El sábado 15 de febrero, como cada año, activistas del movimiento LGTBI peruano, se dirigieron a la Plaza de Armas a las 2 de la tarde para realizar el acto simbólico de Besos contra la homofobia. Pero cada año, como ya es prácticamente “habitual”, la policía, nuevamente, cerró la Plaza para evitar que la intervención se realice, impidiendo no solo el paso de los activistas, sino el pase de turistas y el comercio en la zona desde muy temprano hasta que terminó la actividad al promediar las 4 de la tarde.
¿Por qué tanto miedo a unos simples besos?
¿A qué le teme tanto el gobierno peruano que prefiere cerrar una Plaza perjudicando al comercio y a los visitantes peruanos y extranjeros antes de permitir que ciudadanos y ciudadanas peruanas se puedan besar en ella de forma pacífica como lo hace cualquier pareja heterosexual todos los días en el mismo lugar?
Desde que se fundó el Movimiento Homosexual de Lima (MHOL), allá por un lejano 1982, la vida de las personas LGTBI ha cambiado muchísimo. La globalización, el internet, las redes sociales, dieron más visibilidad a un movimiento que venía luchando desde los 60 para no ser arrestado y condenado a la cárcel por “no respetar las buenas costumbres”, es decir, por ser homosexual o travesti. Si antes vivíamos ocultándonos del mundo casi sin excepción, al día de hoy, por lo menos en el mundo occidental, hay más gente que puede tener la posibilidad de decir abiertamente lo que es, a pesar de toda la violencia que esa revelación pueda traer para ellxs.
En el Perú, la fundación del movimiento como espacio político que demandaba al Estado proteger sus vidas se vio atravesado por la epidemia del Sida. Luego de que el Estado por fin tomara el tema con seriedad, el MHOL pudo empezar a trabajar por lo que había sido fundado: crear marcos legales de garantía de derechos para la población LGTBI.
Pero hasta la actualidad, en pleno 2020, eso aún no se ha logrado, no tenemos ninguna ley marco que proteja los derechos humanos de la comunidad LGTBI, enfrentados continuamente a ofensivas antiderechos, cada cuál más millonaria e ignorante que la otra, con el apoyo de religiones, sectas, políticos y altos funcionarios del gobierno.
El presidente Vizcarra, luego de que Pedro Pablo Kuczynski fuera defenestrado, no ha mostrado ningún interés por resolver los problemas de nuestra población, preocupado más bien por la corrupción que le pisa los talones. No por nada fue el vicepresidente de un gobierno absolutamente corrupto representado por un personaje que ha expoliado al Perú desde tiempos de Fernando Belaunde con total impunidad, y que llegó a ser presidente del Perú, felizmente por poco tiempo.
La vida no es fácil para los LGTBI en un país en donde se avanza culturalmente por la valentía de lxs activistas, pero se estanca continuamente por el poder del fundamentalismo.
La vida no es fácil para lxs niñxs LGTBI en un país que les da muy pocas herramientas para protegerse de la violencia o simplemente reconocerla, mientras se les niega una educación con enfoque de género.
La vida no es fácil para una comunidad que tiene como representantes en el Congreso a personas de derecha, que no están interesadas en cambiar el modelo económico que perjudica sobre todo a los que viven en el umbral de la pobreza, mientras el crecimiento económico es para los que siempre tuvieron riquezas.
Pero a esta vida difícil la seguimos enfrentando con la fuerza de nuestro coraje, de nuestro amor y de nuestros besos. No nos cansaremos de ir cada febrero, cada San Valentín, a esa Plaza de Armas que se nos niega desde el 2011 que empezaron las acciones de Besos contra la Homofobia. Nueve años después seguimos construyendo un Perú en donde todxs podamos tener las mismas oportunidades, en donde sea posible alcanzar la igualdad de derechos, y en donde nada ni nadie pueda pretender quitarnos, si alguna vez lo lograron, la dignidad.