Estamos en confinamiento obligatorio, y en momentos de crisis, de desesperación y de incertidumbre como estos, la gente suele acordarse de la Divinidad; sea para acusarle de ser responsable de las desgracias que suceden, porque las manda como castigo o como un ejercicio de poder o sea para pedirle el milagro que detenga las calamidades o para que libre individualmente de las desgracias generales.
En todo el mundo las mujeres luchan por sus derechos y uno de ellos es poder decidir legalmente sobre la continuación o la interrupción de un embarazo. ¿Está molesto Dios con la humanidad y especialmente con las mujeres por eso? ¿Está castigándonos por esa causa y por la batalla por los derechos a la eutanasia y a la identidad de género? Muchos dioses autoritarios seguramente odian la libertad, la capacidad de crear y amar de los seres humanos, especialmente de las mujeres; pero esos dioses, sus voceros y las instituciones que los siguen no me interesan y no creo que deban interesarles a tod@s l@s que luchan por sus derechos y por tener un mundo más justo. Creo que la Divinidad, a la que Jesús llama Abbá (o papito) está del lado de las personas que sufren, de las personas discriminadas, de las personas que trabajan por sociedades equitativas. Ese Abba conoce el corazón de las personas que ya no soportan el dolor, conoce a l@s que se sienten presas por una identidad que les han asignado que no l@s representa, conoce el corazón de las mujeres que deciden abortar y las entiende y las consuela.
Las personas a las que les gusta leer, encuentran en la Biblia muchas historias donde grandes e importantes héroes de la fe han recibido la orden de “Dios” de matar a niñ@s, mujeres, hombres o incluso de cometer genocidios. Y esos criminales fueron posteriormente “bendecidos” porque esas muertes estaban justificadas por las leyes o costumbres de la época. Que eso esté contado de esa manera “positiva” no nos autoriza a pensar que Dios estuviera de acuerdo. Ahora sabemos que eso estuvo muy mal porque nuestra experiencia, nuestra sensibilidad y nuestras convicciones así nos lo dicen, independientemente de lo que podamos leer en un libro “sagrado”.
Todos los seres vivos tenemos una serie de derechos, simplemente por habitar esta tierra y hay que tomar en cuenta esto respecto a la eutanasia, por ejemplo; puede ser un acto de amor, interrumpir el sufrimiento extremo de un cuerpo que ya no va a sanar y que se va deteriorando lenta, pero inexorablemente. El aborto es muy distinto porque en todos los tiempos y en todas partes han abortado las mujeres cuando lo han considerado indispensable y Jesús nunca las condenó por eso. Luchamos en todos los frentes para que una buena educación sexual nos permita decidir sobre nuestra actividad sexual, para que el acceso a métodos anticonceptivos no sea patrimonio de las personas que tienen dinero y para que el aborto sea legal en todos los casos. Ahora mismo miles de mujeres mueren por abortos mal hechos o quedan con graves secuelas, sobre todo adolescentes y eso es un escándalo que ofende a un Dios de amor.
Este 7 de marzo, mujeres cristianas marcharon con su pañuelo verde y eso no es una contradicción porque creemos que Jesús nos acompaña en esos trances y sabemos que un embrión no es una persona. Las mujeres nos preparamos para embarazarnos y sangramos cuando no sucede, mes tras mes, año tras año; siempre estamos dispuestas a dar vida y un aborto no cambia eso.
Pero aceptar ser madre es algo demasiado importante y personal para que nos sea impuesto, por eso la maternidad debe ser voluntaria; hasta en la historia de la Virgen María, Dios le da la opción de rechazar este destino, porque ser madre es cambiar tu destino y nadie que no sea la misma mujer puede decidirlo.
El Dios de Jesús nos acompaña en estos momentos difíciles de esta epidemia, que son producto de nuestras propias acciones, el Dios de Jesús no mata viejit@s para darnos “mensajes”, sino nos da esperanza que junt@s saldremos adelante. El Dios de Jesús nos ama como la madre más amorosa y comprensiva y quien nos diga que no es así, nos está mintiendo para someternos por el miedo y la culpa, pero no lo van a conseguir porque somos creyentes y feministas.
Foto de portada: Priscila Barreda.