Julio Guzmán aparece ante las cámaras, adecua el discurso según le conviene, nunca termina de decir lo que de verdad piensa y se ciñe a una sola estrategia: construir una narrativa desde la ambigüedad, sin tomar posición ante los temas complejos. No es ni lo uno ni lo otro, es el centro, el político sin ideología, el nuevo “republicano”, el maestro de las rectificaciones. Es sus incongruencias, es lo que esconde detrás de lo que dice, como, por ejemplo, llamar extremista al movimiento feminista, categorizar desde la ignorancia al feminismo bueno y al feminismo malo comparándolo con el conservadurismo.

No se trata de extremos, se trata de tomar partido por lo que realmente importa: un país en el que las personas viven en equidad, disfrutando de sus derechos, con igualdad de oportunidades, seguridad y libres de amar y vivir como ellas decidan. Es evidente que las feministas nos encontramos en la orilla opuesta de la derecha, no toleramos la discriminación, no apoyamos el recorte de derechos, ni soportamos la negación en la que viven muchas personas que parecen añorar el medioevo y la santa inquisición.

No podemos apostar por un feminismo light que no molesta, que no se cuestiona las relaciones de poder, porque el feminismo es, en esencia, un movimiento que ha nacido para transformar la sociedad, que busca abrir espacios en los que las mujeres seamos las protagonistas de nuestra propia liberación. El feminismo no odia, no legitima la violencia contra los varones, sino todo lo contrario, es afirmación de la vida, la libertad y la igualdad entre las personas.

En ese sentido, sin estar al extremo, sino en el lugar que me corresponde como mujer comprometida con estos tiempos, me declaro en las antípodas de la miseria, el machismo, la desigualdad y la violencia visceral en la que vivimos. Porque no podemos seguir tolerando que las mujeres mueran sin que las instituciones que deben garantizarles seguridad cumplan con sus funciones, porque no podemos vivir con una venda en los ojos mientras millones de peruanos viven en pobreza o pobreza extrema, porque no es posible que nuestra idea de “desarrollo” se imponga sobre los derechos de las comunidades indígenas, porque no es razonable que sigamos atropellando los derechos laborales so pretexto de mayor productividad. 

En estos tiempos, en los que está tan de moda tomar café descafeinado, declararse “apolítico” y hacer política, llamarse “centro republicano”, pero ser de derechas, hablar de enfoque de género y atacar al feminismo sin terminar de entenderlo, decir una cosa y luego otra de acuerdo al entrevistador o el público que nos observa no es solo una muestra de inconsistencia, sino la más burda demostración de oportunismo.  

No caigas ante la ambigüedad, necesitamos compromiso, decisión, valentía, rebeldía, vocación para servir y gobernar para garantizar mejores condiciones de vida para todas las personas. No es momento de tragarnos los falsos discursos ni confiar en los guardianes de los privilegiados. Cuando vayas a votar este 26 de enero no olvides votar por ti, piensa en las cosas que necesitas, en educación de calidad, salud pública, equidad de género y derechos laborales. No se trata de extremos, es sentido común.