Somos una generación que no tiene casi nada, ni educación de calidad, ni empleo digno, ni seguridad social. No tenemos casi nada y por eso no tenemos miedo a nada. Se metieron con la generación equivocada.

Hemos sido los jóvenes peruanos quienes, en las calles, le dijimos a los políticos de siempre que no íbamos a permitir el cuoteo ni la repartija. Esa generación que parecía apática, ensimismada en las redes sociales y lejana de la política, es la que se ha manifestado en todo el territorio peruano. Esa generación ha sido la que ha dado la cara; mostrándose fraternal, solidaria y organizada.

En el Perú, los jóvenes representamos el 30% del país, entre los millenialls (1980-1995) y la generación Z (1996-2010). Pero, ¿cuál es la situación de los jóvenes? ¿han sido prioritarias nuestras necesidades?

De acuerdo a la Secretaría Nacional de Juventudes (2011) al 47.7% de jóvenes nos interesa la política, sin embargo, muchos se declaran como independientes porque no se sienten atraídos por militar en un partido político. Las cifras indican que solo el 1.2% milita en algún partido. Los jóvenes preferimos organizarnos en asociaciones culturales, religiosas, voluntariados y organizaciones estudiantiles. Esto se debe a que existe una gran desafección por la política partidaria y desconfianza en los partidos políticos, por eso, los jóvenes prefieren organizarse en torno al activismo, movidas coyunturales o redes sociales. Me atrevería a decir que esta marcha es también el reflejo de ello, dado que no se ha dejado que ningún político hegemonice este proceso ni se suba a la ola y eso está bien. Este proceso se sabe ciudadano, juvenil, rebelde, disruptivo, más allá de las izquierdas y derechas.

La agenda de los jóvenes no acaba con #FueraMerino, la agenda de los jóvenes ha existido por mucho tiempo; sin embargo, siempre fue puesta en segundo plano. Para nadie es novedad que nosotros somos producto de una educación precaria, mercantilizada; esto con el aval de una clase política que aplaude y es partícipe del lucro con la educación. Los jóvenes estamos pasando tiempos duros; todos sabemos que por más que estudiemos, muchas veces no podemos conseguir un empleo digno porque no hay oportunidades de trabajo o si consigues trabajo, es con condiciones poco óptimas que impiden nuestro desarrollo. Esto se condice con las cifras: el 18% de jóvenes peruanos no estudian ni trabajan. De ese total porcentaje, 24% son mujeres y 12% son hombres. El grupo de jóvenes entre 14 y 24 años fue el más golpeado durante la pandemia. 560 mil jóvenes se quedaron sin trabajo a causa del Covid-19.

Pienso que el grito de toda una generación no se agota con la salida de un político, urge poner otras agendas en el debate y no dejar pasar esta oportunidad para hacer los cambios para nosotros y las generaciones que vienen:

1. Justicia para las familias de las víctimas, búsqueda de desaparecidos, sanción a responsables de las muertes y abuso policial: la entrada de Sagasti NO significa un borrón y cuenta nueva, al contrario, debe significar un momento en el que debemos estar más vigilantes que nunca y la vigilancia implica también exigir justicia.

2. Levantamiento de inmunidad a congresistas corruptos.

3. Educación y empleo para jóvenes.

4. Nueva Constitución: este punto aún no es un consenso entre todos los jóvenes, sin embargo, habría que revisar la historia. Esto ha sucedido ya en nuestro país con Valentín Paniagua, se habló de una “transición democrática” luego de una década de dictadura fujimorista, sin embargo, si bien se cambiaron las figuras, no se cambiaron cuestiones de fondo. Se deshicieron de Fujimori, pero no del fujimorismo; no se discutieron cambios en la Constitución.

Sin un nuevo pacto social, será más de lo mismo. Y aquí quiero aprovechar para derribar un mito que abunda mucho estos últimos días y es que hay comentarios que dejan entrever que un cambio de Constitución es un debate que se tiene que dar desde la academia; hasta -pretensiosamente- ciertos sectores pretenden que se tengan maestrías, doctorados y demás para abordar una discusión de cambio de Constitución. Nada más equivocado que eso. Una nueva Constitución no es un debate que deba darse solo desde las oficinas y los libros, sino desde las calles y por ello, se necesitan las miradas de todos los sectores sociales.

Este proceso -que todavía no termina- nos deja muchas enseñanzas. Entre ellas que nunca más seremos complacientes con el terruqueo, una estrategia trasnochada por parte de una generación de políticos dinosaurios que se niega a dejar su cuota de poder. Esta generación destronará esa herencia fujimorista nefasta y hará política sin miedo. Nunca más dejaremos que nos digan que movilizarnos no sirve para nada, sí sirve, y mucho, ya aprendimos colectivamente que en las calles se disputa la historia. Además, estoy segura, que nunca más dejaremos que nos digan que nuestra generación no está preparada para asumir responsabilidades, porque tenemos que recordarles siempre que fuimos nosotros quienes nos bajamos a la ley pulpín y a Merino.

Nuestra agenda siempre fue minimizada y utilizada para adornar los discursos. Los jóvenes éramos postergables. Ya no más. No más educación precaria, ni contratos basura, ni participación política por rellenar una cuota. El país tiene una deuda con la #GeneracionDelBicentenario. Esto recién empieza.