MH ingresó en primer puesto a la Escuela Nacional de Bellas Artes, estudiante aplicada y con notas sobresalientes, sus sueños de ser una gran artista se vieron truncados cuando se cruzó en su camino un agresor sexual: el estudiante Mohamet Arias Peña.
La violencia que vivió y la revictimización posterior de parte de su Escuela, que fue indiferente y negligente ante su sufrimiento, perjudicaron notablemente su rendimiento y su asistencia a clases. No solo tenía que soportar ver a su agresor a diario, sino también a sus amigos apañándolo y quebrando el débil tejido social que había construido en su primer año en ese centro educativo, a través de burlas y humillaciones.
La inseguridad constante que vivía, debido al mal tratamiento del caso que hizo su Escuela, repercutió en su vida, en su salud emocional y en sus estudios. La incapacidad de su Escuela de entender lo que vive una mujer que sufre violencia sexual ahora la sigue perjudicando. Aplicando un artículo sin perspectiva de género, se le ha impedido matricularse y que retome sus estudios.
Frente a ello, MH no solamente tiene que afrontar las secuelas de la agresión y de un proceso desgastante y revictimizante, sino también la injusticia de no poder seguir estudiando porque la violencia se cruzó en su camino.
Ella ha recurrido al Minedu y ha recibido también el apoyo de su Centro de Estudiantes y de la congresista Rocío Silva Santisteban.
La Escuela Nacional de Bellas Artes debe asumir de una vez por todas una perspectiva de género en sus aulas para que las mujeres y diversidades dejen de seguir siendo perjudicadas por el machismo, porque lo que ha pasado con MH genera un clima de miedo y hace que las estudiantes no se atrevan a denunciar por temor a vivir lo mismo que ella: injusticias, abusos y violencia institucional.
Testimonio
En abril del 2018, cuando cursaba mi primer año sufrí acoso sexual por parte de un alumno de mi institución, Mohamet Arias Peña, el cual muy insistentemente me pedía que me vaya con él a tener sexo usando frases soeces, grotescas y agresivas, a pesar de que no lo conocía y era la primera vez que lo veía. Él se encontraba con sus amigos a los que yo no conocía, por lo que opté por retirarme del lugar en el que estábamos por miedo e inseguridad, pues estaba rodeada de alumnos que recién conocía. Luego advertí de este sujeto a mis amigas sin sentirme preparada aún para realizar una denuncia.
Meses después empecé a sentirme excluida de mi entorno social estudiantil, en especial por el grupo de amigos del agresor, cada vez se hacían más hostiles los espacios de mi institución por las miradas, burlas, etc., no entendía lo que pasaba hasta enterarme, en febrero del 2019, que la escuela estaba siguiendo un proceso administrativo por acoso sexual a mi persona.
Me sorprendí por cómo el agresor fue notificado con anterioridad, otorgándole tiempo para poder presentar su descargo y defenderse de dicha acusación sin ponerme en conocimiento y tomar un proceso en base a un testimonio errado hecha por una de mis compañeras. Esto dio tiempo y pie al agresor para defenderse y responder con mentiras, y seguir violentándome en mis espacios estudiantiles.
La Escuela, lejos de tomar medidas de seguridad, me expuso a situaciones de peligro y riesgo de nuevas agresiones, esto generó inseguridades en mi entorno estudiantil, motivo por el cual tuve una baja en mi rendimiento académico.
Decidí recurrir por ayuda al Centro de Estudiantes, al Comité de Defensa al Estudiante y colectivas de la Escuela, por lo que pude enterarme de que el agresor tenía otras denuncias dentro y fuera de la escuela por acoso sexual y violencia a une compañere trans. Ellos me ayudaron a seguir el proceso administrativo, el cual fue agobiante, ante un Comité de Disciplina, conformado por profesores y directivos, de quienes recibí una serie de maltratos psicológicos por exigir que se sancione y retire a este alumno. No llevaron los casos desde un enfoque de género a pesar de que la Escuela realizaba eventos en contra de la violencia de género que indicaba capacitaciones del personal por el Minedu, fui revictimizada una y otra vez en todas las oficinas, exponiéndome en los mismos espacios institucionales junto al agresor, esto generó mucha ansiedad y me indujo a caer en depresión, lo que quedó reportado en la oficina de bienestar estudiantil, donde se ven los acompañamientos psicológicos y donde no se me dio seguimiento, pese a que la Defensoría del Estudiante lo solicitó.
En el último trimestre del año pasado hubo una medida de restricción del agresor para no ingresar a la Escuela, mientras se determinaba el resultado del proceso administrativo, el cual me permitió seguir asistiendo a mis clases, pero él, al acogerse a su derecho constitucional al estudio, siguió asistiendo a sus clases, la Escuela, ante esto nunca me advirtió, menos me protegió y volví a encontrármelo en mis espacios.
Finalmente, la Escuela terminó por archivar mi caso al no encontrar pruebas suficientes, pesa a tenerlas, aumentando mi miedo, inseguridad, ansiedad y abandono académico, no soportaba convivir con el agresor.
Todo este proceso fue durante los dos semestres del 2019, mi segundo año, donde me matriculé con ímpetu de seguir mis estudios, pero en el transcurso del proceso solo opté por dejar de ir a la escuela, por el miedo y desgaste que sufrí, obteniendo como resultado negativo mis semestres desaprobados con nota mínima de cero. Debo resaltar que ingresé como primer puesto y tuve promedios muy altos en los dos semestres de mi primer año de estudios.
El pasado jueves 12 de marzo fui a ver mi matrícula 2020-I, figuraba mi código de estudiante como apto para matrícula en las redes sociales de la institución y no existía documento alguno que me lo impida, pero al llegar a la mesa de matrícula, el personal encargado se negó a recibirme y matricularme, aduciendo verbalmente que ya no era parte de la institución, me dirigieron a la oficina de la Dirección Académica de Ana Moreno, la cual se negó durante dos días a recibirme y escuchar mi caso, pero me sorprendió con una resolución de separación de mi institución enviada a mi correo a las 10 de la noche argumentando mis notas desaprobatorias por dos semestres seguidos, contemplado en el reglamento interno.
A pesar de que su oficina tenía claro conocimiento de mi proceso, hizo caso omiso a los pedidos que realizaba el Comité de Defensa al estudiante para tratar con empatía mi caso, acrecentando así mi malestar, impotencia y frustración, además de soportar ver que el agresor muy alegre se matriculó y seguirá estudiando sin ningún problema.
Ahora estoy pidiendo a la Escuela que revise mi caso y me deje matricular, ya que es claro que el error está por parte de ellos, no supieron llevar mi caso. Me costó mucho llegar y mantenerme en ella. No es justo que ante una denuncia por acoso la escuela resuelva separarme, se siente como si fuera un castigo y ejemplo para que otras compañeras no denuncien las violaciones de género que ocurren dentro de la institución y no es el único caso.
Documentación
Resolución de separación de la ENSABAP
Pronunciamiento del Centro de Estudiantes de la ENSABAP
“Como representación de estudiantes nos sentimos comprometidos y responsables por apoyar a nuestrxs compañerxs victimas de injusticias por parte de la actual gestión.
Por ello tenemos la necesidad de evidenciar este caso, haciéndolo público para que nuestra compañera no se vea privada de su educación en Bellas artes, ya que las autoridades de nuestra casa de estudio, no están siendo conscientes de toda su irresponsabilidad en temas de violencia de género y no existen los reales cambios que tanto nos vienen mencionando en reiteradas asambleas y consejos.
El Comité de Defensa de la ENSABAP, junto al Centro de Estudiantes, ha emitido dos cartas en donde se señala puntos a considerar el por qué no tienen que aplicar el Artículo N°72 en donde refiere que nuestra compañera es retirada de la institución por tener 2 promedios consecutivos con menos de 11.
Pedimos lean bien las cartas, ya que este caso es uno en particular por el cual no debería, la gestión actual, aplicar este artículo a nuestra compañera, que ha sido víctima de violencia por un alumno que sigue siendo parte de nuestra institución, teniendo en cuenta que en todo momento buscó el apoyo de Bienestar Estudiantil, sin embargo, no recibió un adecuado acompañamiento y ayuda para un retiro extraordinario para que así no se viera perjudicada académicamente.
Como representación estudiantil recalcamos que no queremos más agresores en nuestra casa de estudio, no queremos más impunidad, no queremos la revictimización a las víctimas. Pedimos a todos nuestros compañeros que reflexionen sobre esto y se solidaricen con nuestra compañera, no permitamos que priven de su educación a nuestra compañera.
Adjuntamos las fotos de las cartas enviadas a las direcciones por parte de Centro de estudiantes y Comité de defensa.