El papa Francisco ordenó eliminar el secreto pontificio que recaía sobre todos los curas que violaban niños, niñas y mujeres en general atendiendo por fin, en el siglo XXI, a las víctimas de la pedofilia del clero que se atrevieron a denunciar.

“No puede imponerse ningún vínculo de silencio con respecto a los hechos encausados ni al denunciante, ni a la persona que afirma haber sido perjudicada ni a los testigos”.

Antes de esta instrucción, la Iglesia Católica imponía reglas de silencio y confidencialidad a los procesos judiciales que se le seguían a los sacerdotes denunciados, en algunos casos las violaciones tenían 20, 30 o 40 años de antiguedad y continuaban hasta la actualidad por esa cultura del secreto que permitía la impunidad.

Las víctimas del clero tenían que pasar por procesos judiciales engorrosos, en donde deslegitimaban no solo la denuncia, sino su propia existencia, señalando que se lo habían buscado o por qué no denunciaron antes. Muchos de estos casos quedaron en completa impunidad debido a que la mayoría de afectados fueron niños (hoy hombres adultos) con sus proyectos de vida deshechos por la violencia que vivieron.

Candado

A pesar de que la nueva instrucción suena muy bien, también señala que en las denuncias de abusos se garantizará la “seguridad, integridad y confidencialidad” establecidas por el Código de Derecho Canónico para proteger “la buena reputación, la imagen y la privacidad” de las personas implicadas, lo que puede terminar jugando a favor de los agresores sexuales.

Más sanciones

Así también será delito “la adquisición, posesión o divulgación, con un fin libidinoso, de imágenes pornográficas de menores de 18 años por parte de un clérigo”. Antes solo era en caso de menores de 14 años.