No por gusto, el best seller del reelecto presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, tiene el título de Manual de superviviencia: el político socialdemócrata ha demostrado estar hecho de hierro o de bambú, pues en 2017 ha logrado vencer en las primarias de su partido a la candidata del stablishment, Susana Díaz. Además, el 1 de junio de 2018 logró lo que en 2011 parecía imposible: aprobar una moción de censura contra el entonces presidente Mariano Rajoy, una iniciativa que tuvo el respaldo de los independentistas catalanes y vascos. Y hoy, sumando 170 escaños con Podemos, y solo necesitando aparte a los vascos y cantábricos, ha logrado ser investido presidente, luego de diez meses en lo que fue acosado por la derecha para que convoque elecciones, a las cuales llamó luego de que el nacionalismo catalán no aprobara sus presupuestos, los más sociales de la democracia.

El apoyo de Podemos será fundamental. En la última semana, la formación de Pablo Iglesias creció cinco puntos en promedio, cuando al inicio de la campaña los sondeos le daban un máximo de 12%. No obstante, hay que reconocer que los conflictos en Madrid con Iñigo Errejón pusieron en riesgo dicha pequeña remontada, muy pequeña comparable a la del 2015. Hoy, si bien Podemos se lleva una victoria agridulce –pues podría formar gobierno con los socialistas– , deberá convocar a un tercer Congreso, en el que muy probablemente se disputen el liderazgo Irene Montero, la novia de Iglesias, e Íñigo Errejón, actual líder de la plataforma Más Madrid, y apoyado por la alcaldesa Manuela Carmena.

En 2016, las encuestas predijeron que Podemos sobrepasaría al PSOE, erraron. Hoy, las encuestas lanzaron amenazas de la subida de las tres derechas, conformadas por el Partido Popular, Vox y Ciudadanos, poniéndoles en conjunto 160 escaños en promedio. Erraron nuevamente, pues máximo tendrán 140 diputados. El haber ido separados, y el haber difundido un discurso de odio, les ha pasado factura. Otra particularidad, pese al ingreso de la ultraderecha de Vox, es el debilitamiento de la derecha tradicional. Albert Rivera no convenció con sus propuestas que apoyan el mercado sexual y la maternidad subrogada, muy lejanas del feminismo español, pero muy propugnadas por el progresismo latinoamericano, de manera paradójica.

No funcionaron los ataques de Rivera a Iglesias, donde señala que los Okupas tomarán las casas vacías, y el desempeño notable de Iglesias en los dos debates, inclusive defendiendo a Sánchez, beneficiaron al progresismo. ¿Pero cuál fue la clave? La participación, la que ronda en un 75%, cuando el promedio en España es de 65%

¿Y por qué hablar de este tema en un país tan lejano como el Perú? Porque el caso español es la evidencia de que cumpliendo nuestro deber cívico podemos evitar las propuestas trasnochadas. En el mundo de Trump, Bolsonaro y Salvini, la victoria de Sánchez es una excelente noticia, que podría impulsar gobiernos de corte popular en países como Reino Unido con Jeremy Corbyn, e incluso en Estados Unidos, como Bernie Sanders. La coherencia de Sánchez, su resistencia y obstinación, le valieron la reelección. El fascismo no es invencible, pero aún no ha sido derrotado. Vencer, convencer y participar es la clave. Mucha suerte a los amigos de la península ibérica, y a los migrantes latinoamericanos y africanos de España, que podrían verse beneficiados con los presupuestos más sociales de la historia europea.