Mayo es conocido como el mes de la madre. En año anteriores, la propaganda para regalar “a mamá” nos atosigaba apenas había pasado Semana Santa, pero ahora, inmersos en una epidemia feroz, que mata a l@s pobres en la puerta de los hospitales desbordados o l@s mata de hambre, o caminando a sus regiones, o por otro lado, mata a l@s enfermer@s y médic@s por falta de equipos de bioseguridad adecuad@s, esto no se puede dar. Sin embargo, este domingo 10 de mayo se celebra el Día de la madre y se ensalzarán los valores heroicos de los que hacen gala muchísimas madres.

No se niega que es importante reconocerles, pero también se debe tener en cuenta que este ensalzamiento es una trampa del patriarcado y del capitalismo para vender más,  para que las mujeres olviden cómo se les somete y se les relega constantemente, además romantiza el aprovechamiento de su trabajo de cuidado con el argumento de que lo hacen “por amor” o porque es su “vocación”. Como dice Esther Vivas, en su excelente libro Madre desobediente: “La mujer desaparece detrás de la figura de la madre”.

Se “santifica “ a las mujeres cuando son madres, pero a la vez se les achaca solo a ellas toda la responsabilidad frente a lo malo que les pueda pasar a sus hij@s. La madre es siempre culpable esté o no esté presente y aunque otras personas (padre incluido) hayan tenido el encargo de cuidar a sus hij@s.

La maternidad es compleja, rica y variada. En las ciudades existen cada vez más mujeres que deciden no tener hij@s, estén emparejadas o no. Hay también mujeres que maternan solas, sea porque se separaron del padre de sus hij@s, sea que el hombre desapareció, sea porque lo decidieron así. Hay otras mujeres que crían a l@s hij@s junto con otras mujeres: abuelas,  hermanas, tías, etc. También hay parejas de mujeres lesbianas que tienen hij@s, o parejas de mujeres transexuales con hij@s.  Hay madres por amor sea en una adopción legal o sea porque acompañan las vidas de otras personas de manera especial, como las madres trans. Además, en nuestros pueblos originarios existen otras formas comunitarias de maternar y todas estas formas constituyen una familia y ser “madre” totalmente válidas.

Las iglesias han usado la maternidad, y todo lo relacionado a la capacidad de procrear para controlar a la mujer y relegarla al hogar, bajo la tutela del esposo. La maternidad, dicen, solo es aceptable dentro de un matrimonio. Si el placer sexual de la mujer ya es algo que no debería existir, el ejercicio libre de la sexualidad de una madre es algo casi escandaloso y su único justificación sería tener descendencia y solo dentro del matrimonio. Un ejemplo de ello es la Virgen María, cuya mayor virtud es no haber tenido nunca sexo con un hombre.

En la Biblia, en el relato del Génesis 2, Dios maldice a Eva por comer del fruto del bien y del mal y darle a Adán. “Tantas haré tus fatigas cuanto sean tus embarazos, con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará”. Lo que ha llevado a que muchas personas interpreten que la maternidad es un castigo. Pero, una maternidad deseada, con todos los problemas y renuncias que implica es fuente de profundas alegrías y no debe considerarse un castigo. Esta historia de la maldición de Eva, como muchas otras, se trasmitieron oralmente por generaciones y explicaban la realidad que Israel vivía, pero fue recién cientos de años después que se escribieron algunos de estos relatos, modificándolos de acuerdo con lo que los líderes pensaban que el pueblo necesitaba para esa coyuntura. Nos han llegado fragmentos de ellos y esa es la base de la Biblia actual.

Nos toca a nosotr@s, seguidor@s de Jesús, y como comunidad, no repetir como papagayos, sino hacer el mismo ejercicio de reflexión que hicieron este y otros pueblos antiguos: ver nuestra realidad, ver a nuestra gente y preguntarle a Dios y preguntarnos a nosotr@s mism@s, cómo podemos tener una vida sana, libre y feliz,  donde tod@s podamos realizarnos con todos nuestros dones. Ese fue el proceder de Jesús, actualizando las enseñanzas de su tradición y reinterpretándolas a partir de su encuentro con toda clase de personas, especialmente las marginadas de su sociedad.

“La maternidad será deseada o no será” gritamos las feministas y eso implica no solo exigir el derecho a un aborto legal y seguro, sino también que el Estado debe ofrecer una educación que promueva la capacidad de tomar decisiones informadas al respecto y debe garantizar medidas económicas que permitan a las madres (y padres) un empleo justamente remunerado. ”Niñas, no madres” significa que ninguna niña deba ser obligada a llevar un embarazo. La propaganda le canta a las madres “perfectas”, pero todavía para muchas mujeres ser madre implica muerte, dolor y lucha y tener que asumir una vida que no eligieron, siendo una vez más resilentes.

Jesús acompaña y consuela, pero también habla de una sociedad donde hay justicia y amor. A eso le llama Reino de Dios, pero existen otros nombres para ese profundo anhelo que guía nuestro actuar, también en relación a las maternidades: una nueva humanidad, la utopía… Que todo los días sean felices para las madres en toda su diversidad y que Dios, que también es madre, nos acompañe en este camino de buscar una nueva sociedad.