La salud mental ha sido el tema de moda durante estos últimos días. Primero fue el Parlamentario Andino de Fuerza Popular, Mario Zúñiga, quien pidió que se la declarara en estado de emergencia, debido a la alta tasa de violaciones y feminicidios, afirmando que son los hombres con enfermedades mentales, quienes cometen estos crímenes; lo que desató una ola de opiniones y comentarios a favor, pero felizmente muchos en contra y estos últimos fueron de personas o entidades cuya opinión está basada en la evidencia científica, como es el caso de la Sociedad Peruana de Psiquiatría, y muchos profesionales de la salud, específicamente, los especialistas en salud mental, quienes coincidieron en aseverar que la medida que el parlamentario solicitaba, era un error, debido a la evidencia que indica que la cantidad de pacientes con enfermedades mentales que manifiestan actitudes violentas y sobre todo violencia específica contra la mujer, es muy baja, pero a su vez afirmaron que la violencia se debe a las condiciones sociales, económicas y culturales, que esta se trata de la consecuencia de una estructura social en la cual nos desarrollamos y que nada tiene que ver con las enfermedades mentales; además todos ellos fueron muy enfáticos en indicar que opiniones como estas solo producían daño a los pacientes que son estigmatizados y discriminados.  

El segundo momento en que, desafortunadamente, el tema de la salud mental volvió a ser tendencia, se debió al trágico suceso de violencia en contra de una mujer que fue quemada dentro de un bus por un acosador que vivía atormentándola, no se hicieron esperar los clásicos comentarios sobre la “locura” que originó que este hombre haya cometido semejante acto de brutal violencia; pero, felizmente, los especialistas en salud mental volvieron a hacer sentir su voz y pudimos escuchar, por ejemplo, la voz de Yuri Cutipé, director de Salud Mental del Ministerio de Salud, quien afirmó de una manera bastante pedagógica y clara que la violencia hacia las mujeres no tiene relación con las enfermedades mentales, que estas se tratan de otros factores, teniendo como principal, al machismo; aseguró, además, que los pacientes con enfermedades mentales no presentan características de tener conductas relacionadas con la violencia machista y que reforzar este concepto no solo es falso, sino que es cruel para con este grupo de personas que sufren de enfermedades mentales.

 

La violencia machista es parte de un constructo social, propio de sociedades como la nuestra, una sociedad jerarquizada, en constante lucha por el poder, en donde las personas sienten que deben ocupar un lugar por encima de las otras, con el fin de ejercer su voluntad, es así que se desarrollan elementos culturales, con los que somos formados, que hacen que la interrelación entre los seres humanos sea sobre la base de la violencia.

Elementos culturales como el racismo, clasismo, homofobia, transfobia, entre otros como en este caso particular, el machismo, crean un ambiente en el que la violencia se convierte en una forma de comunicación. Es así que si hablamos de jerarquías, las mujeres vamos a ocupar siempre un lugar muy por debajo en esa escala de importancia, donde nuestros sentimientos, pensamientos, opiniones, deseos, incluso nuestras necesidades básicas, dejan de importar, porque perdemos el valor de seres humanos y nos convertimos en objetos que tenemos dueño, al ser vistas como tal, quien se considera el dueño de nuestras vidas, decide sobre nosotras y cuando nos salirnos de ese esquema y rompemos ese orden social estructurado y bajo el cual está construido su mundo, el machista usa la violencia como parte del ejercicio del poder que cree tener sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas, nos viola, nos golpea y nos mata, no porque está loco, sino porque el ejercicio de la fuerza es parte de los elementos culturales bajo los cuales ha sido formado y cree profundamente que está en lo correcto.

Los actos violentos cometidos por estos hombres, son actos que se realizan en el total uso de sus funciones mentales y bajo su total voluntad, acto que se refuerza, aún más, cuando vive en un país que normaliza estos sucesos y que no sanciona a quien los comete, la impunidad con la que suceden estos crímenes los envalentona y les permite seguir replicando estas conductas como parte normal de su interrelación con las mujeres.

Por ello que cuando las feministas salen a las calles a decir que esta situación debe cambiar, son acusadas de causar caos y terror, porque pretenden destruir ese mundo con una estructura sobre la cual han vivido desde siempre y no están dispuestos a perder su posición preponderante por sobre quienes consideran inferiores, es por tanto, incomprensible para quien está totalmente convencido que lo que hace es la única forma posible de tratar con las mujeres, pensar que lo que haciendo está mal, porque siente que pierde el objeto que le pertenece y al perderlo, pierde también el estatus que posee, pues si no tiene a quien dominar, no encuentra un espacio donde pertenecer.

Relacionar la violencia machista con las enfermedades mentales es un acto vil, por muchas razones, primero porque criminalizamos a las personas, hombres y mujeres, que tienen un padecimiento, sobre el cual no tienen la responsabilidad y los culpamos de crímenes terroríficos, alimentando el mito que por años ha servido de pretexto para discriminarlos y dejarlos fuera de la estructura social a la que también pertenecen y tienen derecho, dañamos a personas que con tratamiento, pueden incorporarse a las actividades de su comunidad y contribuir con ella de manera muy positiva. Este grupo de personas ha sido vulnerabilizado, creando leyendas urbanas, fomentadas por los medios, en las cuales se les responsabiliza de actos violentos que son ejercidos en su gran mayoría por seres que si gozan de la integridad de sus facultades mentales y que se escudan en esta artimaña para ser inimputables y con ello obtener impunidad.

Otra razón para repudiar esta afirmación es el hecho que al evidenciarse los actos violentos de las magnitudes que hemos sido testigos, en lugar de preocuparnos por el estado de las mujeres que sobreviven a esta situación, otra vez centramos nuestra atención en los hombres, porque los hacemos víctimas de una dolencia, víctimas de una voz que los obliga a matar y que por ello requieren nuestra lástima, nos hace creer que se debe movilizar al todo sistema de salud para que los atienda y vele por su seguridad, tranquilidad y que, además, garantice que continuarán manteniendo su posición dentro de la sociedad, esa posición abusiva de poder; cuando lo que debiera hacerse y de manera urgente, es atender la salud mental de las mujeres que conviven con la violencia y que las mantienes con miedo, por lo cual desarrollan ansiedad y depresión, las cuales, aunadas a la situación en la que viven, genera imposibilidad de desarrollar una vida plena y libre.

Es urgente que el país tenga un cambio radical, pero eso no se genera en cada hogar, en la intimidad de cuatro paredes, mucho menos en el consultorio psiquiátrico o con terapia psicológica, esos cambios se generan con políticas públicas multisectoriales, en las que participen no solo las instituciones, sino también la población, las comunidades organizadas y las actoras principales, nosotras las mujeres.

Es importante y urgente que se permita la participación de las mujeres dentro de la toma de decisiones para la creación e implementación de políticas públicas, en este caso, políticas públicas en salud, específicamente en salud mental, que vele por el cuidado y la atención de la salud mental de las mujeres que enfrentan situación de violencia machista, ya que esta problemática es tan devastadora que de seguro la cantidad de mujeres que ven afectada y limitada su salud mental es inmensa.

El país necesita la implementación de políticas públicas con enfoque de género para deconstruir ese elemento cultural nefasto con el que miles de niños y niñas son formados, que es la verdadera causa de la violencia, es el machismo una de las principales razones de esta situación y este debe de ser mencionado claramente, porque aquello que no se menciona, no es visto y si algo no es visto, jamás será tomado en cuenta.

Es momento de olvidar y dejar de estigmatizar a las personas que sufren de enfermedades mentales, acusándolos de crímenes de esta manera tan injusta, es momento que los verdaderos culpables sean nombrados de la manera correcta y dejemos de llamarlos “locos”, así, de esa manera tan despectiva y discriminadora a quienes están muy lejos de serlo y, por tanto, merecen el trato que les corresponde, sanciones judiciales y sociales que los castiguen, y los haga pagar sus culpas, sin impunidad y con justicia.

El día que seamos una sociedad más justa e igualitaria nos convertiremos en un país con una salud mental de calidad y óptima, que permita vivir a las personas con libertad y ejerciendo plenamente sus derechos.