Luego de que María Mauricio denunciara por violencia física, psicológica y económica a su expareja, Marco Antonio Huaco Palomino, exasesor del congresista del Frente Amplio, Wilbert Rozas, en la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónico, Afroperuanos, Ambiente y Ecología, otra denuncia contra un militante del Frente Amplio ha salido a la luz.

Esta vez la denunciante es Ruth Castro, exmilitante del FA, quien mantuvo una relación por dos años (2013-2015) con Carlos Reyes Álvarez, filósofo, militante y coordinador nacional de Comunicaciones del Frente Amplio.

Ella señala que renunció al partido de izquierda por los constantes maltratos a los que era sometida por Reyes Álvarez, quien la había amenazado con hacerle la vida imposible en su trabajo luego de que terminaran, y por la falta de interés de su partido frente a la denuncia que hizo a la Comisión de Ética. A pesar de que Reyes admitiera haberla golpeado, el partido no resolvió nada en contra de él y lo “premió” con un mejor cargo, como señala la joven. Ahora Reyes se desempeña como Coordinar Nacional de Comunicaciones del Frente Amplio.

Pero en qué consisten la violencia de Reyes contra Castro, aquí las pasamos a enumerar:

  • Violencia psicológica: celos enfermizos, le prohibía hablar con determinadas personas, le revisaba el celular a toda hora, leía todas sus conversaciones, la obligaba a bloquear a exparejas o amigos, les escribía para amenazarlos, insultos
  • Violencia física: empujones con el cuerpo y con los pies, forcejeos, cachetadas, agarrarla por la espalda, arrastrarla al cuarto y encerrarla.
  • Daño a sus bienes personales: cortó su ropa y le echó una sustancia que las malogró.
  • Hostigamiento laboral hasta obligarla a renunciar a su trabajo y su partido.

Les dejamos la denuncia completa:

“Si hay algo que María y yo tenemos en común es que las dos fuimos víctimas de la violencia de parte de Carlos Reyes Álvarez. Ambas militantes del Frente Amplio cuando eso ocurrió.

Por mucho tiempo no quise hablar en detalle de lo que pasó y hasta evité referirme a él con nombre y apellido, pero creo que ya es tiempo de hablar y sanar mis heridas. 

Con Carlos Reyes mantuve una relación de 2 años y medio. Si bien desde un inicio no parecía demostrar comportamientos agresivos que pudiera percibir con claridad, estos fueron notándose con el tiempo. Desde que iniciamos la relación me prohibió que tuviera alguna conversación con mi ex, que era mejor tenerlo bloqueado. Estaba advertida. 

Con el tiempo sus actitudes violentas se hicieron más notorias. Si decía algo que no le gustaba pues venía un empujón con el cuerpo, luego con los pies y así. Fue en la última etapa de la relación que sus celos se hicieron más grandes, desconfiaba de mí y creyó que salía con alguien más. 

Revisaba frecuentemente mi celular cuando me quedaba dormida. Sabía, al milímetro, lo que hablaba con mis amistades y se cercioraba, claro, que no desbloqueara a mi ex. Incluso le escribió a dos amigos para advertirles que era él quien salía conmigo. Me enteré de esto por ellos ya que Carlos había escrito desde mi cuenta personal y borró los mensajes. 

Ya cuando sus celos se hicieron más grandes y me sentía cansada de sus inseguridades, agresividades y chantajes, decidí terminar con él. Estuve un mes sin frecuentarlo. En ese momento y ya sintiéndome liberada, revisé mi cuenta de Facebook y encontré con una lista de personas bloqueadas. 
Pasaron los días y tomé contacto con todas aquellas personas a las que había bloqueado; entre ellas mi ex, para pedirles disculpas por haberlos bloqueado de esa forma y contarles lo que sucedió. 

Pasó el tiempo y me seguía encontrando con Reyes en el partido, pues las labores en el área de comunicaciones se hacían cada vez más frecuentes. Se venía la campaña y los compañeros nos reuníamos seguido. Fue ahí que volví con Carlos y creyendo, en ese entonces, que podría estar más tranquilo, regresé con él. 

A los pocos días, Reyes volvió a hacer lo mismo que hacía antes, revisó mi celular y se enteró de ese contacto. Esto despertó en él una ira incontrolable, me despertó a las 2:00 de la madrugada para reclamarme y, en medio de un forcejeo, me tiró una bofetada repitiendo varias veces y entre insultos que lo “había cagado”, siempre repetía eso. Totalmente desquiciado cogió las cosas de su cuarto y las tiró, agarró mis cosas y con una tijera las cortó y embarró con una sustancia hasta sentirse satisfecho. 

En muchas ocasiones quise irme de su casa porque no toleraba sus celos, pero a veces me detuvo. Me agarraba por la espalda, me arrastraba hasta su cuarto y cerraba la puerta. Me decía “te vas a quedar acá carajo”. 
Pero ese día fue diferente. Estaba totalmente fuera de sí, rompiendo todo, insultándome y, usando su fuerza, no dejó que me fuera. Me quedé echada sin querer dormir, tenía miedo de quedarme y que me hiciera algo. 

Fueron momentos muy tristes que prefiero no detallar. Después de eso me repetía siempre que yo era una puta, una perra, que todo el mundo debía enterarse de eso, que no merecía estar con nadie y otras cosas más. 
Carlos también tenía una deuda conmigo. Le había prestado dinero para que pague el alquiler de su cuarto y no me lo terminó de pagar hasta después un año y luego de insistirle tantas veces. También compré un televisor para su cuarto que luego él malogró, no lo quiso reparar y me lo devolvió así. Me pedía que fuese a recogerla sola a su casa porque si no lo hacía lo echaba a la basura. 

Tras ese episodio decidí alejarme de él. Pasó mucho tiempo y ya en el terreno de la militancia, decidimos quedar como amigos, aunque esto fue una lucha constante para él. En una de esas discusiones dijo que haría lo posible porque me expulsaran de ahí, que haría tan imposible mi existencia que terminaría por irme. Eso esperaba él; sin embargo, decidí no hacerle caso y me quedé. Sus niveles de hostigamiento fueron demasiados y algunos de mis compañeros pueden comprobarlo, aunque dudo mucho que hablen.

Carlos Reyes es ese “compañero” a quienes todos estiman en el partido y la universidad, ese intelectual que escribe libros, que aparenta ser culto y educado en su circulo de estudios Pedro Zulen, y del que nadie creería ni la más mínima actitud de agresión. Hasta ahora en el partido le dicen “Carlitos” mientras se toman alegremente fotos con él. 

Meses después me enteré que nuevamente había sido agresivo pero esta vez lo fue con María, su nueva pareja, esto fue lo que me empujó a denunciarlo. 

Si bien no hice esto público, acudí a la dirigencia de mi partido para sentarla (adjunto denuncia).


Les expliqué las razones y lo despidieron del partido. Antes Carlos ADMITIÓ la agresión frente a la dirigencia (adjunto su correo de respuesta).

Pero eso no quedó ahí. Pasaron dos meses y volvieron a contratarlo sin ningún tipo de investigación sobre el caso. “Está pendiente”, me dijeron algunos compañeros. 

Seguí insistiendo e insistiendo frente a la inacción del Frente Amplio, pero lo único que recibí fue un correo de la Comisión de Ética del FA en el que me pedían “PROPORCIONAR LOS MEDIOS PROBATORIOS” que acrediten mi denuncia. Eso fue la gota que derramó el vaso. 

Si bien recibí el apoyo de algunos compañeros, otros prefirieron el silencio antes que dañar la imagen del partido. Otros optaron por protegerlo y algunos decían “pero si solo fue una cachetada”. 

Pero eso no quedó ahí. No solo NO lo sancionaron sino que lo “premiaron” con un excelente cargo en el partido. 

A más de un año y medio de mi denuncia quiero dejar las pruebas que acreditan lo que digo, la carta de denuncia hecha en el 2017, la respuesta en un correo de la Comisión de Ética del Frente Amplio en la que me piden pruebas y mi carta de renuncia a la que luego Carlos respondió en otro correo.

También adjunto la comunicación que hoy me hicieron llegar a las 2:00 a.m. los miembros de la “nueva” Comisión de Ética. Espero que ahora sí puedan hacer algo y no engañen a la militancia.

Que quede constancia también que tras enviar mi renuncia al correo de la militancia, fui expulsada de inmediato de la lista de mensajería, lo que representa la más grande humillación y bajeza contra una compañera que estuvo mucho tiempo apoyando al partido desinteresadamente y que guardó silencio esperando a que actuaran. 

Callé por consideración a muchos amigos pero no pude más. Mi agresor sigue burlándose de mí y sigue viviendo del dinero del Estado que todos pagamos con nuestros impuestos.

Quiero que quede constancia de que nunca golpeé a Carlos, no lo insulté ni lo humillé de ninguna forma. No tengo comportamientos agresivos así que Carlos Reyes no podrá defenderse de eso. 

Doy gracias a María, pues es la persona que hoy me da su respaldo, ese que penosamente no encontré de parte de todos mis compañeros del partido al que dediqué energía y años”.