Le cuesta mucho a Guido Bellido dejar atrás esa homofobia con la que ha venido cargando tanto tiempo, afianzada en su ámbito político, con un líder que legitimaba esas emociones en él y en sus seguidores. Es tan fuerte cómo se interioriza la homofobia, que incluso en el momento más importante de la vida de cualquier político, presentándose ante el Congreso de la República, es incapaz de levantar el vuelo y comportarse como un hombre de su tiempo, y no como alguien anquilosado en el pasado.

Y aunque el hecho quedó rezagado por el racismo del Congreso, que se negaba a escucharlo hablar en quechua, un idioma tan discriminado, hablado por personas tan discriminadas, no pasó desapercibido para los interesados en uno de los tantos temas que han perseguido a Bellido desde que asumió el premierato, en una decisión fuertemente cuestionada por derecha e izquierda.

Bellido, en su presentación para que se le diera la confianza a su gabinete, decidió omitir la frase “orientación sexual” y cambiarla por “diferentes expresiones”. Conscientemente, Bellido omitió a una comunidad históricamente vulnerada como a la que él pertenece. Conscientemente, pues no omitió a las otras que estaban en su discurso, mencionó textualmente a las y los afroperuanos, a los tusán y nikei, a los descendientes migrantes, a las y los afectados por la exclusión, el clasismo y la discriminación, y al momento de mencionar a la comunidad LGTBI, su mente distorsionó el mensaje para colocar una frase que a él le parecía mejor, una frase infeliz, pues largamente el movimiento pro derechos humanos ha mencionado que las diversas expresiones, las discriminaciones de “otra índole”, tienen que ser mencionadas.

Bellido decidió no hacerlo, y seguramente se ganó un apretón de manos de Aguayos y Muñantes, de Tudelas y Montoyas, que igual lo despreciarán, por más homofobia que compartan juntos.