Estuve pensando sobre una pregunta que se hizo en un programa de televisión: ¿Pacientes con COVID pueden continuar trabajando? y esto, aunque no se especificó en el medio, claramente tenía relación con el hecho de que la popular conductora de espectáculos Magaly Medina haya salido en su programa afirmando que padece de la enfermedad y que continuará emitiendo su programa sin interrupciones desde su casa.

Estas declaraciones han causado polémica, ya que se trata de una persona contagiada con un virus que ha originado una pandemia y sobre el cual se tiene muy poca información. Por ello, ante la pregunta de si un paciente con COVID puede continuar trabajando, la respuesta no es muy contundente, ya que esta enfermedad puede ser asintomática en algunos, como muy grave en otros, puede ser letal en adultos mayores y personas con obesidad como muy leve en los niños. Así que responder sobre la base de una evidencia científica no es posible, sin embargo, de manera personal, me atrevo a afirmar tajantemente, que no, que una persona que haya contraído la enfermedad no solo no puede trabajar, sino que no debe hacerlo, a pesar de que, como ella afirma, no pone en riesgo a nadie porque solo tiene contacto con las personas de su equipo que ya tuvieron la infección.

No me voy a detener a analizar sobre la probabilidad de reinfección de quienes ya padecieron la enfermedad, porque además de que no se puede afirmar con evidencia válida que esto es imposible, no es el detalle que me parece que está en discusión. Al afirmar que una persona infectada no puede trabajar, no lo digo como un análisis individual del caso que se describe, sino que esta respuesta tiene que ver más con la forma en cómo se proponen las políticas públicas, las mismas que no se hacen pensando en las individualidades, sino en función de la comunidad y mirando a la colectividad.

Las políticas públicas se analizan dentro de contextos sociales, económicos y políticos, peor aún si de una pandemia estamos hablando, por ello, las medidas de cuarentena y restricciones, el uso de mascarillas y toda una serie de prohibiciones, muy discutidas por algunos especialistas, pero que ante la emergencia sanitaria en la que el mundo se ha visto afectado, han sido necesarias de tomar, porque no se trata de un hecho aislado y de una persona enferma, sino de más de 13 millones de contagiados a nivel mundial y más de 300 mil en el Perú, de los cuales más de 12 mil han fallecido, sin contar con aquellos que no han tenido contactos con el sistema de salud, que pudieron pasar la enfermedad sin saberlo o que fallecieron en sus casas sin lograr recibir el diagnóstico.

En ese sentido, el mensaje que nos da la señora Medina resulta no solo irresponsable, sino también irrespetuoso con las personas que en medio de esta pandemia buscan un espacio donde entretenerse y olvidar un poquito el dolor de haber perdido a un ser querido a causa de esta enfermedad. Y en lugar de eso, ven a una persona que les dice que las medidas de cuidado son innecesarias, que con su sola voluntad puede enfrentarla, que ella no contagia a nadie (muy discutible porque probablemente haya muchas más personas involucradas en su entorno), además de verse como un ser con un poder tal, que no se va a morir, y no solo le dice a las miles de personas que no tienen acceso ni a una prueba diagnóstica, que ella se hizo y muchas, sino que además habla de un grupo de médicos a su cargo, cuando la mayoría no acceden ni a un seguimiento médico telefónico. Eso, desde luego, no solo es insultante para quienes sufren por las carencias de nuestro sistema sanitario, sino que, además, genera una contradicción con las medidas que desde el Estado se difunden esperando que logren ser escuchadas y tomadas en cuenta.

Es muy difícil lograr que las personas internalicen cada recomendación que se da y las cumplan de manera estricta, no solo porque no les importe, sino que muchas veces se debe a que no pueden. Cómo se le dice a una persona que no tiene acceso al servicio de agua potable que debe lavarse las manos durante 20 segundos con agua que corra y con abundante espuma. Cómo le dices a una mujer que no tiene un trabajo formal que se quede en su casa y guarde la cuarentena durante más de 100 días. Cómo se le dice a una persona que ha sido despedida de su trabajo que no puede subir a un transporte público sin careta facial, cuando con las justas juntó para el pasaje y aún no sabe si obtendrá el trabajo que está buscando. Cómo poder lograr adherencia a las medidas sanitarias cuando, aparte de los problemas sociales, tenemos a líderes de opinión que dan mensajes contradictorios, que resultan peligrosos cuando son difundidos de manera masiva.

Cómo se logra que las medidas sanitarias tengan el impacto deseado en la población, si en uno de los programas más vistos de la televisión peruana una popular conductora les dice a todas las personas que las normas que el Estado dicta se pueden incumplir y no va a pasar nada. Cómo hacemos con los derechos laborales de los miles de trabajadores que han sido obligados a asistir o a entregar productos, aún con síntomas de la enfermedad, porque muchos jefes también enfermos, pero con atención a domicilio y tratamiento oportuno han querido seguir trabajando, y que al hacerlo, les dicen que no hay motivo alguno para parar a pesar del contagio, porque les enseñan con el ejemplo, cuando han trabajado enfermos, sin darse cuenta de los privilegios que ellos tienen y que el respeto al descanso médico es una obligación, cuando tampoco ellos se dan un respiro, porque valoran más el dinero que su propia salud.

Cómo hacemos para que el trabajador enfermo, aunque sin síntomas, tenga derecho a reclamar su justo descanso y cuarentena, que no solo es una medida de protección hacia otras personas, sino que es un derecho fundamental a preservar su salud, entendiendo esta de manera integral, porque la carga en la salud mental de una persona con diagnóstico de COVID, aunque no tenga síntomas físicos evidentes, debe ser tan pesada como la que siente alguien con una insuficiencia respiratoria.

Y por ello, ese mensaje “empoderado” ante las cámaras, de romper con todos los protocolos que la cuarentena nos ha obligado a cumplir, no nos muestra a una mujer fuerte y valiente, lo que nos muestra es a una persona irresponsable, egoísta y, sobre todo, autoritaria, que pone en riesgo la vida de las otras personas sin el mayor remordimiento y que, lamentablemente, es solo la muestra aleatoria de lo que son muchas personas con poder y que en medio de este contexto han sido evidenciadas en todo su esplendor.  

Es necesario cuestionar a los medios de comunicación porque el poder que tienen de llegar a la colectividad es tal, que más de un gobierno corrupto se ha aliado con ellos para sus fines perversos, y es por esa razón que si queremos un mejor país debemos también exigir a estos, que cumplan con la función que les corresponde dentro de la sociedad y que en esta pandemia debió de ser la de trasladar la mayor cantidad de mensajes e información que sirva de insumo positivo a cada ciudadano, que contribuya a aliviar la pesada carga del dolor, que eduque masivamente a las niñas, niños y jóvenes estudiantes alejados de las aulas, por razones de esta crisis, que sin necesidad de onerosos contratos prestacionales difundan los mensajes de salud pública, que formen parte importante de este arduo trabajo de muchas personas y que se ven frustrados cuando en los programas más difundidos y con mayor audiencia se exponen a personajes con muchos seguidores, sin mascarillas y sin guardar las distancias, mientras nos dicen que lo hacen porque tienen el poder y el dinero suficiente para hacerles pruebas continuas, mientras hay personas que han muerto sin haber podido acceder a una.