Hoy, en su columna en el diario La República, Cecilia Méndez, destacada historiadora y profesora de la Universidad de California, señaló una serie de medias verdades que la abogada Rosa María Palacios difunde a través del mismo medio de comunicación (además de su programa en la radio católica Santa Rosa).

En la columna, titulada Calles, constituciones y revoluciones, Méndez empieza contándonos una parte de la historia de México, exactamente sobre una calle llamada Artículo 123, que hace referencia al artículo 123 de la Constitución de 1917, producida gracias a la revolución de 1910 contra el porfiriato. El artículo empieza así: “Toda persona tiene derecho al trabajo digno…”.

Esta introducción le sirve a la historiadora, para desarrollar no solo la importancia de las revoluciones para abrir posibilidades de democratizar a las sociedades y hacerle frente a poderes desbocados, como sucedió en Chile y luego pasó, increíblemente, en Perú, en donde, como señala la historiadora, “la fuerza del pueblo movilizado por la democracia y en rechazo al golpe —y no por un caudillo o un partido— se hizo sentir como nunca antes, indistintamente de barrios, edades, clases sociales e ideologías“, sino también para manifestar su incomodidad por la posición de Rosa María Palacios -quien a través de varios medios puede difundir sus ideas “liberales” ampliamente, posibilidad que otras voces disidentes no tienen, lo que la ha colocado en una indiscutible posición de poder que la suele acercar a los diversos gobiernos a los que pretende aconsejar- con respeto a la Ley de Agroexportación, o Ley de Promoción Agraria, que al final, como hemos visto estos últimos días, solo promocionaba las vidas de lujo de los dueños de las haciendas, sometiendo a prácticas de semiesclavitud a sus trabajadores.

Estas son las palabras de Méndez frente a estos hechos: “Solo una ceguera macartista puede negar la realidad de la explotación y hacer falsas equivalencias del tipo, ‘yo también quisiera que me aumenten el sueldo’. Sorprende que nadie le haga ‘fact checking’ cuando dice que ‘los trabajadores del régimen agrario tienen los mismos beneficios que los del régimen laboral general’. Su liberalismo termina donde empiezan los derechos laborales de otros. Si no, ¿cómo es que apoya una ley creada por un empresario gansteril en flagrante conflicto de intereses, y en plena dictadura?“.

Añade: “A la señora Palacios le gusta dar lecciones de derecho que muchas veces, hay que reconocerlo, son útiles. Lo que le hace falta es conocer la historia de las revoluciones. Estas pueden empezar así: cuando se abre desde el poder una ventana de cambio, por más pequeña que sea, como ha sucedido en el Perú tras la caída de Merino, crecen las expectativas, y la movilización ciudadana puede tornarse impredecible. Esto no está en el libro rojo de Mao. Esto sucedió en Chile, cuando Allende hacía campaña presidencial. También en Ayacucho cuando un Belaunde anticomunista anunció en su primera campaña presidencial una ley de reforma agraria, como lo ha estudiado Ponciano del Pino. Los clamores ciudadanos no son cosa de rojos. Son democracia. Son justicia“.

Y finaliza: “Lo que incomoda a Palacios, creo, no es la ‘amenaza comunista’. Es que la democracia se democratice. Es que sean lxs ciudadanxs comunes, y no solo los abogados de las grandes empresas, quienes sugieran leyes y constituciones. Que las protestas no se limiten a decir “no” y sean también propositivas, como viene sucediendo hoy. En las protestas contra Merino se vio pancartas con el texto del artículo 46: ‘La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional’. Tal vez algún día hasta tengamos nuestra propia calle con el nombre de un artículo“.