Comienza la campaña electoral, a propósito de las elecciones congresales de enero de 2020, y ya vemos a diversos personajes de todo tipo, que van haciendo su aparición, oportunista, por cierto, ante la escena pública. Puntualmente se me apetece comentar sobre el caso de Julio Guzmán.
Este último fin de semana se llevó a cabo en la ciudad de Trujillo el encuentro morado, en donde un grupo, nada despreciable de personas, asistieron a hacerle hurras a su líder Julio Guzmán, lo cual se ha materializado en un video que ha generado diversas reacciones, la mayoría muy cómicas, por cierto, comparándolo con un coach empresarial, con un vendedor de productos sustentados en inversiones piramidales o incluso con un pastor religioso que predica de manera risible la palabra de Dios. Sin embargo, más allá de la risa que genera este señor con su forma de hacer política, sí merece hacerse una revisión a lo que viene realizando, en tanto puede llegar él o la gente que lo rodea a ejercer función pública estatal, lo cual resulta preocupante.
El señor Julio Guzmán tuvo una participación con aceptación social en el año 2016, con la clásica imagen de quien solo ve las cosas positivas, aunque el mundo se esté cayendo; no obstante, no hemos sabido de él ante los distintos acontecimientos políticos y sociales críticos por los que atravesaba el Perú, en donde se necesitaba la mayor participación posible de líderes que convoquen a la ciudadanía a seguir fortaleciendo la democracia.
Las situaciones caóticas de los últimos tiempos se manifestaron de muchas formas y solo por enunciar algunas podemos mencionar la cooptación del Legislativo por parte Fuerza Popular, como gran obstaculizador de toda acción del Ejecutivo, que posterior a ello generó una gran crisis de gobernabilidad e insatisfacción popular. Los grupos de la corrupción se aliaron con los grupos fundamentalistas y bloquearon las políticas públicas en educación y demás que buscaban ser herramientas de lucha contra la violencia de género. Asimismo, las y los peruanos fuimos testigos del indignante otorgamiento del indulto al criminal Fujimori, que aunado a los kenjivideos, despertaron la acción social masiva que promovió la renuncia de Kuczynski. Pero además, se difundieron audios que revelaban la forma cochina y corrupta de la administración de la justicia en el Perú, de cómo se podía incluso negociar la libertad de pedófilos violadores y cómo se realizaban robos escandalosos que se bañaban de permanente impunidad, lo que ocurría en sintonía con las investigaciones fiscales que permitieron el inicio al destape de los actos de corrupción asociados a Odebrecht, que ponía en evidencia la inmundicia moral que ya sabíamos, que conllevó a que personas todopoderosas como Keiko Fujimori pisen un penal.
Esto y mucho más ha ocurrido en los últimos tres años en el Perú, hechos que no han sucedido ajenos a la intervención de la sociedad civil organizada que se ha manifestado de diversas formas en defensa de la patria y de la democracia, en donde miles hemos dejado en clara nuestra indignación y hemos realizado acciones contundentes para salvaguardar los intereses del país. Durante todo este tiempo, en donde era de valientes emitir una opinión aún yendo en contra de las y los poderosos, hemos visto la participación de diversos personajes políticos que incluso no eran entre sí afines en sus ideologías, pero sí consecuentes con principios básicos de la democracia, pero en ninguno de estos casos Julio Guzmán estuvo presente, nunca participó y nunca fue un actor político fuerte para defender la crisis democrática.
Guzmán no es un personaje nuevo, se trata de un exfuncionario y de un excandidato a la presidencia; sin embargo, fue indiferente y se mantuvo ausente mientras el país se derrumbaba y tratábamos de levantarlo. Él es de esos típicos políticos de los que ya estamos hartos y hartas que aparecen solo con fines electoreros y que no se la juegan por el país durante todo el tiempo, asumiendo los riesgos que eso implica en los momentos más determinantes. Guzmán ha sido un calculador muy astuto, que no ha sido capaz de pronunciarse en momento críticos porque aún no sabía lo que ello traía y prefirió mantenerse al margen para no cargar con los pasivos que podría generarse, sin embargo, cuando en medio de ese caos institucional vestido de corrupción se logra cerrar el nefasto Congreso de la República, aparece con su ridícula sonrisa hipócrita de la manera más oportunista posible para decirnos que se la quiere jugar por el Perú. Y esto no es lo que queremos en este proceso de limpieza de la política.
Ha habido diversos eventos en los cuales las y los peruanos nos necesitábamos unidos, al margen de nuestras particularidades, para luchar contra la mafia del fujiaprismo y sus aliados, ventanas de oportunidad para toda aquella persona que quiere hacer política decente, y situaciones en donde el señor Guzmán brillaba por su ausencia.
No obstante, su oportunismo astuto no es lo único cuestionable en Guzmán, sino la facilidad con la que, ante un escenario difícil con las nuevas leyes electorales, haya logrado inscribir su partido político. Al respecto, quienes tenemos participación política –que incluye la organización de nuestros barrios para lograr el asfalto de la cuadra– sabemos lo difícil que resulta organizar a equipos humanos sin recursos. Las diferentes movilizaciones, por ejemplo, se hacen desde el aporte genuino y precario de quienes lo ponen todo para luchar, como también con el respaldo de organizaciones que de manera abierta realizan aportes, pero para el caso de la inscripción de un partido político nacional el reto es mucho mayor.
Guzmán ha inscrito en tiempo récord el Partido Morado con una logística impresionante y con recursos que se estiman pueden bordear los 3 millones de soles. Sobre esto, ¿de dónde proviene tanto dinero para materializar una inscripción? Los polos morados cuestan, los lapiceros morados cuestan, los carteles morados cuestan, las banderas moradas cuestan, los locales pulcros de reunión masiva cuestan y un sinfín de elementos de propaganda política cuestan, y bien sabemos que nada es gratis en esta vida. ¿Quiénes son los financistas del Partido Morado?, ¿empresarios que apuestan por la “política decente” o personas que están acostumbradas a invertir en organizaciones políticas que les permitan hacer y deshacer las leyes para beneficio de sus intereses económicos? ¿queremos más aportantes fantasmas y cócteles en la forma de hacer política en el Perú? Reflexionemos sobre esto.
El Partido Morado cuenta con recursos increíbles, que no parten solo de la voluntad de organizarse, sino de las estrategias (que no son siempre limpias) de captar recursos económicos. ¿Qué tipo de alianzas esconde bajo la mesa el Partido Morado? Porque de que hay dinero, lo hay y bastante, pues hasta ese video risible del que todos y todas hablamos materializa todo el trabajo de un profesional comunicador político que está detrás del diseño de estrategia a utilizar para alcanzar el éxito. ¿Seguimos creyendo en que el Partido Morado es “política decente”?
Pero como el oportunismo y los grandes y sospechosos recursos no son lo único cuestionable en Guzmán, hay otro tema adicional a señalar y es la propia organización política mediocre y su forma de reciclar a quienes integran sus bases.
Desde el nombre Partido Morado vemos que de mística, ideología política, pensamiento crítico, entre otros aspectos fundamentales de una organización que pretende administrar el poder, no existe absolutamente nada. ¿Qué es el Partido Morado? Seamos sinceros y sinceras, no refleja absolutamente nada que inspire a un conjunto de ideales políticos que plasmen lo que el Perú requiere. ¿Cuál es su horizonte?, ¿cuál su postura respecto al modelo social y económico?, ¿cuál es su propuesta para mejorar a nuestra debilitada democracia?, ¿cuál es su aporte para la lucha de las mujeres y diversidades?, ¿cuál es su promesa para luchar contra las desigualdades?, ¿qué tiene para ofrecer en salud y educación aparte de la propuesta de un modelo chileno que vemos se cae a pedazos?, en serio ¿qué de contundente tiene el Partido Morado? Me atrevo a afirmar que nada.
Pero además de carecer de elementos sustanciales y núcleos que deben existir en las organizaciones políticas, este partido político se ha convertido en el cajón de sastre, o mejor dicho, en el reciclador popular, que está incluyendo a todas aquellas personas que siempre buscan encajar con espacios que no son ni chicha ni limonada, pero que les permitan ser ese trampolín al ejercicio del poder público.
El partido morado, al no tener contundentes posturas políticas en su razón de ser y ser tibio en su acción social, está congregando a todas esas personas que al igual son turbias y camaleónicas y que como sea quieren detentar el poder. Muchas personas que se han identificado en este partido son aquellas que nunca son frontales con sus posturas y que van cambiando y acomodándose a los escenarios que más los benefician. Sobre esto, me genera más respeto alguien que dice “Fujimori Libertad” y “Con Mis Hijos No Te Metas” de manera contundente, que al menos asume los activos y pasivos que su postura implica, que alguien que permanece en el silencio en momentos cruciales sabiendo lo que es correcto y lo que no respecto a la democracia, pero que prefiere callar para luego acomodarse al espacio que mayor beneficio personal le genere.
Al menos, como ciudadana huancaína, en lo que respecta a la región Junín puedo alertar que quienes se han subido al coche del Partido Morado son personas vinculadas a un mafioso exgobernador y al partido Fuerza Popular, que todos sabemos, sería, de acuerdo con la acusación fiscal, una fachada de una banda criminal. Ojo con esto, y con quienes serán las figuras en todo el territorio peruano.
Es importante señalar que no todas las personas que integran estas bases son despreciables, porque hasta en el APRA hay personas buenas, pero sí es importante visibilizar que no se trata de uno o dos personajes cuestionables que integran las bases del Partido Morado, sino que resulta algo sintomático ver que la consolidación de la organización se sustenta en equipos humanos que no aseguran nada de lo que queremos para el país.
Es fundamental visibilizar lo que el Partido Morado trae consigo, pues al no existir un trabajo político articulado de formación y, más bien, al sustentarse en aportantes, no se está realizando la debida valoración de aspectos fundamentales de las personas que cimientan este espacio político. Y es importante mencionarlo y denunciarlo sin importar si simpatizamos o no con este partido, porque el Perú no merece esto.
El Congreso ha sido cerrado bajo el presupuesto de iniciar una limpia en la clase política, es por ello que ningún partido político merece crecer bajo la ausencia de ideales políticos, sin las cuentas claras y reciclando gente corrupta en sus bases. Si bien nuestra mirada juiciosa apunta a ser vigilantes con los clásicos partidos que encarnan la corrupción, la aparición de estos espacios motivacionales disfrazados de partido como lo es el Partido Morado nos debe también convocar a una mirada amplia de lo que queremos para el país. De nosotros y nosotras depende.
La renovación de la política implica también que asumamos de manera más contundente nuestras obligaciones ciudadanas, para ningún charlatán oportunista cargado de gente camaleónica sienta que puede manejar las riendas de nuestro querido Perú. Esta no es la política decente que merecemos.