Luego de la migración venezolana al Perú, incentivada no solo por la crisis económica que atraviesa el gobierno de Nicolás Maduro, sino por las interesadas puertas abiertas del expresidente Pedro Pablo Kuczynski, quien buscaba ser el representante latinoamericano del liberalismo antichavista, ha generado que surja en el Perú un creciente sentimiento de xenofobia, producto, entre otras situaciones, de las malas condiciones laborales en la que ya estaban los trabajadores peruanos, que vienen siendo reemplazados por mano de obra aún más barata, y del continuo morbo que levantan los medios de comunicación acerca de los hechos delictivos cometidos por algunos venezolanos, que no son la mayoría, pero que sirven para encajar en un continuo de crisis institucional, social, política y geopolítica, en donde todos intentan sacar su parte del pastel con una diversidad de conejillos de indios a los cuales culpar.
En pleno proceso de “elecciones” de cinco integrantes del Tribunal Constitucional, y con candidatos cada uno peor que el otro, El Comercio ha dedicado un gran espacio de su diario impreso y su web a resaltar cuáles son los atributos de los delincuentes venezolanos. La nota no tiene pierde: destila xenofobia en todos sus párrafos, de forma irresponsable y poniendo en riesgo la vida de miles de venezolanos que han venido a trabajar al Perú de forma honesta para ayudar a sus familias.
Vamos a ir analizando cada una de las intencionalidades del diario respecto a la situación de los venezolanos en el Perú, empezando por el titular, que recoge una frase de un “experto”, según el diario, un “reputado” criminólogo de Venezuela, el uso del adjetivo no es casual, intenta generar una reacción de autoridad hacia sus declaraciones, como la recogida en el titular “Los delincuentes venezolanos normalizaron la violencia y la insensibilidad”. Aquí lo más relevante no es lo que se dice del sujeto, sino el sujeto mismo: “delincuente venezolano”. De pronto, la delincuencia tiene una nacionalidad, y es sobre esta nacionalidad en la que recaen los siguientes atributos: violencia normalizada e insensibilidad. Ni siquiera se dan el trabajo de colocar que esas suelen ser características comunes de cualquier delincuente.
En el primer párrafo, según el periodista Roger Zuzunaga, desde los 90 en el Perú se “sabía” que en Venezuela te mataban por unas zapatillas, ahora, en tiempos “modernos”, ellos matan por un celular. Ahora, por la economía, “se mata por comida”. ¿Alguna diferencia con cualquier otro país en donde la situación económica genera grandes márgenes de precariedad?
En el segundo párrafo citan al Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), para nuevamente refrendar que es “la ONG más reputada” en temas de seguridad. Nuevamente una apelación a la autoridad y al estatus .
En los siguientes párrafos se despliegan los mayores lugares comunes que se puedan decir sobre la delincuencia, aquí o en Asia (nótese las negritas en Venezuela), así también una serie de prejuicios y estereotipos contra las personas jóvenes y pobres:
“En las sociedades esa acción normalmente está limitada por un conjunto de ideas, valores, ética, temor al castigo, etc. Pero en Venezuela, esas mediaciones sociales se cayeron. Entonces, el pasaje al acto es muy pronto. Los delincuentes están acostumbrados a matar muy rápidamente”.
Los delincuentes son jóvenes:
“Briceño-León explica que son jóvenes de entre 15 y 30 años; después de esa edad están muertos o cambian su forma de ejercer el delito“.
Los delincuentes son hombres:
“Si bien puede haber algunas mujeres, y recientemente hay una incorporación de estas a funciones más allá que de ser compañeras, en general tienden a ser hombres los que actúan en las bandas”.
Los delincuentes son pobres (nótese las negritas en Venezuela):
- “Los delincuentes de cuello blanco pueden provenir de otros sectores sociales, pero el delincuente violento viene de los sectores pobres del país. Estos rasgos son quizá los mismos que uno encuentra en las víctimas de homicidios en Venezuela”.
Para explicar la crueldad de algunos actos delictivos sostienen que hay una “perversión del criminal venezolano” debido a su contexto social, el elogio a la violencia y a la delincuencia, y acá viene el titular: “Los delincuentes normalizaron la violencia y la insensibilidad ante el dolor de la víctima”.
El uso de las imágenes gráficas también tiene el objetivo de generar estigma contra los venezolanos: odio, desprecio, racismo y miedo. Esto incide directamente en la vida de las y los venezolanos, las precariza, las pone en riesgo continuo y les evita alcanzar calidad de vida, lo que se termina convirtiendo en un círculo vicioso contra ellos.
Sobre los descuartizamientos, que en el Perú podrían contarse por decenas desde hace décadas, sobre todo contra mujeres y LGTBI, señalan que “es fundamentalmente un mensaje enviado a otras personas, a los cuerpos policiales o a los rivales” (eso Rita Segato ya lo había dicho hace 20 años por los feminicidios en Juárez).
Según estos “investigadores”, los venezolanos “han traído delitos como el robo de Rolex o el descuartizamiento como escarmiento” (¿?). Cuánta ignorancia.
Para finalizar, el reportaje señala que la policía ya tiene el perfil del criminal venezolano: marcada hostilidad, violencia, falta de empatía y respeto por el dolor de sus víctimas, frío, calculador, impulsivo, no tiene remordimientos ni sentimientos de culpa.
Parece el perfil de cualquier congresista fujimorista. Ahora que hagan el perfil del periodista mediocre, del político corrupto y del diario sin ética, para seguir familiarizándonos con este tipo de noticias.