Hemos tenido la oportunidad en el Perú de ver dos campeonatos prestigiosos de fútbol con una clara diferencia: uno podía verse a través de un canal nacional, el otro solo si se tenía cable. Uno era una Copa América a la que llegábamos 44 años después de la anterior participación. El otro era un Mundial Femenino de Fútbol, al que parece que estamos años luz de participar, pero no por la falta de capacidad de las futbolistas profesionales, sino porque al Estado y a la empresa no le interesa invertir más que en los hombres, así hayan demorado casi medio siglo en conseguir llegar a las finales en campeonatos de nivel, y no ganar.

Cuánto sabemos de fútbol femenino depende más de nosotras que de la Federación Peruana de Fútbol. Es casi inevitable saber quiénes son los futbolistas profesionales en el Perú porque todos los días nos los meten hasta en la sopa, sabemos quiénes son sus padres, sus hermanos, sus esposas, sus amantes, sus hijos y sus escándalos, de las mujeres futbolistas desconocemos hasta los nombres, las caras, los triunfos, pero sobre todo el enorme esfuerzo para levantar un deporte que está en la cola de los intereses deportivos estatales.

Las futbolistas en el Perú no suelen cobrar un sueldo, juegan en los peores campos y condiciones, no tienen equipos médicos especializados, la organización de sus torneos es amateur, no se invierte en ellas más que en movilidad y refrigerios, y si juegan es casi por amor al arte. Y si eso ocurre en la capital, imaginemos cómo están en lugares en donde no está concentrado ni el poder ni el dinero.

Megan Rapinoe, capitana del equipo de fútbol estadounidense, quien pelea por un igual pago para un mismo deporte, señaló que lo siguiente: “Hasta que no tengamos la misma inversión, cuidado, pensamiento y capacidad intelectual de ambos lados, no sabremos cuál es nuestro potencial. Es decir que ahora mismo diría que estamos haciendo bastante bien básicamente creando todo este negocio sin una compensación sustancial”. Y tiene toda la razón, el fútbol femenino en Estados Unidos da más dinero y es más popular que el fútbol masculino, pero no ganan igual, a pesar de que en el fútbol masculino no han ganado nada relevante, y ellas van ganando cuatro mundiales.

Aquí en el Perú el fútbol no es popular, no porque las mujeres no jueguen, sino porque a nadie le ha interesado invertir, apoyar y difundir el fútbol femenino, ni en la cancha, ni a través de otros medios. Latina tenía los derechos de transmisión del Mundial Femenino de Fútbol y no lo hizo, su análisis comercial tal vez consideró que no iba a haber demanda para este deporte cuando lo practican mujeres, pero nunca lo sabremos, porque nunca lo transmitieron, a pesar de que las ganadoras han dado la vuelta al mundo con un mensaje contundente contra los gobiernos autoritarios, el racismo, las políticas migratorias inhumanas y la desigualdad de género, mientras que acá podíamos ver al equipo de fútbol ganador de la Copa América tomándose foto alegremente con un presidente fascista, homofóbico y misógino, sin la menor pizca de vergüenza o rechazo frente a alguien que le está haciendo daño a su país y a su gente.

Latina se ha perdido una gran oportunidad de abrir un nuevo nicho de espectadores, de crear una oferta y de recibir por ella una demanda desconocida, nueva, que espera deportistas distintos, en un pueblo cansado de tantos fracasos. Necesitamos a las mujeres dándolo todo y necesitamos apoyarlas cuando lo hagan, si algo falla en esa ecuación, seguiremos estando en el fondo, no porque no podamos, sino porque los que pudieron no hicieron nada para cambiar esta situación.