Colocarle el cartel de altruista a programas que no lo son, debería ser lo más bajo a lo que han llegado los auspiciadores del entretenimiento que buscan posicionar su marca. Lo bueno es que esto nos regala una lupa para distinguir cómo ven las empresas a los pobres: típico selfie de chocolatada navideña.
Hasta la quincena de mayo no se sabía cuándo volvería ‘Esto es guerra’, dadas las restricciones de la cuarentena por la pandemia. La reactivación económica estaba empezando y solo personal de servicios esenciales eran los que podían circular en las calles y trabajar.
Como anécdota quedó la exhortación del Colegio de Periodistas del Perú para que los “guerreros” no usen el pase de comunicadores cuando pertenecen a un “reality show”, un género televisivo de entretenimiento. ¿Eso quiere decir que los comunicadores no pueden ser entretenidos?
En ese mismo programa apareció —quiero creerlo— una parodia: “un noticiero de buenas noticias”. Esto sí que hizo espirar por la nariz a los “verdaderos comunicadores de profesión”. Hey, ¿no se supone que ellos estaban frente a una cámara, que seguían un guion y que tuvo una edición hecha por comunicadores profesionales? ¿Qué dijeron ellos?
El “nuevo formato” de EEG ha llamado mi atención. El espectáculo consiste en que los pobres confíen en un equipo (leones, cobras, rojo o verde), que se sienta el ruego en medio de una pandemia: cada competencia es una lucha por ayudarles a sobrellevar estos momentos.
Las nuevas críticas inundaron las redes sociales y algunos integrantes del programa —con ayuda de los medios dedicados a difundir ese tipo de cosas— defendieron el espacio y dejaron en claro que es legítimo “ayudar y competir por una asociación o una casa hogar que lo necesite”.
Y como la creatividad de este círculo vicioso es tan iluminada, ‘Yo soy’ volverá con una enésima, repetitiva y nada talentosa temporada, y con este “nuevo” formato tan prometedor: ayudemos a los pobres. Eso vende.
Lo peligrosamente triste es que sabemos que estos programas necesitan que los pobres sigan siendo pobres; que su interés por el saber solo se reduzca a preguntarse cuándo volverá el fútbol. Por eso, no veremos a esos conductores o animadores —o lo que fuesen—, alzando la voz por un servicio de salud integral y verdadero o exigiendo a nuestro sistema una educación con altos niveles.
Como la televisión peruana se reinventa, en un vago recuerdo quedaron Augusto Ferrando, quien fue el personaje que llevó la burla hacia las personas con escasos recursos económicos a niveles impensados en su “trampolín”. Años después, Laura Bozzo pagaba por saber si la desesperación de un pobre podía llevarlo a lamer axilas por unos cuantos soles en su tan sintonizado programa. Los pobres como espectáculo.
Mucha gente creyó que los premios y el dinero salían del bolsillo de estos “animadores”; luego nos enteramos de lo obvio: empresarios anunciaban en estos espacios y engrosaban sus billeteras y —cómo no— la de todos los que estaban detrás de esos programas.
No, no trataré de ‘Porque hoy es…” porque es demasiado obvio, porque es más de lo mismo, porque es posiblemente peor, y porque esa no es la mejor manera de usar el espectro radioeléctrico de todos los peruanos.
Y no, no vale simplemente decir “no lo veas” o “cambia de canal, tú decides”. Con esa actitud seguiremos siendo víctimas de estos programas. Debería haber un pronunciamiento civil organizado rechazando este falso entretenimiento. Para empezar.