Uno de los pocos policías que cumplía con su deber sin importarle que el sospechoso sea presidente o presidenta de la República, o algún otro corrupto poderoso, el coronel Harvey Colchado, ha sido pasado el retiro.

En un momento en que la PNP pasa tal vez por su peor crisis institucional, por las diversas denuncias de delincuencia, criminalidad y negligencia que la rodea y de la que suele ser protagonistas, se le ha quitado a Colchado, uno de sus representantes más respetados, la posibilidad de realizar alguna investigación o mantener cualquier tipo actividad policial.

¿Qué mensaje deja esto a la propia Policía? Cualquier policía joven que vea el caso de Harvey Colchado, quien se atrevió a detener a Castillo y allanar la casa de Boluarte, quien cumplió fielmente las órdenes fiscales y judiciales para atrapar a delincuentes y corruptos, pensará que es mejor no enfrentarse a los poderosos, ni obedecer al orden público ni a los estamentos que mantienen la justicia y la democracia en el país, que es preferible que continúen haciendo sus fechorías para evitarse problemas, para no ser degradados o luego echados.

¿Qué mensaje deja esto a la sociedad? Cualquier ciudadano común y corriente atará cabos y sospechará que la excusa de la “renovación de cuadros” solo tapa una venganza contra alguien que es un peligro para los estamentos de mafialidad que se instalan en la Policía y que no quieren dejarse vencer.

Policía, Congreso y Poder Ejecutivo están aplicando la política de la venganza a diestra y siniestra, y nadie puede hacer nada.