Andrea Aguirre no era feminista, no era activista de Ni una menos y no era mejor amiga de Solsiret, pero el machismo que abunda en redes sociales ha buscado por todos los medios que información falsa circule.

Desde el fascismo de “Manifiesto” hasta el fundamentalismo de “Con mis hijos no te metas”, desde el personaje más iletrado hasta los que han leído o escrito unos 20 libros han intentado posicionar esa idea, sin importarles ni por un minuto las circunstancias de la muerte de nuestra compañera, el dolor de su familia, la lucha por encontrarla durante casi cuatro años frente a la desidia, indiferencia e indolencia de la pareja, la familia de la pareja, un policía, toda la policía, varios ministros, el Ministerio del Interior, varios fiscales, el Ministerio Público, la empresa telefónica y el Estado peruano. Todos cómplices de su muerte, y a esa complicidad, a ese espíritu de cuerpo, a esa cadena de negligencias para dejar en el abandono a una mujer declarada desaparecida se llama PATRIARCADO.

Si el patriarcado no existiera, si las mujeres importaran, el caso de Solsiret se hubiera resuelto en dos semanas, pero tuvieron que pasar tres años, cinco meses, 27 días, decenas de marchas, plantones, intervenciones, memorias, vigilias, diligencias, dolor, llanto y gritos de su madre, su padre, sus amigas, y por último, hablar con el presidente, para que por fin se mueva un dedo por el lado de la justicia.

Hay 2000 mil mujeres desaparecidas en los últimos años, la mitad de ellas hubiera podido ser encontrada con vida si el PATRIARCADO hubiera caído hace tiempo, y lo que hacemos las feministas es justamente eso, tratar de tirarlo, para que ninguna otra mujer, anciana, joven, adolescente, niña vea sus sueños truncados.

Andrea Aguirre no era feminista, pero si lo hubiera sido, porque para serlo no se necesitan cartones, solo sentirlo e intentar cambiar la forma en que has llevado tu vida, tampoco quita nada a un movimiento que intenta transformar el mundo desde la raíz y que lo está logrando, porque UNA EXCEPCIÓN NO HACE LA REGLA, el año pasado mataron a 194 mujeres, y a todas las mataron hombres que juraron amarlas para toda la vida, el año pasado violaron a más de 10 mil mujeres, y a la mayoría de ellas las violaron en sus casas hombres que juraron protegerlas.

No hay que tener miedo de decir que sí, a Solsiret la mató una mujer, y la mataron dos hombres, y la mató el Estado peruano y todo su aparato que odia a las mujeres, porque a todas nosotras nos enseñaron a odiarnos desde pequeñas, a odiarnos por las migajas que algunos hombres pretendían darnos y que llamaban amor, nos enseñaron a desconfiar de nosotras y a confiar en el amor que ellos nos ofrecían, nos enseñaron a renegar de las nuestras y abrazarnos a ellos, nos enseñaron a creerles a ellos y no creerles a nuestras hijas, nos enseñaron a defenderlos incluso cuando arruinan nuestras vidas, nos enseñaron a depender de ellos quitándonos capacidades, habilidades, talentos, voz pública, poder de decisión, espacio, dinero y tiempo para nosotras.

A nosotras no nos enseñan a matar, nuestra socialización nos enseña todo lo contrario, nos enseñan a morir, por ser mujeres, por construirnos desde la debilidad, por inocularnos la dependencia, por no darnos las oportunidades suficientes, por no enseñarnos a creer en nosotras.

Y el feminismo lucha por cambiar esa situación, por eso no es un movimiento que busca la “igualdad”, busca la LIBERACIÓN de todas las cadenas que nos oprimen, nuestra liberación emocional, económica, sexual, cultural; la igualdad podrá llegar cuando seamos libres.

Aprovechemos esta capacidad que tienen algunos para mentir y aprovecharse de la muerte de una mujer para sacarlos de nuestras vidas. No vale la pena tenerlos cerca.