El domingo 17 de agosto, el canal del Estado, a través del programa “Sucedió en el Perú”, transmitió un documental sobre Miguelina Acosta, intelectual yurimagüina de gran contribución a diversas luchas en los años 20 del siglo pasado, y quien lamentablemente había estado en el olvido, con contadas excepciones, hasta hace muy poco que sus textos fueron rescatados por el filósofo Joel Rojas, quien la descubriera luego de revisar y publicar los textos de Dora Mayer, quien fuera gran amiga de Miguelina, y cómplice en múltiples aventuras.

La imagen puede contener: una persona, gafas y sombrero
Miguelina Acosta ilustrada por Sheila Alvarado

Como se sabrá a través de sus escritos, Miguelina era una mujer de polendas, implicada en las múltiples causas que tenían que arreglarse en el Perú de inicios del siglo XX, por lo que fue una miembro activa de diversas organizaciones feministas, una punzante anarcosindicalista preocupada por la educación de indígenas y obrerxs, fundadora de colegios e institutos para mujeres, una extraordinaria oradora, presidenta del Comité Pro Abaratamiento de las Subsistencias y los Alquileres en tiempos de posguerra, organizadora del primer mitin feminista, que fuera prohibido por el gobierno y que, evidentemente, desobedecieron para enfrentarse con la policía, quien intentaba reprimir a las mujeres congregadas en el Parque Neptuno; una intelectual laica en contra de la consagración del Perú al Corazón de Jesús y, además, la primera abogada litigante, que defendía a mujeres de matrimonios desgraciados y a yanaconas de la servil explotación de la que eran sujetos.

Por ello, es impresionante que en el programa “Sucedió en el Perú”, los guionistas hayan decidido convertir a Miguelina en una persona prácticamente sin agencia al lado de Dora Mayer y José Carlos Mariátegui. Con la primera actuando como una mojigata que intenta calmar el carácter más fuerte de Dora, y con Mariátegui, como una tímida discípula que idolatra al maestro, cuando Miguelina no solo estuvo a la altura de ambos (Dora la consideraba su hermana y Mariátegui la llamaba doctora), sino que enfrentó desde muy joven la adversidad con una energía y autonomía inusitada para una chica de su edad. Miguelina se hizo cargo de su madre enferma en Suiza, en un país extranjero y en una lengua que no era la suya, a la edad de 15 años, ¡completamente sola!, llevando en paralelo el cuidado de su madre y sus estudios. Y cuando regresó al Perú luchó con todos sus medios para estudiar Jurisprudencia en una universidad llena de hombres.

Además, era feminista y estaba articulada con feministas de todas partes del mundo con las que planificaban mil y un actividades, en las que Miguelina convocaba continuamente a las mujeres a unirse, y no tenía miedo de escribir cartas a diferentes empresas ofreciendo sus destacados servicios, mientras terminaba su doctorado casi ciega. ¿Alguien que haya sabido esta historia cree que Miguelina hubiera actuado de forma pusilánime como la colocan en el documental?

Sin mencionar que litigó, es decir, ejerció la defensa ante los tribunales (patriarcales y racistas) de aquellos a los que en el Perú se consideraba menos que humanos: mujeres e indígenas, enfrentándose a dos instituciones que ordenaban sus vidas: el matrimonio y el yanaconaje. ¿Alguien puede creer que Miguelina haya sido tímida como la representan en “Sucedió en el Perú”?

Se necesita que la historia de las mujeres sea contada con perspectiva de género, porque sino seguiremos reproduciendo manidos estereotipos que no tienen ningún sentido en los tiempos actuales. Históricamente se ha querido ver reflejadas a las mujeres como subyugadas por algún poder en donde ellas no tenían ninguna capacidad de negociar libertad y también algo de poder, por eso se las ve continuamente reflejadas como madres sacrificadas, apasionadas discípulas o fervientes amantes, imaginar a una mujer sola enfrentada con el mundo sin concesiones de ninguna clase al amor romántico heterosexual es complejo, pues no es lo que la imaginación masculina anhela de una mujer, por eso no solo urge que los hombres dejen de mirar a las mujeres como a personas a las que hay que salvar de algo, incluso de ellas mismas, sino que más mujeres intervengan al momento de contar nuestras historias, la experiencia vital es importante para evitar bochornos como los ya vistos.