En reiteradas ocasiones hemos escuchado la frase del “soldado caído”, enunciada por hombres apenados que apelan a tener la más especial de las compasiones y solidaridad con aquel sujeto que ha sido “maltratado” por una “mala mujer” que tuvo el “atrevimiento” de rechazar su amor. Pero, en verdad, veamos quién es el soldado caído.

El soldado caído es ese machista que se siente inconforme y decepcionado por no entender que su propuesta de amor (dominante) haya sido descartada por una mujer. Es ese sujeto que no tolera y no supera la idea de saber que ha sido rechazado, porque en su esquema mental tiene la distorsionada idea de que sí o sí le debían corresponder.

El soldado caído no es más que la expresión patética que escuchamos o leemos por parte de hombres que tienen la osadía de enfadarse porque una mujer les dijo eso que no esperaban: NO.

En este proceso de lucha social ante la violencia machista, cuando, dentro de nuestra lista de arengas, las mujeres cantamos con tanta fortaleza: “NO es NO, he dicho que NO, ¿qué parte no entendiste, la N o la O?”, es porque precisamente vivimos en una sociedad en donde pareciese que cuando nosotras hablamos el lenguaje se vuelve ininteligible, pues el hombre machista no entiende el NO, o mejor dicho sí lo entiende, pero no le importa, porque para este lo único importante es lo que él quiera, aún sea, en contra de la voluntad de la mujer.

Ante ello, a manera de premisa para lo que pretendo comentar después, quiero hacer una reflexión respecto al cómo se llevan a cabo las relaciones de pareja, que se basan en la preponderancia de la sumisión de la mujer a la voluntad del hombre que la “conquistó”.

La “conquista” hacia la mujer se ha convertido en una situación sumamente natural, es más, no la cuestionamos siquiera, hasta incluso llega a ser considerado como algo hermoso y romántico. De pronto se vuelve súper normal esa situación de persecución que el hombre (desde niño inclusive) emprende hacia la mujer, para que finalmente obtenga por lo menos el beso de la “dama”, porque así se lo propuso y así lo quiso el “galante” caballero; ¿y la dama? Qué importa, ¡ese hombre es todo un galán!

Culturalmente los hombres nos conquistan y logran salir con nosotras, independientemente de la real voluntad nuestra (que puede que la haya o puede que no), pero veamos, ¿qué es la conquista como tal? Buscaba en el diccionario y encontré varias definiciones que textualmente paso a citar y que invito a ser leídas con profundo sentir, de manera tal que las contextualicemos en el marco de las “relaciones románticas entre hombres y mujeres”. La conquista es: el acto y el resultado de conquistar, obtener algo a través de la habilidad, el sacrificio o la violencia. Una conquista es aquello que se consigue después de superar ciertos obstáculos. Otra definición es: la conquista es un proceso de toma de territorios mediante la fuerza. En este proceso una organización política fuerza a otra a dejarlos o a someterse; y también está definida que la palabra conquistar, y por lo tanto conquista (del latín conquistare = ganar) se utiliza para designar a todo aquello con lo que se obtiene la posesión de algo (seres o cosas), y una última definición que cito señala: se conoce como conquista al proceso que conlleva la ocupación de una zona determinada, empleando la fuerza para poder lograrlo, aunque cabe señalar el hecho de que no siempre se requiere de la fuerza, ya que hay quienes se valen de métodos como la persuasión de las personas para lograr.

¿En qué momento se volvió natural que las relaciones interpersonales que los hombres quieran sostener con las mujeres se sustentan en sus deseos de poder y dominación en base a la conquista, en donde la voluntad de la otra parte simplemente no importa?

Bajo ese contexto, sucede que la mujer que se resiste a acceder a una relación en sometimiento a ese acto de “conquista”, será para el hombre machista un reto mayor, y como tiene en su consigna que se trata de una habilidad en la que debe incluir todas sus artimañas posibles, simplemente seguirá y seguirá, sin importarle si la mujer quiere o no, porque recuerden, en la conquista se obtiene la posesión por la fuerza “de algo”, con lo cual la voluntad de la contraparte simplemente no le interesa. De ahí que, bien el hombre machista podrá seguir utilizando la fuerza para lograr su cometido de “conquistar” a la mujer y si esta emplea una lucha por la resistencia aún mucho mayor a sus esfuerzos de conquista, descargará su furia por esa situación que no tenía prevista.

Y es que, con toda esta introducción, lo que quiero es que puedan entender como nace la perversión mental de ese sujeto inconforme con el rechazo, que puede desatar una conducta de insistencia que no es más que ACOSAR.

El acoso no es más que esa forma de materialización de la conducta machista que tiene un hombre para someter a una mujer al acceso a una relación, de cualquier tipo, sin importarle el consentimiento de esta. Es esa conducta machista que, con insistencia violenta, pretende ser la herramienta aplicable para doblegar la voluntad de la mujer y así poder poseerla como suya, tal como si se tratase de un objeto. En ese sentido, no es que el acosador no entienda el NO, lo entiende, lo comprende, pero no le importa, porque recuerden, para un sujeto tal, la mujer es territorio de “conquista”, por lo que el NO, simplemente NO le es relevante.

Ante ello, somos testigos de percibir las reacciones cuando una mujer logra salvarse del acosador bajo el ridículo lema de “soldado caído”, que se enuncia de manera conjunta con una serie de lamentos de la falta de valoración de las mujeres a esos “detalles de amor” y una sanción social hacia las mismas, como si se tratara de un mandato imperativo para que accedan al sometimiento.

Carlos Javier Hualpa Vacas, el criminal que quemó en un bus a Eyvi, era eso, un “soldado caído”, un acosador al cual no le importaba las veces que ella lo rechazó, por lo que insistía en promulgarle su amor tóxico y machista, y estaba decidido a iniciar un camino invasivo en la propia vida de su víctima. Este agresor machista no soportaba que ella no quiera sostener una relación, a la cual no estaba obligada por cierto, y por ello bajo los efectos de su pensamiento opresor quiso emprender un acto de venganza, amparado en su misoginia, para que ella no pueda seguir con la normalidad de su vida. Ese enunciado terrible de “solo quería echarle en la cara, pero el bus se movió”, pone en total manifiesto su conducta patriarcal de desprecio y odio hacia la mujer, que evidencia machismo puro.

A continuación, citaré algunas frases que este miserable sujeto señaló al momento de declarar ante la policía, las cuales son tal cual aquellas que leemos o escuchamos en la cotidianeidad en hombres “soldados caídos” cuando, enfurecidos, ponen en manifiesto su inconformidad al NO:

  • La seguí sin que se diera cuenta, subí en el mismo paradero. Ella no se dio cuenta porque estaba media dormida”.
  • “Hace tres semanas llamé para reclamarle porque ella decía que la había seguido, pero no me contestaba por eso, fui a buscarla a su trabajo. Allí discutimos fuerte”.
  • “Nunca llegamos a tener una relación sentimental. Le propuse estar juntos en octubre de 2015. Ella se negó. me dijo que tenía enamorado, yo no sabía eso”.
  • “El año pasado cuando la vi triste, le regalé un peluche y un ramo de flores, pero ella se molestaba. Decía que no era su pareja”.
  • “Ella se aprovechaba de su apariencia física para utilizar a los hombres. Daba la apariencia de una persona que no era. Que se preocupaba solo por ella”.
  • Me generaba molestia, pero no la llamaba por cosas personales sino para que me pague. No la llamaba seguido ni la acosaba”.
  • “Sentía que tenía que darle un escarmiento, cuando observé que el vehículo se detuvo saqué de mi mochila una botella de litro de yogurt que contenía gasolina y se lo arrojé”.

Cada frase engloba una conducta violenta de insatisfacción aunada a odio y resentimiento, y así como este soldado caído hay muchos otros hombres que nos rondan día a día, que piensan que a las mujeres hay que abordarlas aún si estas no se dan cuenta. El acosador inventa motivos, como en este caso con el tema del dinero, para justificar su intento de comunicación y negar su conducta acosadora. El soldado caído a veces necesita saber que la mujer tiene a otro sujeto en su vida para recién dejar de atormentarla, por ello muchas utilizan ese argumento, puesto que la palabra de la mujer es insuficiente. El soldado caído insulta y menoscaba el valor de la mujer que no quiere tener una relación con este, descalificándola y llegando a tenerle mucho rencor y odio porque no entiende que esta tenga voluntad y deseos propios, de los cuales este no forma parte y jamás lo podrá hacer.

El soldado caído es ese compañero de trabajo que no entiende que la amabilidad propia del clima laboral es solo eso y no una conducta seductora que viabiliza una relación.

El soldado caído es ese “amigo” que no es capaz de entender que una mujer pueda quererlo como amigo por más “bueno que sea” y que todas las conductas de afecto que tenga hacia él se sustentan en el vínculo amical, pero que no siente esa atracción para verlo como pareja.

El soldado caído es ese hombre, al que tal vez sí le pudo gustar en un primer momento a la mujer, pero después ya no y que no entiende que después de un sí puede haber un claro NO.

El soldado caído es aquel que cree que la voluntad se adquiere por medio de cosas materiales, el que cree que los ositos de peluche, flores y bombones, tienen que ser, inexorablemente, elementos de seducción a los cuáles ninguna mujer debe resistirse.

El soldado caído es aquel que manipula y busca que la mujer se sienta una fea persona por “humillarlo” y tratarlo “mal”, cuando lo único que hizo fue decir NO.

El soldado caído es ese que no acepta que sea una mujer la que termine una relación, y que dicha decisión no se deba necesariamente a que está vinculada con alguien más, sino a que simplemente ya no le da la gana de sostener la misma.

El soldado caído es ese que no entiende que las mujeres pueden aceptar bailar con este y que después de ello no quieran sostener ningún vínculo más.

El soldado caído es ese que piensa que el trato cordial y amable y un ¿cómo estás?, son solo evidencias de cordialidad más de no coquetería.

El soldado caído es ese que cree que los miles de NO que pueda decirle una mujer no reflejan su real rechazo a la propuesta, sino que “se está haciendo la difícil”.

El soldado caído es ese que no entiende que si una mujer no contesta las llamadas o mensajes, es porque, en efecto, no quiere comunicarse con él.

El soldado caído es ese sujeto que en silencio vigila la vida de una mujer a la que quiere someter, a esa a la que “le tiene ganas”, aunque ella no lo tenga siquiera en su radar de personas de su entorno.

Carlos Hualpa era ese soldado caído frustrado, enfurecido por el rechazo y que alimentado por esa impotencia de falta de obtención de lo que quería ha destruido de manera incalculable la vida de Eyvi, y así como él hay muchos otros más. Es por este motivo que el acoso no debe ser romantizado y el cuestionamiento y denuncia del mismo no debe ser banalizada, puesto que se trata de una alerta de peligro.

El acosador en este caso bien pudo rociar gasolina y prenderle fuego a la mujer, pero en otros también puede quitarle el puesto laboral, desprestigiarla en su medio social, agredirla psicológicamente, difamarla y perjudicarla, o también agredirla físicamente, violarla, estrangularla, entre tantas otras formas de crueldad hacia la mujer que solo a los machistas se les ocurre, que bien puede evitarse, o intentarse al menos, con una acción preventiva que se implemente en base a la especial valoración del testimonio de la mujer acosada. Sin embargo, lamentablemente denunciar el acoso es hasta risible para muchas personas, puesto que, si en caso Eyvi lo hubiera hecho, su denuncia no hubiera sido tomada en cuenta y la agresión igual se hubiera dado.

Necesitamos que nuestras autoridades implementen un plan de emergencia ante el acoso, pero también necesitamos que los hombres entiendan que no es no y que la sociedad entienda que el acoso no es broma, situaciones que sí están en nuestras manos con tal solo realizar un compromiso de cambio. Algunos se reirán al leer esto y banalizarán la propuesta de reflexión y negarán sus conductas acosadoras o que el acoso exista, pero espero con esperanzas que algunos otros sí sientan esa necesidad de reflexionar y puedan evaluar su conducta, para reorientar la misma y buscar ser mejores seres humanos, que entiendan que las relaciones, de todo tipo, se sustentan en la voluntad de ambas partes. El consentimiento es claro y expreso, y parte del proceso de empoderamiento de nosotras, las mujeres, es fortalecer nuestras voluntades, sepamos que sí es posible hacer lo que realmente queramos y como lo queramos, pero, además, considero en lo personal que las mujeres debemos atrevernos a más, pues no solo se tratar solo de consentir sino de desear.

Finalmente, solo recordar que, si una mujer te dice no y ante ello crees ser un soldado caído, pues te cuento no eres más que un machista empedernido.