Cuando tenía 18 años mi hermana mayor me enfrentó, me obligó a confesar que en el colegio yo me había enamorado de una chica. Pensé que al decirle podría entender todo lo que sufrí en esa etapa de bullying y ayudarme, pero no… Ella decidió desde ese entonces chantajearme de la forma más vil o le diría a mis padres sobre mi orientación sexual y que me odiarían.
Durante años tuve que callar la violencia que vivía con ella, sentía que poco a poco mis ganas de vivir se esfumaban y la culpa que sentía sobre mi identidad no heterosexual aumentaba, mi propia hermana estaba matándome…
La familia debería ser ese lugar seguro para muchos adolescentes y jóvenes que descubren su sexualidad y no deberían transformarse en nuestro principal asesino. Lo que pasó con MHP de 17 años, asesinado por su padre, es indignante y doloroso, la homofobia fanático-cristiana está matando a sus propios hijos cuando hace algunos meses gritaban #Conmishijosnotemetas.
¿Cuántas víctimas tienen que ser para que el Estado pueda legislar políticas públicas que garanticen nuestras vidas? Es necesario una educación con enfoque de género para que estos futuros ciudadanos y ciudadanas aprendan que la diversidad sexual existe, existimos y merecemos vidas dignas como cualquiera y nos dejen de mirar desde el odio y la ignorancia.
Texto de Bruno Montenegro