Huancayo es una ciudad sumamente machista, segunda en índices de violencia sexual y bastante protagónica en casos de feminicidios, motivo por el cual la educación con enfoque de género como estrategia de lucha contra la violencia se hace imprescindible y vital para las mujeres y niñas, y diversidades, que día a día sufren las consecuencias de la violencia y, literalmente, luchan por sus vidas; sin embargo, la magnitud del rechazo a esta política pública ha tenido un nivel de violencia alarmante.

Por un lado, existe la manipulación inescrupulosa de grupos religiosos y fundamentalistas que se aprovechan de la fe y creencias de las personas para tergiversar el mensaje de igualdad de género y así mantener a sus fieles en el desconocimiento y continuar detentando un poder económico sobre estos en base a los negocios de fe; pero, por otro lado, existen personas asociadas a corrientes políticas extremistas que son misóginas, autoritarias, discriminadoras, homofóbicas y violentas que están promoviendo las acciones de rechazo por parte de la población huancaína. Ambos bandos parecen haber realizado una especie de alianza tácita en donde sus prejuicios son los puntos de convergencia. No es raro entonces que un pastor evangélico, promotor del Colectivo “Con Mis Hijos No Te Metas” en la zona, sea quien se encuentra al mando de la Dirección Regional de Salud Mental del actual gobierno de Junín, que dice ser de izquierda radical.

Tenemos a los propios militantes del partido del gobernante de la región Junín, Vladimir Cerrón, como protagonistas de un discurso totalmente desconcertante respecto al nuevo currículo educativo, pues mientras dicen comulgar con una izquierda materialista que señala a la religión como opio del pueblo, al mismo tiempo citan versículos bíblicos para hablar del orden natural y así sustentar sus prejuicios y rechazar toda aquella acción con enfoque de género. Resulta desconcertante percibir a personas que se presentan como materialistas señalar que son las leyes divinas las que respetan y no las leyes del hombre, que afirman se encuentran llenas de perversiones. 

Dicho esto, quiero convocar a la reflexión integral sobre lo ocurrido hace unos días en la ciudad de Huancayo, la cual acaba de vivir un episodio que merece una profunda atención, debido a que un grupo de ciudadanos y ciudadanas, impulsados por personas violentas y de intereses desvirtuados, han realizado una acción simbólica de rechazo a la educación con enfoque de género mediante la quema del material educativo. Y para esto es importante recordar acciones similares que trajeron a nuestro país violencia, casos y violaciones sistemáticas de derechos humanos.

Era 1980 cuando en el pueblo ayacuchano de Chuschi se realizó la quema de ánforas y padrones electorales que iban a ser utilizados por el Estado peruano para las elecciones presidenciales. Dicho acto fue banalizado y no fue identificado como merecía, como una señal sumamente peligrosa respecto a lo que un grupo de personas harían con nuestro país, por lo que luego ese evento ignorado permitió el crecimiento exponencial en otras manifestaciones de violencia mucho más lesivas.

Sendero Luminoso comenzó así el conflicto armado interno, quemando documentos emitidos desde el Estado y con dicha acción emitía un mensaje respecto al cómo es que van a ejercer su participación en la sociedad, lo cual es importante recordar en estos momentos, pues no queremos volver a vivir situaciones críticas de violencia, que con mucho esfuerzo humano nos ha logrado superar.

Esta acción de quemar los textos escolares, al igual que aquella que se enunciaba precedentemente, merece ser vista con total cautela y atención especial para prevenir conductas violentas de quienes con mucho odio se oponen a que la educación sea una herramienta de lucha contra la violencia de género. Ello, considerando además los rostros que se han podido observar en las manifestaciones sociales de la ciudad de Huancayo, rostros que ya se encuentran en libertad, pero que han estado asociados a grupos que nos rememoran a épocas muy dolorosas para nuestra región y el país entero.

Mucho hablamos de los grupos religiosos que están detrás de estas acciones de odio, pero, para el caso de Huancayo, corresponde extender la mirada y ver que no son los únicos emisores de carga negativa dañina para la sociedad, sino que existen otras personas cuyas doctrinas ideológicas violentas hacen que ahora tengan una acción proactiva para marchar por las calles bajo una supuesta preocupación por las y los escolares.

El Ministerio de Educación ha emitido un saludable comunicado de total rechazo respecto a este acto de intolerancia de la ciudad de Huancayo, señalando ello que comentaba precedentemente, de que estos hechos no pueden pasar por alto, y corresponde, por lo tanto, una investigación para sancionar a quienes sean responsables de estas acciones tan repudiables.

Los intereses y los grupos de odio son diversos, son muchos, lo cual debe convocar a que nuestra mirada ciudadana de defensa del enfoque de género en la educación no se centre en solo uno de estos, sino que debe ser ampliada a más actores y cual chapulín colorado, tener nuestras antenitas de vinil atentas a la presencia del peligro. El mensaje de odio es bastante peligroso, por lo que debemos estar en la permanente acción vigilante bajo el contexto social e histórico de cada localidad, pues lo que ocurre en Lima es muy distinto a lo que ocurre en Huancayo y la región Junín, por ejemplo.

Las creencias y posturas de fe son respetables siempre y cuando permanezcan en la esfera personal, que es donde deben estar, pero cuando se entrometen de manera impertinente en las políticas públicas deben ser totalmente rechazadas y si estas vienen, además, de la mano con ideologías totalitarias y dictatoriales su expulsión debe ser inmediata.