La pena de muerte se adopta como castigo por varios delitos en algunos países en la actualidad, sin embargo, sus costos y efectividad son dudosos. En este breve artículo explicaré por qué.

La muerte como castigo

La pena de muerte es tan antigua como el propio ser humano, ya que se ha utilizado de manera socialmente legítima y con apoyo legal o incluso criminal, como es el caso de las ejecuciones llevadas a cabo por grupos criminales. Desde el Imperio Romano, con muertes por crucifixión, ahogamiento, linchamiento y empalamiento, hasta las inyecciones letales o sillas eléctricas, la pena capital ya ha sido utilizada por un número gigantesco de naciones. Hoy, sin embargo, se adopta en menos países.

Los crímenes que pueden ser juzgados como dignos de la pena de muerte son variados y cambian según el período histórico, el contexto sociocultural de la nación y su Constitución política. El argumento que subyace comúnmente a la pena de muerte está asociado con las ideas de castigo por parte de quienes creen que un delito debe ser castigado en la misma medida que su gravedad. Por lo tanto, el asesinato debe ser castigado con la muerte. Además, también existe la idea que proviene de grupos más radicales de “higiene social”, es decir, la limpieza social a través del exterminio de aquellos considerados ineptos para vivir en la sociedad como una solución a la miseria y la pobreza. Algunos también creen que la pena de muerte puede ser un ejemplo para los delincuentes, inhibiendo y desalentando los delitos que se perciben como atroces.

Algunas de las sentencias de muerte más recordadas en la historia son las crucifixiones llevadas a cabo por el Imperio Romano, las muertes en la hoguera perpetradas por los tribunales de la Inquisición en Europa, así como las muertes en la guillotina durante la Revolución Francesa.

Problemas de la pena de muerte

El cuestionamiento de la pena capital es relativamente reciente y fue lo que motivó a la gran mayoría de los países a abandonar la aplicación de esta pena. Estudios recientes e incluso la historia muestran que la pena de muerte no es efectiva para inhibir la práctica de los delitos. Los datos del DPCI (Centro de Información sobre Penas de Muerte) muestran que las tasas de crímenes de asesinato son más altas en los estados de los Estados Unidos que adoptan la pena de muerte que las tasas de asesinatos en los estados que no. Otro factor agravante es que los casos de inocentes condenados erróneamente al corredor de la muerte son grandes. Según DPCI, alrededor de 150 personas han sido condenadas a muerte por error en los Estados Unidos desde 1973.

Al pensar en los mecanismos de castigo institucional que tiene una sociedad, además de reflexionar sobre su viabilidad económica, es necesario, sobre todo, considerar los impactos sociales de estas medidas. Si bien el sentido común entiende la pena de muerte como una medida justa contra quienes cometen crímenes crueles y atroces, debemos preguntarnos si los riesgos que corremos con las condenas de inocentes valen la pena. Sin mencionar los altos costos de mantener un sistema que ha demostrado ser ineficaz para inhibir el crimen violento.

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Sobre el autor

Roberto Cabrera es abogado, maestro en Gestión Pública, maestro en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, y doctor en Derecho y Ciencia Política. Actualmente es director de la Escuela de Derecho de la Universidad César Vallejo – Filial Tarapoto.