Películas sobre la inocencia o culpabilidad de alguien se han hecho por montones, pero pocas veces hemos visto la mirada de las mujeres en ellas. Por eso, lo que hace Justine Trier en “Anatomía de una caída” (ganadora de la Palma de Oro en Cannes) es espectacular.

En “Anatomía de una caída”, como en cualquier acusación, se pone en cuestión “la verdad”, y esta es construida a través de testimonios y pruebas, y si estas faltan, sobre la base de indicios. Y sobre estos testimonios, pruebas e indicios caen las miradas, llenas de prejuicios, de jueces, fiscales, jurados y medios de prensa que terminan decidiendo qué es la verdad, muy aparte de que realmente lo sea. Esta verdad, que se construye a través de múltiples personas, perspectivas y opiniones, termina dando lugar a algún tipo de justicia o injusticia.

En “Anatomía de una caída”, en donde una mujer está siendo procesada por lamuerte de su esposo, vemos un uso poco peculiar de la puesta en escena de cualquier juicio. Cuando la veía pensaba que acá, en un juicio latinoamericano, la acusada, por recomendación de la defensa, hubiera ido de blanco, tendría el rostro compungido y la hubiéramos visto llorar unas cuantas veces. La verdad, muchas veces, se tiene que actuar y la justicia es el resultado de una performance, que puede romper el cerco de lo mediático algunas veces y darle vuelta a la tortilla. Veamos el caso de Rosario Ponce, acusada de haber empujado a la muerte a su novio. Ella no lloraba y esa fue su condena. La opinión pública no podía aceptar que una mujer inocente no expresara dolor por la pérdida del amado, por lo tanto, solo podía ser culpable.

Trier, en esta ocasión, nos hace creer que es posible encontrar una verdad sin parafernalias ni disfraces y coloca a su protagonista con las generalidades que iban a recaer sobre ella, como es alemana, será fría, distante y no hablará bien el francés, como es una escritora de éxito, será pretenciosa y altanera, como está descontenta con su relación, será cruel y conflictiva, y cómo es una mujer libre, será infiel y bisexual. Todos los componentes para ir presa en el Perú, Latinoamérica y España.

Ejemplos tenemos por montones, hemos tenido dos grandes juicios mediáticos contra dos mujeres lesbianas, ambas condenadas a más de 20 años de cárcel, una ahora libre y la otra aún presa, pero pueden revisar en Netflix un par de documentales que cuentan con mayores detalles por qué las mujeres son condenadas por ser libres o lesbianas, como el documental “Las cintas de Rosa Peral” o “El caso Wanninkhof-Carabantes”. En el primero, Rosa es acusada del asesinato de su pareja por tener una vida sexual muy activa; en el segundo, Dolores Vásquez es acusada del asesinato de la hija de su pareja por ser lesbiana. La primera sigue presa, la segunda pasó muchos años en prisión.

Sobre la primera hay una serie en Netflix donde la construyen como un monstruo: “El cuerpo en llamas”; sobre la segunda, en HBO hay una miniserie más completa: “Dolores, la verdad sobre el caso Wanninkhof”. Sobre los juicios mediáticos pueden revisar la miniserie “Pesadilla americana” en Netflix, sobre cómo una mujer secuestrada y violada termina siendo procesada por la policía acusada de mentir basándose en los prejuicios que despertó la película “Perdida” (Rosamund Pike + Ben Affleck), y es gracias a una mujer policía que se logra revertir la condena contra ella, lo que nos recuerda mucho a la miniserie “Inconcebible”, también en Netflix, en donde una joven es acusada por la Policía de mentir luego de que denunciara que la violaron, lo que genera un trauma en ella y muchas violaciones impunes más, hasta que a una mujer policía le interesa el caso. Sobre la performatividad en los juicios pueden revisar “El caso boliviano” de Violeta Ayala, en donde tres mujeres noruegas son detenidas y condenadas por traficar drogas, , y tienen que aparentar lo que no son.

En el documental de Rosa Peral pueden ver un juicio demasiado parecido al de “Anatomía en una caída”, porque la misoginia no conoce nacionalidades.