Escribe Jeremías Gamboa

Hace cinco años, en 2016, como parte de la FIL Guadalajara que invitó a América Latina como “país invitado”, tuve un encuentro con un grupo de esforzados funcionarios peruanos que me explicaron todo el trabajo que implicaba candidatear al Perú para obtener el honor de ser el invitado en la Feria del Libro más importante de nuestra lengua: sus argumentos eran varios, pero recuerdo muy bien que uno era el brillante papel que desempeñó el Perú en la FIL de Bogotá (la tercera más grande), el segundo era la constelación de autores en activo que producían buenos libros, y en especial libros de escala internacional (es decir, una excelente oferta en un escenario tan importante) y la salud de la industria editorial peruana, graficada en el crecimiento de nuestra Feria Internacional de Lima. El más sugerente e inapelable de todos era este: 2021 era el año del Bicentenario del Perú. Recuerdo que estos funcionarios tenían fe en lograrlo. Y todos imaginábamos un escenario en el que lo mejor de la literatura y los libros del país pudiera brillar en Guadalajara.

Bajo el mando y “criterio” del ministro de Cultura, señor Ciro Gálvez, hemos caído en el papelón internacional. Hace unos días declaró que depuraría la lista porque era “aristocrática” y supusimos que incluiría autores regionales, escritores y editores de todas las partes del Perú que también escriben y publican libros. Sería una gran oportunidad para que conocieran un foro grande e interactuaran con los autores de recorrido, todo en pos de ir cerrando la brecha centrista y de género que hay en el Perú. Parece que no ha sido así. No sabemos aun los recorridos de las personas convocadas (ya la prensa se encargará de revelar sus méritos y sus relaciones con el quehacer editorial en las regiones del Perú) pero hemos asistido a la vergüenza inmensa de ver cómo se ha retirado o “desinvitado” a nueve a personalidades de impecables y reconocidas trayectorias como periodistas, ensayistas, críticos literarios y escritores. Entre ellos (Jorge Eslava, Carmen Mc Evoy, Cronwell Jara, Nelly Luna y Marcel Velásquez) hay un autor de alcance internacional (Renato Cisneros) y, en el colmo de colmos, a tres absolutamente notables e inapelables escritoras mujeres –las mejores de su generación– que además este año, con enorme esfuerzo, habían publicado libros con salida precisamente continental: Gabriela Wiener “Huaco retrato”, Katia Adaui “Geografía de la oscuridad” y Karina Pacheco “El año del viento”. Ellas eran y son parte importante del rostro de este país. Adaui auscultando heridas privadas con profundidad y calidad, Wiener reflexionando sobre el mandato colonial, la raza y la identidad chola y Karina Pacheco estableciendo una obra extensa y valiosa que instala a Cusco como su centro ficcional y de sentido. ¿Podría haber un peor criterio?

El Estado peruano, a través de esta lamentable caterva de funcionarios sin ideas de nada, acaban de embarrarnos en un soberano papelón internacional. A estas alturas ya han anunciado su renuncia a ser parte de la delegación nacional los escritores Juan Carlos Cortázar, Rafael Dumett, Mariana de Althaus y Alonso Cueto. Y es muy probable que en las próximas horas lo hagan más personalidades. Con esto, y debido a la pésima, insuperablemente pésima, gestión del ministro Ciro Gálvez, el Perú pierde su más importante oportunidad de cara a la comunidad internacional en términos culturales. El Estado no solo demuestra informalidad y ningún criterio técnico, lo que hará que resulte muy difícil que inviten al país a futuras ferias de este calibre, sino que lanza un mensaje brutal, otro más, contra el trabajo y la meritocracia. Las escritoras y escritores peruanos hemos labrado con mucho sacrificio una labor creativa y editorial sin mayor apoyo del Estado, y esa suma de esfuerzos solitarios de tantas y tantos peruanos, canalizados por una industria editorial pujante y una masa lectora ávida de cultura, fue la que consiguió la mejor plataforma para mostrarse al mundo. Ahora no solo es desatendida por el Estado sino atacada por él. No cabemos de indignación.