La xenofobia que ha despertado la llegada de los más de 800 mil venezolanos es una constante en nuestro país. La percibimos en los medios de comunicación, en los discursos de los políticos y de las figuras públicas y hasta logra abrirse paso en nuestro entorno social. En ese amigo que se queja por la falta de trabajo debido su arribo sin siquiera considerar la explotación de la que pueden ser víctimas o en esa compañera de clases que, basándose en estereotipos machistas y xenófobos, juzga a las mujeres venezolanas por su forma de vestir y actuar. Sin embargo, estas mujeres constituyen uno de los grupos más vulnerabilizados en nuestro país. Una realidad de la que muy pocas personas están dispuestas a hablar.
En el Perú, la totalidad (100%) de mujeres venezolanas que aquí residen afirman haber sido víctimas de algún tipo de violencia, ya sea sexual, física, verbal o psicológica. Así lo evidencia un estudio sobre la violencia de género publicado en el 2019 por el Centro de Atención Psicosocial (CAPS). Sin duda, una cifra que expone la precaria condición en la que deben desenvolverse estas mujeres. Y es que, como muchas de nosotras sabemos, la violencia de género no siempre viene de nuestras parejas; sino que está presente en las calles, en nuestros centros de trabajos e incluso en las instituciones educativas a las que asistimos.
La situación de vulnerabilidad de las mujeres venezolanas se agrava aún más cuando, en el mejor de los casos, ellas no cuentan con más documentos que sus pasaportes y visados; ya que esto puede derivar en acciones que ponen en riesgo su desarrollo laboral y económico como el no acceder a la convalidación de sus estudios o no poder postular a trabajos que brinden todos los derechos y beneficios de acuerdo a lo que indica la ley. Situaciones que muchas veces las obliga a aceptar trabajos que no garantizan su seguridad, tanto física como emocional.
Así, además de la xenofobia, la violencia machista se convierte en uno de los principales enemigos de estas mujeres. Un tipo de violencia que hasta la actualidad ya nos ha arrebatado a 126 peruanas. Imaginemos entonces cómo esta repercute en el día a día de las venezolanas que viven en el Perú. Mujeres que se encuentran en un país que ni siquiera conocían hasta antes de su llegada, sin documentos que las respalden y sin un sistema de apoyo con el cual contar, muchas incluso con una familia en Venezuela que depende de ellas para salir adelante. Un país que las recibe con prejuicios y falta de empatía, con proposiciones lascivas cargadas de machismo y xenofobia que solo logran vulnerar aún más sus derechos.
Y tal vez es esperar demasiado de un estado que ni si quiera es capaz de garantizar la seguridad de las mujeres que nacieron en él, pero no tendría que ser así. El gobierno debería contar con políticas de protección para mujeres en esta situación de vulnerabilidad y, sí, es cierto que una de las soluciones principales para erradicar esta problemática sería realizar el trámite de estos documentos; sin embargo, también hay que ser conscientes de que esto demanda tiempo y dinero, cosas que evidentemente las mujeres venezolanas no tienen y por las que, en primer lugar, se vieron obligadas a dejar su país.
Quizá la falta de empatía empieza a nublar nuestro juicio, pero dice mucho de nuestro país que se genere más indignación por la falta de estos documentos que por los feminicidios de estas mujeres. Podemos deportar a todas las venezolanas y a extranjeras; pero ellos seguirán engañándonos, acosándonos y asesinándonos. Y es que podemos cerrar todas nuestras fronteras, pero la xenofobia y el machismo siempre se quedan.
Recursos multimedia
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