Desde el 11 de marzo, fecha de inicio de la pandemia, el sector salud ha sido es más golpeado en diferentes países. Cada país, por ende, cada gobierno ha tenido una estrategia diferenciada para enfrentar esta crisis sanitaria de acuerdo con la capacidad estatal, en esta situación algunos han reaccionado mejor que otros en capacidades y voluntad política.

Por otro lado, ya sabemos que el sistema de salud está colapsado, pero ¿qué significa esa certidumbre? Significa que no hay camas de hospitalización porque se encuentran ocupadas, no hay ventiladores mecánicos, no hay personal asistencial. Los hospitales ya no reciben a más contagiados por COVID-19. Cientos mueren en los hospitales, ya sea en las camas o en los pasillos, y algunos otros en sus casas como pronosticó el ministro de Salud. Esta situación desoladora se repite en cada una de las regiones y con mayor desesperanza en Iquitos, Lambayeque, Lima y Piura.

El sistema colapsa también cuando el Comando Covid no reacciona de manera oportuna ante la crisis en las regiones, los medicamentos como la azitromicina se agotan o alzan sus precios en las farmacias. Cuando la atención primaria es insuficiente, colapsa el sistema porque no basta con aplicar la prueba rápida, el tratamiento y el seguimiento de los casos requiere mayor personal y atención. En la misma línea se encuentran las pruebas rápidas, estas son limitadas y por ello ya no se está aplicando a los miembros de una familia, porque basta un solo sospechoso o un infectado para generalizar el diagnóstico a los demás integrantes, esa es la información que me transmiten mis familiares ante el resultado positivo de Covid-19 de mi abuela.

La limitada producción de oxígeno en regiones como Iquitos y Piura suman a las variables del sistema colapsado. Se requiere oxígeno para aquellas personas que se encuentran en los hospitales como en las casas bajo el tratamiento por Covid-19 o la sospecha ante el mismo. Este elemento se ha convertido en la herramienta clave para sobrevivir, porque ante un cuadro de crisis respiratoria, es lo único que logra estabilizar a las personas y ahora este producto es limitado y caro para quienes no tienen el dinero para costear el alquiler del galón que se requiere diariamente. Por esta razón, iniciativas como la del sacerdote Portelli, que consistió en recaudar fondos para instalar una planta de oxígeno en Iquitos son vitales para ayudar a sobrevivir a quienes padecen del coronavirus y no están recibiendo ni la atención ni el seguimiento de sus casos por el sistema de salud.

No es nada sencillo reflejar con cruda realidad que los servicios de salud están colapsados, aún más cuando es una persona cercana a ti requiere más que nunca de esos servicios, pero es de resaltar que en este periodo hay muchos peruanos y peruanas que a través de videollamadas o tutoriales están atreviéndose a aprender a realizar acciones para salvar la vida de quienes aman, como poner sueros, administrar oxígeno y canalizar vías. Todo bajo la consigna del amor.