Gritos, insultos, humillaciones, amenazas, amedrentamiento, hostilización y mucha misoginia es lo que han tenido que enfrentar las alumnas de Comunicaciones de parte del profesor Jorge Ramos de la Flor desde hace veinte años, lo que ha generado que muchas de ellas vieran su calidad educativa disminuida, sus esfuerzos estudiantiles obstaculizados e incluso que muchas no quieran volver a la universidad a sustentar la tesis puesto que este profesor sería el encargado de aprobarlas.

Ramos de la Flor tiene 75 años y ya no debería estar enseñando en las universidades según reglamentos de Sunedu. Tiene antecedentes de agresión física, psicológica y verbal, pero todas las denuncias que se le han hecho nunca procedieron. En 2009, las alumnas sostienen que encubrió al profesor Rubén Mejía, acusado de acoso sexual a una alumna. 

¿Cómo es posible que por 20 años este profesor haya agredido a tantas alumnas y la universidad no haya hecho nada al respecto? ¿En 20 años no fue posible señalar sus faltas para que deje de violentar a las estudiantes? ¿En 20 años ninguna autoridad alzó su voz de protesta para que este individuo deje de violentar a las alumnas? ¿Por qué tanta connivencia y complicidad con un sujeto abiertamente violento con las mujeres?

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En el video presentado por el colectivo Jauría podemos escuchar los testimonios de algunas estudiantes agredidas por este profesor. 

Mercedes, estudiante de comunicaciones hasta el 2010, sostiene que un profesor la acosaba, hablaba mal de ella cuando el director de la Escuela de Comunicaciones era Ramos de la Flor, y este no hizo nada porque ambos eran muy amigos. Ramos le enseñaba el curso de Epistemología y el lunes 20 de  julio de 2009, luego de soportar malos tratos, le dijo que él no tenía por qué gritarle ni insultarla, a lo que este respondió cancelando la exposición de sus compañeros, gritándole diciéndole que ella era la culpable de perjudicarlos, y negándole la posibilidad de un examen sustitutorio, añadiendo que ella iba a la escuela a sobonear a los profesores. Cansada de su abuso de autoridad y del hostigamiento del otro profesor, ingresó un documento pidiéndole a la decana que intervenga, pero no encontró solución, luego de varias semanas la decana le indicó que hablara con Ramos y llegaran a un acuerdo cordial.

María narra que se refería de forma muy hiriente a sus compañeras, que eran particularmente mujeres con las que él se ensañaba, y que cuando una compañera le respondió, él se le acercaba todo el tiempo para intimidarla. A ella la amenazó diciéndole que la iba a mantener vigilada.

Luisa cuenta que Ramos de la Flor la hizo pararse delante del salón para que pida perdón por su actitud, humillándola. A Juana la jaló del brazo hasta sacarla del salón y le recriminó diciéndole que no había aprendido a saludar y que no le habían dado educación, de forma sarcástica. Al ingresar al salón él la obligó a saludarlo de nuevo y saludar a todos sus compañeros. Y a Lucero se le acercaba 10 centímetros de su cara para amedrentarla.

Con todos estos antecedentes y denuncias, ¿no es hora de tomar cartas en el asunto?