Representantes de los grupos de poder del Perú enviaron una carta abierta al Perú, es decir, al presidente Vizcarra, en donde manifiestan su preocupación por lo que ellos denominan “un alejamiento a las líneas maestras del desarrollo social y el crecimiento económico de nuestro país ha venido experimentando en las últimas décadas”. Es decir, a las políticas de flexibilización laboral y precarización de derechos que se han vivido estos años desde que se implantó el neoliberalismo en el Perú y que tiene como consecuencia más visible la muerte diaria de casi 200 ciudadanos con peruanos con coronavirus por falta de infraestructura sanitaria.

La plutocracia señala, en su segundo punto, que debemos evitar la desesperación, a 70 días de una cuarentena en donde la población a cargado sobre sus espaldas la crisis económica, pues esta emoción podría “hacernos retroceder a esquemas que ya hemos experimentado” y “que solo nos trajeron pobreza y atraso”, así como “regresar a discursos que promueven la confrontación”, seguramente refiriéndose a la polémica que originó el programa ‘Aprendo en casa’ luego de decir que en el Perú se discriminaba a las personas de los Andes por el moteo, y que esa discriminación venía de los grupos de poder que han configurado un castellano estándar al cual hay que apegarse borrando todo rasgo de otra lengua materna indígena andina o amazónica para poder progresar en nuestro racista país. Por ello, el dueño de la Universidad San Ignacio de Loyola, Raúl Diez Canseco, socia del gobierno en educación a distancia, dio el grito en el cielo negando que existan grupos de poder y que decirlo traía una mala imagen para su universidad (¿?).

Luego exhortan a los poderes del Estado “a dejar de lado iniciativas y tentaciones de corte populista… que no generan un clima necesario de estabilidad y seguridad jurídica”, tal vez recordando cuando perdieron sus grandes haciendas y recibieron bonos agrarios, o cuando se estatizaron algunos recursos básicos que solo servían para enriquecer los intereses empresariales extranjeros y a sus consiguientes intermediarios peruanos, como un breve presidente que tuvimos antes de Vizcarra. Solo les faltó añadir #PrayForAFP

En el cuarto punto piden que las medidas que adoptan el Ejecutivo y el Legislativo “deben pasar por un análisis técnico, convocando a todos los actores”, es decir, a ellos, para que puedan “lograr decisiones justas, oportunas y equilibradas”, es decir, no llamen a irracionales comunistas chavistas, llámenlos a ellos, que siempre han pensado en el Perú y han puesto los intereses nacionales por delante antes que sus bolsillos. A todos los suspendidos de forma perfecta en sus labores no les gusta esto.

Finalizando, manifiestan que “hoy más que nunca, se necesita unidad, transparencia, reflexión y madurez”. Traducción: no cambien nada, todo está bien como está, déjennos seguir despidiendo y precarizando a nuestros empleados, no somos europeos.

Por último, hacen un llamado a “retomar el camino del progreso y desarrollo” (¿?) “que con mucho esfuerzo (¿?), juntos (¿?), habíamos logrado (¿?).

Y cierran con una frase tipo #NiUnBlancoMenos

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Adherentes

La mayoría de sus adherentes son los que han cortado el pastel de la economía peruana y se han beneficiado de beneficios tributarios y lobbys a favor de sus negocios y de sus apellidos, algunos enriqueciéndose gracias a la reducción del Estado para que el mercado gobierne las vidas de los peruanos (p.e. Roque Benavides), otros en la arena política en donde protegían a su clase social de cualquier intento de una distribución justa de la riqueza (p.e. Antero Flores Aráoz, Lourdes Flores Nano), o de que sectores históricamente excluidos puedan tener derechos y calidad de vida (p.e. Natale Amprimo), o haciéndose pasar por analistas políticos llenos de neutralidad (p.e. Jaime de Althaus, Alfredo Torres).

Aquí están todos los nombres, que la historia los juzgue.

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