Mayra Couto escribe algo y todo el mundo la insulta, difama y hasta amenaza; Carlos Galdós dice lo mismo, pero con un tono incluso más alto, y nadie le dice nada.
Existe un claro ensañamiento contra la actriz que en realidad no es contra ella, sino contra cualquier mujer que quiera revelarse al sistema heteropatriarcal y falocéntrico. Si antes se les «ajusticiaba» en las plazas, hoy se hace en esa otra polis que son las redes sociales; la violencia y su efecto devastador para la psicología es el mismo. Si esto (la violencia psicológica) está tipificado como delito, ¿cómo es posible que las delincuenciales empresas de «machismes» (también llamados «medios de comunicación») sigan operando libremente?
Yo no solo creo que ser madre sea ser asistente o esclava de otro ser humano (o sea, ser su empleada), a veces ser madre implica odiar a ese empleador, porque no se le quiere, porque no se le aguanta, no se le tolera, pues llegó al mundo «a destruir su vida». Pero no se trata en realidad de la criatura, sino del sistema sociopolítico normado para su alumbramiento.
¿Qué es lo primero que dicen los padres cuando una joven confiesa su embarazo? Precisamente eso: «Te jodiste la vida», porque advierten que terminarán siendo «madres solteras» y que tendrán que cargar con todo el peso económico —que es lo que más les importa—, psíquico y social (la befa y el escarnio público) del hijo o hija, y además truncarán todos sus proyectos académicos y laborales. Y todo esto lo asumen sin el mayor rubor de machismo, pues «así es la vida».
Según estadísticas del Instituto Nacional Materno Perinatal, más del 50% de los embarazos en el Perú no son planificados, eso significa cientos de miles de nuevas madres (sin contar con las que lo son víctimas de delitos sexuales u obligadas a serlo por sus parejas) que tienen que cumplir un rol que no desearon y amar a quien no esperaban amar (en el 2019 nacieron en Perú más de medio millón de niños y niñas: 566,059).
Si bien algunas mujeres adaptan sus sentimientos rápidamente, no todas lo hacen, teniendo reacciones normales de rechazo. Idealizar a las mujeres por ser madres es antinatural, las deshumaniza, las convierte en robots programados para la crianza y desprovistas de albedrío. Ser madre no es un deber de la mujer, mas sí su derecho; es un acto íntimo y personal que desarrollará cada una según su propia historia, y la maternidad será más o menos traumática dependiendo del sistema, pues como dice Carla Lonzi en «Escupamos sobre Hegel» (1970): «Quien nos ha hecho esclavas no ha sido el hijo, sino el padre», al estar ausente no solo física y financieramente, sino también a través de su falta de emociones, que es lo que dicta el patriarcado.