Que no nos agarren de lornas. El congreso fujimontesinista está listo para sacar sus garras y aprobar controvertidas iniciativas para perseguir a sus opositores, acallar a la prensa independiente o a la gran prensa que le es incómoda a sus caprichos.

¿Y por qué es un congreso montesinista y no solo keikista? Por la vinculación del jefe de seguridad del Congreso, Walter Jibaja, al oscuro pasado de los años 90, y su formación dentro del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Keiko ha demostrado ser mejor alumna que Kenji, quien a pesar de ser apoyado por un viejo amigo de Montesinos como López Meneses, aparentemente no cuenta con las mañas de su hermana, aunque muchos sospechan que esta suspensión ejecutada hace una semana habría sido un acuerdo para que el benjamín se calle la boca mientras lo investigan, y así le levanten la sanción cuando el tiempo haya pasado. Me pareció ingenua la entrevista que le realizaron los muchachos de Chicharrón de Prensa al invitarlo a hablar contra su hermana, cuando el menor de los Fujimori también tiene ropa tendida en un cordel llamado Limasa.

Pero vamos a lo concreto: el Congreso de la República. Que, como dijo alguna vez Pedro Salinas, no es más que una barra brava con licencia social. Eso fue en 2009, con el dominio aprista. Ahora, con los fujimoristas, podríamos aseverar que nuestro Congreso se asemeja más a una manada de pirañitas con las tarjetas de crédito llenas de ceros a la derecha. A la extrema derecha. Y las amenazas de Jibaja hacia periodistas como Rosa María Palacios, Pamela Vertiz, Sol Carreño, Claudia Cisneros, Sigrid Bazán, entre otras, no solo expresan la misoginia y el odio hacia las mujeres por parte del keikismo, sino sus deseos de copar todo el poder, de inspirar miedo a todo aquel que los cuestione, de decirle “mermelero” a un reportero de provincia solo por espetarle a Galarreta los gastos superfluos. Las rosas, los televisores LED, las computadoras. Los sobre sueldos, las sobrecontrataciones. El buró personal de Anabelle Bartra, los cafecitos, las coordinaciones de Víctor Medina con los reporteros sumisos, sus viajes a Brasil, sus fotitos misteriosas en la sesión de LavaJato. Las miradas lascivas de Christian Peralta, los gritos destemplados de Mónica Su, los homenajes estrambóticos a ese “personaje del bicentenario” tan lúgubre y tan tanático como Martha Chávez, las bravuconerías de Luz Salgado, la ignorancia supina de la Beteta, los bramidos de Becerril, las fastuosas bodas de la Chacón. Estamos hartos, sentimos residuos fecales en el hall de los pasos perdidos. Pero nadie se da cuenta, o nadie tiene las agallas y las gónadas para denunciarlo.

Incendian camionetas como en los 90, tildan de terroristas a los trabajadores del Lugar de la Memoria, insultan a una feminista y la tildan de incendiaria, un canal que se “hace cargo” contrata a un reportero para que escupa sus prejuicios contra las que luchan a favor del aborto y la liberación de los homosexuales. Argentina nos lleva la delantera y debate el aborto libre, seguro y gratuito. Irlanda ya votó a favor del derecho a decidir, en España se ha nombrado un gabinete paritario, en México los progresistas están a punto de obtener la mitad de los votos, y en Colombia luchan por ganar la elección de manera ajustada. En Chile una película sobre una transexual gana el Oscar, en Uruguay el cannabis es legal hace cinco años. Pero el Perú, último en Latinoamérica en obtener sus libertades ante España, parece tener el sino del efecto retardado. De ser un país que convence de su libertad recién cuando otros la logran. De depender del qué dirán, de levantarse en una protesta por Paolo antes que por el precio de la gasolina.

Aunque vistos los hechos mencionados arriba, y la alta convocatoria de las dos marchas previas, se avecina un estallido nacional que ni la bandera rojiblanca ondeante de Vizcarra podrá ocultar. Los españoles no pudieron ocultar con la rojigualda la crisis de Cataluña. Los peruanos, si no despertamos antes que acabe el Mundial, podremos ver vista nuestra hermosa bandera en mil pedazos si la familia japonesa que odia al Perú sigue haciendo de las suyas. Y ahí no habrá Corte Interamericana que nos salve, pues ya nos habremos salido de ella con la bendición del triunvirato García-Fujimori-Villanueva. Pues quien manda en APP no es Acuña, atribulado por su infinidad de juicios, sino el premier y su benjamín que pasa el tiempo juntándose con Mulder para impedir que Guzmán y Mendoza postulen y le hagan un contrapeso a la mafia, ya sea desde el liberalismo o desde el progresismo moderado.

Ya sabes, Perú, que no te metan un foul. El keikismo solo juega para seguir lavando. Nosotros, para seguir respirando.