Por Carol Castillo

Si bien el Estado, a través del Ministerio de la Mujer, puede estar buscando articular y atacar la violencia contra las mujeres desde diferentes ángulos, debería elegir mejor a sus aliados. La situación crítica actual de las peruanas no va a ser solucionada con grupos de autoayuda o placebos religiosos, se necesitan políticas reales conscientes de la desigualdad de género. Mucho menos van a ayudar figuras públicas como Gisela o Yuri, quienes abiertamente desmedran y son ignorantes de la labor feminista en el Perú.

Estos personajes saben muy poco de feminismo, pero se atreven a decir que este es “antihombres”, generando no un avance en la lucha contra la violencia hacia nosotras, sino una polarización con las feministas, quienes desde hace décadas vienen luchando para visibilizar la violencia de género, su origen, sus causas y sus consecuencias. Y esta polarización alimenta la violencia que ya viven, no solo por ser mujeres, sino por confrontar activamente a un sistema que las quiere en silencio. Estas declaraciones solo nutren al machismo, que nos quiere ver peleándonos entre nosotras por quién ama más o menos a los hombres, en lugar de estar unidas con un fin en común: que ninguna mujer más viva con miedo.

La lucha feminista es hermosa y muy antigua. Tuvimos a María Elena Moyano en los ochenta y ahora a Arlette Contreras e innumerables organizaciones y activistas ayudando a niñas y mujeres. Fueron activistas feministas las que promovieron leyes a nuestro favor en las calles y desde sus propias profesiones enfrentándose a discursos religiosos, machistas y fundamentalistas. Fue un movimiento feminista contra la violencia a las mujeres quien congregó la mayor marcha que ha tenido el Perú en su historia: #NiUnaMenos, y son ellas las que siguen luchando para que las mujeres vivan.

Es totalmente válido querer ayudar a otras mujeres como creemos que es mejor para ellas, pero para eso no es necesario ir aplastando a quienes no piensan como una. Para ese trabajo ya tenemos al patriarcado. No les hagamos la chamba.