Escribe: Carlos Jaramillo

Era junio de 2008. No teníamos dinero para celebrar el Orgullo y nos mordíamos los codos por hacer algo. Habíamos realizado la primera Marcha en 2006, y lo que sería la siguiente edición se perdió, por temas que hoy no tocaré. Llegó el año 8 del siglo. Fuimos un grupo entusiasta, cada quien con sus historias, sus claroscuros, pero con convicciones a morir. Éramos indocumentadas y felices llegando a los 30. Ya le habíamos puesto Alma Chiclayo. Conchudísimas.

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Segundo gobierno de Alan García. Increíble. Planeábamos celebrar el Orgullo con lo que mejor sabíamos hacer: irnos a la Queen a tomarnos hasta el agua del caño. O a Romanos. O al Bokhara. O al Babylon. Teníamos que morir todas las noches, como dice un libro.

La vida gay también giraba en torno a la posta de Olaya a tamizarnos del bicho y recibir tiras de condones de envoltura plateada como los chocolates de bodega.

Inppares empezaba a convocar su centro juvenil “Futuro”. Ahí estaban César Cortez y “El Chino” Rentería, jovencísimos, llenos de ideas y vehemencia. Se organizaría una reunioncita zanahoria para lo del Orgullo. Chicas, ya después nos vamos al cambalache. Bueno, dijimos. Y también hay una pequeña cosa: el Quipu de la memoria. ¿Y cómo es eso? Vamos a recordar a las víctimas de los crímenes de odio. ¿No será muy triste?. Podemos hacer las dos cosas. Como tantas otras en la vida. Las mariconas sabemos reír llorando. También. Lo haremos con lanas de colores. Regio.
(no hace falta abundar en los chascarrillos y dardos que inspiraron las locas con sus manualidades de kinder).

Llegó el día: la Charly, la Hernán, la Alexka, la Edu, la Gato y yo, la Jaramillo. Pucha, ni una leca. Es que no hay cerveza. Buses. ¿Y las tracas? Muy temprano, no están producidas. Recontrabuses. Sin estereotipo no hay paraíso, mamachita linda.

Llegamos y sonaba la Carrá, ligeramente outlet. Ellas querían Womanizer. No había para el MP3. Ni Facebook existía. Acudió también gentita de Viviendo en positivo y alguna aliada más. La fauna activista de ese tiempo. Las anfitrionas pasaron unas empanadas medio feuchas, la verdad, y gaseosa heladita que cayó de perlas en medio de mi resaquita de shu.
Si no hubiera sido por el banderón del arcoíris colgado y la versada tertulia sobre los chicos chacutis, era un bingo de la parroquia. Te lo juro.

El ambiente de la vieja casa donde funcionaba Inppares en la esquina de Leoncio Prado con Luis Gonzáles nos acogía. Llegó el momento de pasar a una pequeña área continua, donde cordones trenzados de lana con los colores del arcoíris se enlazaban emulando los quipus de nuestras antiguas civilizaciones.

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Una forma retomada de memoria, tan simbólica, para un país poco dado a recordar. El conflicto armado interno también se ensañó con les más vulnerables, como toda guerra. Homosexuales, así a secas, obviamente en perversa inclusión.

Es la Comisión de la Verdad la que recoge testimonios y los enuncia para que sepamos bien lo sucedido en el Perú. Personas TLGBI integrantes y cercanos a la Comisión no olvidaron su compromiso con la causa. Y por la masacre de Las Gardenias, se toma la fecha como reivindicación hacia las generaciones venideras.

La conversación, de pronto, empezó de forma natural a recordar a nuestras muertas, asesinadas, dejadas, abandonadas. L@s muert@s, se decía entonces en lenguaje inclusivo. Con arroba.

No habia nadie esa tarde sin un recuerdo. El momento fue fugazmente mágico. La tribu dispersa que siempre hemos sido había encontrado conexiones en un silencio para honrar. Un nudo para atar la memoria. Una ceremonia laica que respeta las creencias y las no creencias.

Ha pasado más de una década desde aquella tarde. Hoy en el año 20, tenemos que pasar el domingo sin salir de casa. Allá afuera hay una epidemia. La peste del covid-19. Seguimos en cuarentena, pero nuestra memoria no está sometida al encierro. Está libre e intacta, aquí, para no olvidar. Para no tropezar con el pasado. Para que quienes vengan recojan lo hecho por estos maricones, estas travestis, estas lesbianas, y sepan llevar con Orgullo también a sus ancestras, como lo hicimos nosotras. Ya sabes.

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