Desde el 1 de julio ya se podrá salir a las calles todo el tiempo que se desee hasta las 10 pm que hay toque de queda hasta el 31 de julio. La cuarentena, decretada en la quincena de marzo y que ha durado 106 días, pero que fue dejada de facto dos semanas antes de su fin, con mercados abarrotados, tráfico vehicular y reuniones en las plazas y parques, llega a su fin.

La pandemia del coronavirus nos ha costado, en las cifras oficiales, 9504 muertos, aunque el subregistro permite pensar que es el triple. La mayoría de las muertes ha sido de hombres, la mayoría de ancianos y/o con enfermedades que agravaban el contagio como insuficiencia respiratoria, diabetes, hipertensión arterial, asma, etc.

En el caso de niños, niñas y adolescentes, se han registrado 40 casos de fallecimiento, la mayoría de menores de 5 años, por lo que las medidas de aislamiento para menores de 17 años y mayores de 65 continúan.

Se realizaron 1’661,234 millones de pruebas hasta el 29 de junio, 283,365 salieron positivas, 171,159 fueron dados de alta, 11 mil fueron hospitalizados y 1183 se encuentran aún en UCI.

Con el fin de la cuarentena se reactiva también la economía, se podrá realizar vuelos nacionales e internacionales y transporte terrestre al 100% con medidas de seguridad como barreras entre asientos, excepto en las siete regiones donde aún continúa la cuarentena hasta fines de julio. Centros comerciales y restaurantes también abrirán sus puertas, aunque el gobierno ya señaló que si se reactiva el contagio, en franco descenso, se podrá volver a tomar medidas de urgencia.

Lo que no se retomarán serán las clases escolares y universitarias, que seguirán siendo virtuales, aunque se proyectan otras medidas para las zonas rurales en donde el coronavirus no ha afectado tanto y en donde muchas de las familias carecen de televisión, radio, telefonía e internet por lo que la educación de niños, niñas y adolescentes estaba siendo perjudicada.

Estos meses hemos visto cómo el pueblo peruano ha logrado sobrevivir a pesar de que los bonos no pudieron contener la miseria y el hambre, problemáticas que ahondaron aún más en las causas de muerte de tantas personas, que los empresarios (incluidas empresas corruptas) hicieron su agosto con los préstamos garantizados por el Estado.

Y también hemos sido testigos de promesas incumplidas como un sistema previsional justo, el cese de los abusos de las AFP, un impuesto a los ricos, un bono universal, ciclovías y transporte seguro, clínicas bajo supervisión del Estado desde un inicio, etc.; así como la ineficiencia total del Ministerio de Cultura respecto a pueblos indígenas y trabajadores del arte y la cultura, prácticamente abandonados a su suerte por tres meses, sin contar lo bien que le iba a un seudoartista llamado Richard Swing, a corruptos policías que elevaban los precios del material que salvaría a sus compañeros, y municipalidades que entregaban productos vencidos para negociar con el hambre y la muerte.

No dejamos de ser el Perú, pero se potenciaron todos nuestros errores, gente que no respeta las normas pudiendo hacerlo y otra que no puede respetarlas porque se muere, trabajadores subvalorados y despreciados que de pronto eran imprescindibles y tenían que estar en primera línea arriesgando sus vidas, vidas que antes no importaban, trabajadoras del hogar tratadas peor que esclavas, encerradas en casas de ricos e insultadas en periódicos de distribución nacional, presos que buscaban salir libres de cárceles infrahumanas, pedido que costó la vida de nueve de ellos, y mujeres trans insultadas e impedidas de entrar a mercados por no tener un DNI que reconozca que son dignas como cualquiera a pisar las calles y que nadie las insulte.

Seguimos siendo un país a medio hacer con una ciudadanía a medio ejercer, y a puertas del Bicentenario solo nos queda cambiar para tener futuro como sociedad.