el preso Vladimiro Montesinos, quien prácticamente hacía y deshacía a su antojo en medio de la complacencia de los oficiales marinos y la tropa. Tampoco puede hablarnos de que no puede ser criticada porque también conocemos casos de violaciones a los derechos humanos durante la guerra interna. Y por último, son un arma del Estado, una institución más del país que es pasible a crítica e investigación por la sociedad civil. Porque nadie está por encima de la ley ni de la crítica.

Lo que han hecho Castillo y Bellido al no haber apoyado a su ministro, es darle en la yema del gusto a la oposición ultraderechista que quiere su vacancia desde el 6 de junio. No desde que ganó la presidencia, sino desde mucho antes. Si pusieron a una persona tan controversial como Héctor  Béjar, quien es conocido por dar sus opiniones de manera libre y con el sustento debido, debieron al menos darle la oportunidad de defenderse en el Congreso, y apoyarlo mientras tanto. Con ello también se hubiera dado la oportunidad de hablar en los medios del terrorismo de Estado (uno de ellos el de la Marina) antes de que sucediera el terrorismo de Sendero y el MRTA. Como ya lo ha dicho la historiadora Cecilia Méndez, la historia del terrorismo en el Perú es mucho más antigua que lo que aconteció en los 80 y 90. Y como César Hildebrandt ha recordado, los actos terroristas de la Marina fueron una realidad que él mismo investigó. Hablar de los actos terroristas de la Marina en los 70 hubiera sido una buena forma de empezar a que se dé el debate, y por fin dejemos de lado de una vez por todas que el terrorismo es un periodo de nuestra historia y no un método político criminal que ha sido usado  por el estado, las FFAA y otros grupos antes de los 80s.

Solo espero que Castillo aprenda de lo que le pasó a PPK, cuando empezó a mostrar su debilidad al permitir que sus mejores ministros fueran interpelados y obligados a renunciar, creyendo que con eso iba a calmar a la oposición. Eso no pasó con el fujimorismo, tampoco va a pasar con el nuevo Congreso ultraderechista que tiene un solo objetivo en su agenda: vacar a Castillo y a Dina Boluarte, para hacerse del poder por medio de la Presidenta del Congreso, Maricarmen Alva, que es su aliada y está trabajando para ellos. Todos temíamos la ollantización de Castillo, pero nos habíamos olvidado que también podía pepekausearse.