De enero a junio de 2020 el Perú reportó 2457 mujeres desaparecidas, 1720 de ellas eran menores de 14 años, según el informe de la Defensoría del Pueblo. Esta data da cuenta de que 410 mujeres desaparecen al mes, 14 al día, es decir, cada dos horas se pierde el rastro de una mujer.

La pandemia, evidentemente, ha generado una mayor vulnerabilidad en estas mujeres y en sus familias, pues si antes las fuerzas policiales deslegitimaban y se negaban a buscar a las mujeres, en estos tres meses que duró la cuarentena, en donde desaparecieron cerca de mil cien mujeres, no se hizo nada por encontrarlas, enfocados en vigilar que nadie incumpla las medidas de seguridad sanitaria.

Pero en el Perú no desaparece cualquier mujer, desaparecen mujeres pobres, y son sus familias, pobres también, las que tienen que buscarlas frente al abandono del Estado para hacer algo por hallarlas. En un país civilizado con instituciones que realmente funcionan, cada desaparición de una mujer movilizaría todos los esfuerzos posibles para encontrarla, aquí, las desaparecidas terminan apareciendo muertas o nunca, por desidia, por desinterés, por negligencia, por desprecio a la vida de las mujeres, ya sea adulta o niña; mientras sus familiares son revictimizados, teniendo que penar en soledad a través de trámites burocráticos y precariedades varias.

Otro punto crítico es la forma en que las niñas desaparecidas doblan el número de las mujeres adultas. ¿En dónde están todas ellas? ¿Por qué desaparecen tantas? ¿Qué intereses hay detrás de sus desapariciones? Todo señala que la trata es una de esas respuestas que hasta ahora nos negamos a ver, ya sea en Madre de Dios o un distrito populoso de la capital. Cientos de niñas son atrapadas por redes de explotación sexual rompiendo todos sus lazos sociales y familiares para pasar a encadenar un circuito de deshumanización y desesperanza.

Si las desaparecidas no son una prioridad, ¿qué lo puede ser? Estamos hablando de la vida o la muerte de mujeres. El Estado tiene que hacer todo lo posible por cercar a la muerte para que no siga llevándose a las nuestras.