Qué se necesita para poder violentar a diversas personas por mucho tiempo en total impunidad: por un lado, una organización jerárquica, poder casi ilimitado dentro de la organización, prestigio y redes que refuerzan este poder, por el otro, desventajas de poder, dependencia, miedo a perder oportunidades y silencio de quienes viven o son testigos de la violencia. Se pueden sumar esas y más características y tenemos un cóctel de abuso de poder listo para hacerse efectivo.
Como cuenta el psicólogo Rodrigo Sánchez, en un post publicado en su Facebook personal el 29 de mayo, sobre la violencia psicológica, la intimidación, el maltrato, el chantaje y el autoritarismo, así como luego el silencio y la impunidad, que vivió con su asesora de tesis cuando era estudiante de esa carrera en la PUCP, que afectaron gravemente su salud emocional, el desarrollo de su tesis y su posterior desenvolvimiento en sociedad:
“Hola, soy Rodrigo Sánchez, exalumno de la facultad de psicología PUCP y esta es la historia de agresión psicológica que experimenté con una docente de la facultad durante el último ciclo de la carrera. En el ciclo 2014-II estaba inscrito en el curso de seminario de tesis, mi último curso de la carrera. Recuerdo que desde el primer día que la conocí hablaba muy fuerte y siempre estaba con el ceño fruncido. En casi todas las interacciones verbales parecía exaltada y siempre subía el tono de voz. Reaccionaba como si cada vez que le hiciese una pregunta o comentario técnico de mi tesis se le estuviese diciendo algo terrible y amenazante. Ella respondía con agresión, autoritarismo y una actitud intimidatoria.
Para justificar sus desproporcionadas e iracundas reacciones se valía de mentiras. Por ejemplo, cuando le hacia una pregunta ella respondía muy molesta y decía que no estaba para responder ninguna de mis dudas, que ella solo me evaluaría, o se irritaba por decir que yo no podía hacer “semejante pregunta”. Además, subía el tono de voz porque mi tesis no tenía el contenido que ella quería y se mostraba muy molesta si el contenido no estaba en el párrafo o en la línea que ella deseaba. Luego, al revisar mi trabajo, encontraba que la observación que me había hecho no era cierta, que la tesis sí tenía la parte supuestamente faltante que reclamaba. En ese momento dudaba de mí, pero ahora lo tengo más claro, ella solo buscaba crear conflictos en base a reclamos infundados, hablarme de manera amenazante o intentar asustarme.
Su excesiva agresividad basada en engaños era solo una excusa para maltratar a las personas que dependían de ella académicamente. Ella abusaba de su poder, y tenía bien claro que los alumnos que estaban a su cargo temían por su nota y por perder el curso. Además, siempre mirábamos a los profesores como autoridades. De ese poder se aprovechó. Estos maltratos deben haberse repetido muchas veces más, ya que ha enseñado en la universidad por muchos años. Seguro hay exalumnos, incluso mayores, que también deben haber experimentado sus abusos.
En las tres asesorías que tuve con ella no aportó nada a mi tesis, en la última sesión llegó a negarse a prestarme un lapicero para que pueda apuntar sus indicaciones, cualquier excusa era buena para buscar conflicto y asustar. ¿Cómo puede trabajar un alumno con una asesora con una actitud agresiva y amenazante constantemente? Sentía miedo y angustia cada vez que asistía a las asesorías. Quise sobrellevar esta situación sin temor, pero definitivamente también me afectó a pesar de mi actitud controlada y relajada. Era muy difícil casi una tortura ir a verla; en una sesión me dijo que podía cambiarme de asesora, lo cual acepté; se molestaba más conmigo cuando yo la miraba calmadamente, dejándole saber que no me intimidaba con su actitud. Ante ello, me dijo que lo pensará bien, que me podía “salir muy caro” y que era el único curso que estaba llevando en la universidad, así que me expulsarían si lo reprobaba. Entendí esto como una amenaza y una forma de extorsión.
Lo que esta profesora de la PUCP quería era intimidarme para que acepte ser maltratado todo el ciclo. Por unos días pensé en someterme, pero luego se me ocurrió que aun dejando que ella hiciera esto conmigo no había ninguna garantía que me deje pasar el ciclo. Posteriormente, fui a pedir una cita con la coordinadora de la carrera de psicología, la asesora se negaba a recibirme si antes no hablaba con esta coordinadora, ella me dijo que era imposible que cambiara de asesora; lo único en lo que aceptó ayudarme fue en que le escriba un mensaje a mi asesora indicándole “disposición” para trabajar con ella, copiándole el correo a la coordinadora y que ella hablaría con esta persona para comprometerla a seguir trabajando conmigo.
Luego, mi asesora me pidió que deje un avance de mi tesis impreso en su oficina, lo cual hice, pero tuve que esperarla un tiempo largo porque había salido del país, al volver se negó a recibirme diciendo que la impresión había salido borrosa y que solo trabajaría con material que estuviera en perfectas condiciones. Posteriormente se negó a recibirme pasando por encima de la coordinadora académica. Al pasar varias semanas, le escribí indicándole que si no me recibía me quejaría ante la facultad. Al día siguiente se comunicaron conmigo de la universidad indicándome que mi asesora se había quejado de mí y que debía ver a la decana de la facultad en su oficina para resolver la situación.
La decana se negó en todo momento a tomar como válidas mis quejas indicándome que solo me daría dos opciones: quedarme sin asesora y reprobar, o quedarme con mi asesora y tener una mínima probabilidad de aprobar. Una vez más me vi obligado a aceptar la imposición y estar a merced de esta persona, que luego ignoró las indicaciones de la decana, para poder tener alguna esperanza de aprobar. Esta autoridad de la universidad se comprometió a conseguir una nueva asesora, la cual me recibió faltando menos de una semana para la evaluación final.
Como era de esperarse, esto afectó mi proyecto de tesis, el documento no estaba suficientemente desarrollado para que mi nueva asesora me permitiera ir a la evaluación final, así que reprobé el curso a pesar de pedir ayuda a las autoridades la PUCP (incluida la defensoría universitaria). El nombre de mi primera asesora de ese ciclo, la que intento extorsionarme durante casi todo ese semestre es Patricia Martínez, una de las personas más déspotas y agresivas que he conocido. Escribo esto porque nunca me sentí apoyado, más bien, sentí desamparo de las autoridades de mi casa de estudios, de la Especialidad de Psicología y de la Facultad de Humanidades. Si en la Facultad de Psicología, donde forman a muchos estudiantes para cuidar la salud mental y muchos profesores son psicoterapeutas se da este tipo de agresiones hacia el alumnado, ¿imaginan que se podría esperan del resto de facultades?
Siempre hubo silencio con respecto a mi caso, y los alumnos lo reconocen bien, por ello, quizás, no denuncian, pero pienso que eso debe cambiar. No está bien que una docente, teniendo conciencia que tiene poder sobre ti, por su estatus de autoridad, se aproveche de tal poder para violentarte. Esto NO le debe pasar a ningún alumno o alumna más”.
Luego de esta publicación, salieron más testimonios de otros alumnos que también vivieron violencia:
“Claro! uno cruzaba los dedos para que esté su asistente y no ella. Lamentablemente fue mi tutora y también tuve una mala experiencia”.
“No es la primera vez (y sospecho que no será la última) que me entero de algún maltrato por parte de PM. No entiendo, tampoco, como llegó a tener a su cargo la coordinación de la especialidad siendo como es. Todos sabemos que en la facultad hubo, hay y habrán vacas sagradas, pero personas como Patricia restan demasiado”.
“Te creo completamente, yo misma recuerdo el temor que sentía en clases con ella. Aunque su actitud nunca llegó al nivel que tú mencionas, cada contexto es distinto. Además recuerdo el maltrato de docentes y JPs a amigas. Creo que, como psicólogos, sabemos muy bien distinguir lo que es maltrato, lo peor es que, como tú, uno se da cuenta luego de varios años de experiencia en el campo. La PUCP siempre ha sido una burbuja incluso para este tipo de cosas”.
“Una vez también lleve asesoría de tesis con Patricia Martinez, tuvimos tres asesorías y me retiré. Ni los temas que le propuse, ni los avances primigenios eran suficientes a su criterio. Y a las preguntas o pedidos sobre alguna guía y ayuda para encaminarme respondía de manera muy despectiva diciendo que eso ya debería saberlo, lo que rompió toda lazo de confianza para avanzar. Luego de la tercera sesión decidí retirarme, porque sentí que las ideas iniciales que tenía no servían, me vi desorientado, perdido y frustrado. Me sentí bastante intimidado con su actitud”.
La respuesta institucional
Frente a lo publicado por Rodrigo, la Facultad de Psicología de la PUCP respondió fríamente especificando su fecha de creación: 2017, y que desde esa fecha han tenido “tolerancia cero a la violencia” (supondremos que antes no). Asimismo, enumeran cuáles son los canales a los que lxs estudiantes pueden acudir para poner su denuncia, a pesar de que Rodrigo señala claramente que todos sus intentos para que las autoridades lo ayuden fueron desestimados.
Resulta extraño que siendo una escuela que forma a psicólogos y psicólogas para atender la salud mental de personas, su respuesta sea totalmente despersonalizada y carente de empatía con los que hayan podido sentirse afectados por profesores agresivos que abusaban de su autoridad. No hay ninguna crítica a los hechos que se narran, no se dirigen a Rodrigo en ningún momento obviando su testimonio e invisibilizando su afectación, a pesar de saber que se trata de él, no de “comentarios”, como anotan, al azar, sino de una vivencia específica, particular, que tiene que tomarse en cuenta con todo el peso que este testimonio necesita, para que deje de ser generalizada, para que no haya más maltrato, para que lxs estudiantes que hayan podido vivir estas situaciones sean reparados, para que ningún profesor vuelva a abusar de su poder nunca más.
Cientos de experiencias detallan también cómo la homolesbotransfobia, la misoginia, el racismo y el clasismo se filtran en la forma en que son tratados lxs alumnos en los ambientes educativos.
Hay una línea que no debe ser cruzada entre ser exigente y ser abusivo. Al parecer, algunxs profesores la cruzan, afectando severamente el desarrollo pedagógico de sus alumnxs.
Como apunta la psicóloga Priscilla Cárdenas, quien también ha vivido experiencias de violencia de parte de un par de profesoras, como cuando una aprovechaba sus clases para burlarse de ella en medio de la clase, para deslegitimar sus conocimientos, o para amedrentarlas cuando estaban a punto de dar un examen:
¿Qué de pedagógico tiene que te hagan llorar porque no les parece suficiente lo que produces académicamente? ¿Qué de pedagógico tiene que prácticamente te digan “brutx” por no tener algún conocimiento o no entender un tema del todo. ¿Qué de pedagógico tiene que digan “si no mejoras significativamente voy a dejar de asesorarte“. ¿Qué de pedagógico tiene que te utilicen o utilicen algo que dijiste en clase para burlarse de ti en medio de un salón con 30 personas? ¿Qué de pedagógico tiene te miren con ojos saltones por decir algo que a sus ojos no está bien? Y así sigue…
Eso no tiene nada de pedagógico. En vez, tiene mucho de perverso y sádico, sobre todo porque tienen conocimiento de cómo afecta psicólogicamente a las personas. Personas que están subordinadas por su posición de alumnxs.
Asco y repudio a todxs esxs “docentes”. ¿Quién los persigue o fiscaliza para evaluar sus “formas” o “métodos” de enseñanza?“.
Aclaración de la profesora Martínez
El día 4 de junio, por correo electrónico, la profesora Patricia Martínez, quien fue sindicada como la persona que ejerció agresión psicológica contra el entonces estudiante Rodrigo Sánchez, envió una carta aclaratoria a nuestra redacción, en la que señala que fue ella quien denunció al exestudiante por su falta de respeto y expresiones ofensivas, que están documentadas en correo electrónico.
Pasamos a publicar su respuesta completa.