Es evidente que cierto sector de la prensa peruana se ha ensañado con las víctimas de Los Olivos. Las notas seudoperiodísticas sobre el velorio de una de las jóvenes asfixiadas en Los Olivos no tiene mayor relevancia social, cultural ni política. Su propósito es promover el odio y la violencia. No reflexiona sobre la realidad, no denuncia el hecho en sí, no genera alternativas de solución, etcétera.

Lo que causa es que algunas personas refuercen estereotipos y patologías: «¡Mátenlos a ellos también!», «¡debieron morir todos juntos!», «¡bala por “irresponsables”!». Parece que la vida de algunos seres humanos valen y de otros, si cometen una falta (como no usar mascarilla o no respetar el metro de distancia obligatorio, cuya pena es una multa de 344 y 86 soles, respectivamente), no.

¿Qué es lo trascendente de que un grupo de peruanos conmemore bailando y tomando a sus muertos? Nada. Cientos de reportajes se han publicado antes sobre estas prácticas socioculturales, las cuales se veían como «exóticas», «estrafalarias», «singulares», que eran eufemismos para decir: «pobres», «cholos», «ignorantes».

Esta vez, utilizando el COVID-19 como chivo expiatorio («no usaron mascarillas», «no respetan el distanciamiento», cuando en realidad quieren decir: «¡están bailando chicha!», «¡le tiran cerveza al ataúd!»), cierto sector tiene los argumentos para juzgar y condenar a las personas por el simple hecho de ser como son.

¿Les importa el contagio? ¡Por supuesto que no! Si les importara el contagio saldrían a marchar en contra del transporte público que hacina personas en trenes, buses y combis todo el día, todos los días; o contra las políticas económicas que aumentan el comercio ambulatorio y las colas en los bancos desde el amanecer; o contra los policías que amontonan a detenidos en las tolvas de sus camionetas y en las comisarías sin ninguna medida sanitaria. En todos y cada uno de estos casos miles de personas se contagian por minuto, pues se rompe el distanciamiento social, no se lavan o desinfectan las manos y se usan las mascarillas —si es que se usan— incorrectamente.

Lo que le importa al peruano promedio es el escarnio, la befa, el vituperio. Están buscando culpables para lapidar y en quienes proyectar sus fobias. ¿Quieren que la ciudadanía respete las normas? ¡Por supuesto que no! Si quisieran una ciudadanía responsable le exigirían al presidente que cambie las medidas violentas y represivas, que no han servido de nada, por estrategias conductuales.

¿Qué hacer por ahora con personas —como las del velorio— que infringen las normas sanitarias? Detenerlos e imponerles la multa que les corresponde. Esos son, lamentablemente, los límites de acción de este gobierno. ¿Eso previene la infección del coronavirus? No. ¿Eso impide que las personas continúen violando la ley? Menos. ¿No sería mejor enfocarnos en desarrollar espacios seguros, elaborar campañas comunicativas, implementar hospitales, mejorar la infraestructura pública, generar trabajo?

Destilar odio, racismo y violencia (como en esta nota de prensa) no es estrategia para luchar contra una pandemia, menos aún para intentar mejorar los hábitos y costumbres de la ciudadanía (algunos piensan que insultando, difamando o amenazando las personas cambiarán). El hacer cumplir la ley, exigirle resultados a las autoridades, cuidarnos a nosotros mismos y propiciar el diálogo es el único camino para evitar el contagio y —nadie quiera— la muerte.