La siguiente nota es solo una reflexión desde mi experiencia y desde algún sondeo recogido de voces y manifestaciones en redes sociales. No intenta ser el reflejo ni la representación de la realidad, pues para ello se requeriría otras herramientas más finas. Aunque podemos decir que jugar con algunos indicios, como lo hacemos con la proyección de una sombra sobre la pared, puede ayudar a darnos algunas pistas sobre tendencias de opinión y acción en nuestra sociedad de la masa LTGBIQ+.

Partiendo de la pregunta, título de la nota, debo decir que no tengo respuesta exacta; pero viendo el comportamiento de algunos candidatos a la presidencia y su accionar una vez que ganaron las elecciones, podría decir que no existe un voto LTGBIQ+, pues ninguno de estos hizo nada por ampliar los derechos de nuestras comunidades, es decir, no les importó nada no cumplir con nosotros. Humala simplemente se deshizo de la hoja de ruta en donde incluso excolegas del MHOL participaron y aseguraron que sería ineludible el trabajo en ello. Pero nos dimos de cara con la realidad, y volvimos a repetir el plato con Kuczynski.

En otros términos, no importamos como un bloque de votos, y no nos ven como un sujeto electoral, por tanto, no existimos más allá de nuestras propias individualidades. Una pena, pues es algo que nos cuesta entender y comprender para salir justamente de esa individuación que tanto fraccionamiento ha causado al interior de la ‘masa’ de la diversidad sexual.

Además, ello se alinea al hecho de que no tenemos un movimiento orgánico que mínimamente coordina alguna acción en conjunto. No tenemos fuerza de convocatoria, de coordinación ni para hacer frente a acciones políticas cruciales, es decir, que vaya más allá de los específicamente LTTBIQ+. Esto último lo menciono, pues no puedo negar que ha habido movilizaciones importantes y que tuvieron una convocatoria seria, como por ejemplo, la ocurrida con la unión civil en abril del 2015, pero que frente a la política en campaña no se ha podido hacer mucho. En otras palabras, no tenemos un poder ‘real’ de negociación ni de interlocución en periodo electoral.

Estas últimas elecciones no han implicado grandes cambios en la agenda LTGBIQ+. Ha habido reuniones de ‘activistas’ y ‘referentes’ para analizar el panorama político. Súper bien, pero eso lo hemos venido haciendo siempre, conversar entre nosotros, y no creo que se haya pensado en una posibilidad de diálogo con el partido de Castillo. Nadie lo vio venir.

Frente a ello, muchas individualidades LTGBIQ+ plegaron sus votos con JP, y me incluyo, aunque lo sabemos por lo que hemos visto en las redes amicales, pero de hecho que existe también compañeras/os LTGBIQ+ naranjas, celestes, morados, etc., y otros más que ni participación en redes tienen. Muchos consideramos que JP era la gran esperanza por un cambio político que nos asuma como sujetos reales y que nos diera ese estatus de ciudadanos reales dentro de una propuesta de equidad. Pero ahora con los resultados, no queda de otra que enfrentarnos nuevamente frente a una decisión nada fácil.

Por ahí leí que nadie vio venir lo de Castillo por estar en una burbuja de las redes sociales y centrado prácticamente en Lima o las grandes ciudades costeras, y creo que existe razón. Hace ya algún tiempo considero que en este país, lo LTGBIQ+ se ha convertido en una burbuja que no ha podido dar el salto cualitativo que mueva su accionar por fuera de la Marcha del Orgullo o temas exclusivamente LTGBIQ+. No hemos podido (y no zafo cuerpo) establecer alianzas estratégicas con la lucha sindical, con la clase obrera, con los temas laborales, el problema racial; a lo mucho tenemos una alianza histórica con el movimiento de mujeres y el feminista. ¿Por qué?

Considero que se nos ha hecho difícil porque (y esto todas y todos lo sabemos muy bien) no hemos resuelto al interior ninguno de estos temas cruciales, lo que ha derivado lamentablemente en una atomización del accionar LTGBIQ+.

Ahora, ¿qué hará el grueso de personas LTGBIQ+ que votaron por Mendoza frente a este nuevo panorama de la segunda vuelta? ¿Seguiremos en las llamadas burbujas personales y colectivas? ¿Seremos capaces de negociar con nosotras/os mismas/os y ser capaces de tomar acción frente a otras opresiones que también exigen asumir cuerpo? ¿Serán las trans las que den la iniciativa, pues son ellas/ellos quienes sufren más sensiblemente la opresión de clase? ¿Podremos enfrentar de una vez nuestros propios demonios y fantasmas de raza y clase que nos mantienen en una isla política?

Son muchas preguntas y no es para menos, pues esta situación puede polarizar aún más a la masa LTGBIQ+, que ya ha ido corriendo en medio de la carrera electoral, pues algunos han marcado diferencias entre una izquierda progresista y una radical. De igual forma, se va a tener que asumir una postura.

Creo que todo sería diferente si tuviéramos la capacidad y poder de negociación, es decir, si constituyéramos verdaderamente un voto LTGBIQ+ en este escenario, pero sabemos que el modelo también nos está pasando factura, y esto es un pendiente que deberíamos asumir como tarea inmediata, sin intermediación de mercenarismos onegesieros.

Ayer, mientras veía el flash electoral, le decía a una amiga, nos va a tocar a las locas aplicar a la política de morder la sábana, aguantar, así no nos guste, morder y resistir. Pero sin necesidad de marcar la cancha entre esencialismos de izquierda, porque creo ello no existe en nuestro imaginario político y menos en nuestro accionar.

Nos va a tocar hacer el intento de ver más allá de nuestra identidad, no será fácil, pero será necesario, y creo que al final sobreviviremos, porque experiencia resistiendo la tenemos por encima de todo.