La solidaridad, la cooperación, la colaboración global y las acciones conjuntas sustentadas en el pensamiento colectivo no son solo ideas bonitas que deben inspirarnos en estos momentos y que nacen de nuestro lado más sensible y humano, sino que son las acciones más racionales e inteligentes que en esta coyuntura deben regir. No se trata de ver de manera romántica que debemos estar juntos y juntas, sino que se trata de entender que es la única forma en la que vamos a salvarnos y sobrevivir. 

Ese modelo del individualismo apremiante que te hace creer que el pobre es pobre porque quiere, simplemente no funciona, y hoy ha quedado más que claro; no obstante, al ser este modelo el que rige actualmente el común de las sociedades, sobre todo de aquellas más mercantilistas, corresponde una verdadera revolución humana. 

Desde hace mucho, los Estados han priorizado la dinamización de la economía a costa de la calidad de vida de sus habitantes. De pronto ese elemento constituyente del Estado, llamado nación, pasó a ser el más olvidado, porque hasta el grupo humano con mayor poder político y económico no ha tenido calidad de vida digna y hoy, en medio de esta crisis por el coronavirus #Covid19, se ve igual de expuesto que los mendigos y pueblos explotados a los que siempre han ignorado. 

La pandemia mundial, si bien ha puesto en evidencia las profundas desigualdades existentes en las distintas sociedades, sobre todo en aquellas que promulgaban el éxito de su modelo económico que vemos ya que tan exitoso no es, también ha permitido dar una gran dosis de “ubicaína” a la población, en tanto ha quedado claro que ni aunque tengas una ostentosa cuenta bancaria has de poder salvarte. 

La revolución humana tiene que darse ya, y esta debe ser entendida en el sentido más puro y bueno de la palabra. La revolución no debe ser sinónimo de catástrofe o desgracia, tal vez lo será para los bolsillos de algunos, que estos momentos sabemos valen una nada, pero que no equiparan el valor de la vida en sí misma.  No existe mayor momento oportuno que este para cambiar esas estructuras sociales basadas en la injusticia que nos han acompañado desde siempre, necesitamos revolucionarlo todo para recuperar eso que se había perdido, el real valor del ser humano, su esencia, sus derechos y su razón, la misma que debe estar exenta del monetarismo contaminante.

El que el mundo y nuestras vidas no volverán a ser iguales no es una frase más, es algo real, pero debemos entender que debe ser para mejor. Atravesaremos una crisis muy aguda de adecuamiento, pero debe quedar en claro que ninguna actividad económica que hoy se encuentra en cese puede retornar con prácticas naturalizadas de violación de derechos humanos y fundamentales, como tampoco puede existir ninguna que pueda volver a operar dañando el medioambiente y a las demás especies. Volver para seguir destruyendo y destruyéndonos es realmente impensable, irresponsable y hasta estúpido. 

La pandemia ha hecho lo que miles de gritos y sufrimientos humanos no han podido, ha logrado frenar la horrenda forma en el que mundo, los seres humanos y la naturaleza estaba siendo tratada. Pues ese entendimiento distorsionado de la libertad ha permitido que cada quien haga lo que le dé la gana, aunque eso derrame sangre.

En estos momentos resultará fundamental internalizar que el pensamiento individualista nos llevará al fracaso, corresponde actuar entendiendo que coexistimos y que nuestra forma de ser, hacer y pensar tiene impacto en las y los demás. 

No sean tan necios de pedir mano dura y promover el reinicio del mundo sustentado en dictaduras estatales porque simplemente fueron lo suficientemente inútiles para no colaborar en las políticas públicas de salvaguardia de la salud y la vida. Mejor usen la razón y entiendan que la crisis no es un juego y que hoy necesitamos sabernos de la manera más humana posible. 

Mientras la crisis continúe, ten la mínima actividad de inteligencia humana para poner todo de tu parte en hacer que el contagio no se extienda más y más. Esta vez tu egoísmo no generará beneficio alguno, ni para ti mismo/a, pues “nada más y nada menos” provocará la muerte de vidas humanas. De ti depende.