La nueva temporada de Acho 2019 se anunció a través de un video de autoría de Paseillo Toros, y no pudo ser más revelador de lo que es el coso taurino y lo que ahí se practica, porque no solo es un espacio para matar toros con la mayor crueldad posible disfrazando sus muertes de cultura, también es un lugar de estatus para los hombres blancos y de subordinación para las mujeres de su clase social, de herencia virreinal en contraste con la pobreza que lo rodea, de reivindicación del sueño colonial inconcluso que alimentan aún los ricos peruanos.

Por eso el video “Esto es Acho… La fiesta de los peruanos” es una muestra impresionante del clasismo del siglo XXI.

https://www.youtube.com/watch?v=s2tnR2xAFXw

La primera parte del video empieza así: “Vuelve la fiesta, la marinera con su coqueto andar, los caballos de paso y su garbo torero, vuelve la vida a Acho con esos copos de algodón en los tendidos como si fueran la misma nieve con su contraste de lo virreinal y lo urbano“.

¿Qué había antes de que todo esto vuelva a Acho? Marginalidad, pobreza e inseguridad, barrios tugurizados y abandono estatal, pero también una vida rica en cotidianidades barriales, resistencia, resiliencia y organización comunal, pero nada de eso es visto porque de pronto Acho se convierte en una fiesta, debido a una suerte de gentrificación temporal, en donde por unos días el barrio se arregla, no hay problemas, todo se convierte en felicidad, en júbilo, los blancos han llegado a civilizar a los salvajes con su presencia, hasta que termina y vuelven a sus zonas de confort, lejos del mundanal ruido y de los pobres.

La segunda parte del video es una muestra de que clasismo y misoginia se necesitan para convivir: “Vuelven los puros, el vino, ellas las coquetas limeñas, las peruanas que alegran los tendidos y la vida”.

El puro y el vino para ellos, las mujeres… también, ellas no son más que objetos para ser observados en su calidad de bellas, atractivas, guapas, curvilíneas, no son más que objetos colocados para la satisfacción de los hombres, y por eso luego surgen las manadas, porque a estos hombres con poder se les sigue haciendo creer que las mujeres solo sirven para complacerlos y nada más. Al deshumanizarlas es posible hacer con ellas los que se les da la gana.

La última parte del video es una reivindicación a todos los atributos considerados propios de la masculinidad: el “arte” de la crueldad, el valor al enfrentarse a un indefenso, la fuerza desmedida frente a quien está en desventaja, y el orgullo por la patria, no es casual que suene el himno nacional, símbolo perentorio del contrato patriarcal estatal que todxs terminamos firmando en sociedad: “Vuelve el arte, el valor, la fuerza y vuelve el orgullo (el himno). Así retumba el orgullo, no es para menos, ahí están nuestros gallos peruanos, ahí está el peruano que enamora el mundo, le dicen Roca Rey, pero en casa es Andrés“.

Y también es una reivindicación a la aristocracia peruana que se resiste a morir: los gallos peruanos, los hijos de los ricos que continuarán su legado de riqueza y crueldad, porque pocos son los que se dedican a los toros, hay que tener un sinfín de privilegios y nada en la cabeza para hacerlo.

La última frase es clarificadora de todo lo que reivindican, el vacío llenado a punta de dinero y privilegios: el apellido, ese símbolo de estatus que sirve para marcar las diferencias más profundas sobre las razones más superficiales. Pero no se preocupen, el populacho también lo puede llamar Andrés.